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De política y cosas peores

ARMANDO CAMORRA

"¿Cuántas veces le hace usted el amor a su esposa en la semana?". Esa pregunta le hizo un tipo a su compadre en un casino de Las Vegas. Respondió el compadre. "Siete veces". "Yo seis -declaró el otro-. Siete más seis son trece. Apostemos todo nuestro dinero en la ruleta a ese número". Así lo hicieron, y salió el doble cero. "Compadre -le dijo uno al otro con pesaroso acento-. Ahorita seríamos ricos si hubiéramos dicho la verdad". Un grupo de mujeres empresarias compraron una fábrica. Dijeron que harían de ella una fábrica feminista: sólo mujeres podrían trabajar ahí. El primer día que la empresa inició su nueva etapa los vecinos se extrañaron al no oír el silbato del taller, que todos los días sonaba a las 7 de la mañana. Cuando un reportero del diario local inquirió acerca de ese silencio una de las socias explicó: "Ya dijimos que la fábrica es feminista. Le quitamos el pito". Canolete Magancho, torero, era padre de tres hijos. El mayor tenía 19 años, el de en medio 18 y el menor 5. El pequeño le preguntó a su madre: "¿Por qué la diferencia de edades entre mis hermanos y yo?". Le explicó la señora: "Después de varios años a tu papá se le ocurrió hacerme el amor, y como buen torero no supo retirarse a tiempo". La 4T ha frenado el progreso de México. Ha frenado la inversión. Ha frenado la creación de empleos. Ha frenado el crecimiento económico del país y el desarrollo en materias como la educación, la salud y la seguridad. Ha frenado el impulso democrático y la aspiración de hacer de la República un estado de Derecho. Lo único que la 4T no ha podido frenar es la inflación. Se ha vuelto galopante, para usar ese símil equino. No cabe duda de que los mexicanos somos ahora más pobres por virtud de la inflación, ese impuesto invisible que todos debemos pagar. "Ya no me alcanza el gasto", es la frase que se oye en incontables hogares a lo largo y lo ancho  de la nación. (Y a lo alto también, por los edificios de departamentos). Hay que reconocer, desde luego, que ese fenómeno inflacionario tiene también causas externas, pero muy  poco o nada ha hecho el régimen para disminuir en algo la constante elevación en el precio de los artículos de consumo básico. La tortilla, que es el pan nuestro de cada día en México, ahora cuesta más, y las conversaciones de López Obrador con los empresarios no han rendido otro fruto que el de la correspondiente foto. Cuestión compleja es esta de la inflación. Nadie la entiende cabalmente, ni siquiera los economistas, muchos de los cuales no van jamás al súper, que es el sitio donde con claridad mayor se advierte la tendencia inflacionaria. Oscar II, rey de Suecia, tenía fama de ser extremadamente ahorrativo en el manejo de la casa real. Recorría su palacio apagando las luces que alguien había dejado encendidas sin necesidad. Se hacían comentarios chocarreros acerca de esa manía del monarca. Contestaba él. "Prefiero que la gente ría por mis ahorros y no que llore por mis extravagancias". Nuestro monarca cuida los centavitos -austeridad republicana y franciscana- y malgasta los pesos por billones en obras de costo máximo y utilidad mínima y en dádivas tendientes a formar una clientela que lo apoye en sus extrañas -y peligrosas- ansias de dominio. Inflación y gasto público desordenado. Las cosas de la casa no van bien, y muy mal van las de palacio. Pepito fue a una tienda de mascotas y con su habla infantil le pidió al encargado: "Quielo un latoncito". El hombre le preguntó: "El ratoncito ¿lo quieres blanco, negro, café o gris?". "Del colol que sea -respondió Pepito-. A mi selpiente le impoltalá pula tingada de qué colol sea el latón". FIN.

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