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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

En la suite nupcial, al día siguiente de la noche de bodas, el exhausto novio le propuso a su mujercita: "¿Qué te parece si bajamos a desayunar?". "No -negó ella-. El letrero en la puerta dice; 'Desayuno entre 7 y 11', y nosotros apenas llevamos cuatro". Empédocles Etílez llegó a su casa en horas en la madrugada y, como de costumbre, en perfecto estado de ebriedad. Su esposa le dijo, desesperada: "¡Ay Empédocles, Empédocles!". "¡Mira! -exclamó el azumbrado-. ¡Yo soy el que vengo borracho, y tú eres la que me ves doble!". El galán le preguntó a su novia: "¿Qué quieres que te regale en Navidad?". Replicó ella secamente: "Mejor guárdame el regalo para el Día de la Madre". Y cuando despertamos Trump todavía estaba ahí. De nueva cuenta se encamina hacia la Casa Blanca con el apoyo  de un Partido Republicano que parece haber perdido los valores cívicos, especialmente la democracia. Ninguna duda cabe de que el estólido magnate es un delincuente político. Sin embargo ha escapado de la justicia, que no castigó sus llamados a la violencia electoral ni lo que claramente fue una intentona de golpe de Estado con el ataque de sus estúpidos partidarios al Capitolio. La posibilidad de que Trump vuelva a ser candidato presidencial es grande, como grande es igualmente el riesgo de que otra vez gane la elección. Joe Biden, en efecto, se ha visto como un Presidente sin carisma, desdibujado y falto de acciones que le den personalidad ante los electores. Si se dedicara a cuidar su jardín en vez de ir a la Oficina Oval serían muy pocos los que notarían su ausencia. La amenaza del trumpismo se cierne nuevamente sobre el país del norte, y también sobre México, país al que mira con desdén y hostilidad pese a la sumisión que le muestra López Obrador. La democracia, a más de ser muy costosa y muy ruidosa, es también en ocasiones muy riesgosa. Los mexicanos estamos viendo sus peligros, y las malas consecuencias que su ejercicio puede traer consigo. Si el nefasto populismo de Trump vuelve a dominar crecerá la ola populista en América Latina, y especialmente en México. Despertaremos, y ese mal hombre y su obsequioso amigo mexicano todavía estarán ahí. En el lobby bar del hotel don Algón, rico hombre de negocios, le dijo a la linda chica que estaba a su lado en la barra: "Qué grata coincidencia, señorita. Mi chequera es del mismo color de  su bolsa". Un tipo le contó a otro: "Conocí a mi esposa un mes antes de casarme con ella". Respondió el otro, mohíno: "Yo conocí a la mía un mes después". Eran los felices tiempos en que las mujeres usaban todavía medias con liguero, voluptuosas prendas que anunciaban el paraíso. (¡Ah, Marlene Dietrich en "El Ángel Azul"! ¡Ah, Sophia Loren en "Ayer, hoy y mañana"!). Sucedió luego que algún enemigo del género masculino inventó las pantimedias, que podrán ser útiles y prácticas para las damas, pero que para los caballeros son matapasiones. En los dichosos años en que las hijas de Eva usaban medias de nailon con raya en medio -¡qué belleza!- una cierta amiga mía, ingeniosa y picaresca, comentaba: "No entiendo a los hombres. Nos miran las piernas con admiración y luego es lo primero que hacen a un lado". Todo esto viene a colación por lo que le sucedió a un galán que con pasión arrebatada se precipitó sobre su dulcinea. En la penumbra de la habitación observó  asombrado que su pareja se mostraba hermética, y que con cada impulso  suyo los dedos los pies se le doblaban a su compañera. Le preguntó con inquietud: "¿Por qué te siento inaccesible, y por qué los dedos de los pies se te doblan acompasadamente?". Explicó ella: "Es que no me diste tiempo de quitarme la pantimedia". FIN.

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