EDITORIAL Caricatura editorial Columnas Editorial

Recuerdos de una vida olvidable...

De la prensa y lo humanamente posible

MANUEL RIVERA

Hace algunos años una compañera conocedora de mis vicisitudes, particularmente en el campo de la política, hizo una pregunta demoledora para mi conciencia: "Si tuvieras una nueva oportunidad, ¿te conducirías igual o cambiarías para no complicarte la vida?".

Ella se refería a hechos como mi intervención en una junta de gabinete, en la que el gobernador de una entidad del centro norte del país se quejaba del trato que algunos periódicos daban a su administración.

Tras escuchar los lamentos del mandatario, sorprendí a los asistentes cuando, lejos de condenar a esos medios, me salió del alma expresar que formábamos parte de un gobierno con suerte, ya que si la prensa local fuera realmente inquisitiva no existiríamos.

"Gobernador, les estamos dando motivos para que nos ataquen, aunque afortunadamente no los han entendido bien ni investigado a profundidad. Por eso propongo que en lugar de preocuparnos porque se sepa el pecado, dejemos de pecar". Era un buen hombre, por lo que me soportó unos años más.

No, no sé si hoy sería igual.

Además de aligerar mi conciencia al liberar esa duda, ventilo el recuerdo anterior a propósito de la tendencia nacional de dar a la prensa papel estelar en la tribuna pública, aun por encima de los temas relacionados con el disfrute o el padecimiento de la cotidianidad del ciudadano.

Entre las discusiones ociosas que arrebatan tiempo a debates sustantivos -como los relacionados con la seguridad pública, salud universal y distribución justa de la riqueza-, está la que critica la objetividad de los medios de comunicación masiva.

Esa discusión resulta tan absurda como suponer que la verdad es sólo una, ajena, además, a la percepción humana, y tan errónea como suponer que esos medios son entes únicamente con fines sociales, no empresas cuya misión es generar utilidades para sus accionistas, naturalmente, promotores y protectores de sus intereses dentro del marco legal que en el país garantiza derechos, establece obligaciones y define límites.

La objetividad, es decir, el tratamiento de los hechos sin que en ello intervengan la percepción y el pensamiento del comunicador, es utópica, pues bajo esta definición lo objetivo sólo estaría al alcance de un dios, no de un ser humano sujeto a la interacción de sus genes y experiencias, entre otros factores productores de tantas versiones de un acontecimiento como seres humanos haya interpretándolos.

Propongo entonces sustituir la humanamente inalcanzable objetividad por la honestidad, valor sujeto a la libre decisión de las personas para vivir sin traicionar ni traicionarse en lo material e intelectual.

Esperar que un medio de comunicación revele "La Verdad" es atribuirle dones divinos, pues hasta sus mayores capacidades son terrenas y, por ende, insuficientes para reportar un hecho desde todos los puntos de vista que lo envuelven. Correspondería así al hombre admitir que la verdad absoluta es un ideal al que sólo puede acercarse allegándose el mayor número de facetas e interpretaciones de los acontecimientos.

En vez de condenar ociosamente las tendencias mediáticas de izquierda, centro o derecha, o hasta las cuasi divinas que proclaman ser eclécticas u objetivas, convendría alentar el interés del ciudadano para enriquecer su pensamiento con más "verdades", lo que le haría más libre.

Concluyo recordando un hecho que confirmaría lo irresoluble del problema de la objetividad:

Una mañana del siglo pasado me habló Manolo Martínez, figura del toreo, para comentar mi colaboración en la prensa de ese día, lo que hacía con frecuencia cuando estaba en desacuerdo con mis opiniones.

Extrañamente, en esa ocasión se refirió a una nota informativa que tenía como fuente a su archirrival, la también figura de la tauromaquia Eloy Cavazos, quien ni mencionaba a Manolo ni abordaba algún asunto relacionado con este.

-Oye, tú no quieres a Cavazos-, me dijo sorprendiéndome, pues además de que me pareció difícil pensar que defendiera a su adversario, la nota en cuestión podía ser ejemplo de objetividad periodística. No contenía una sola opinión, tenía puntuales atribuciones a lo dicho por la fuente y reproducía al pie de la letra citas textuales tomadas del casete donde estaba grabada la entrevista.

-¿Por qué dice eso?-, le pregunté.

-Porque pusiste exactamente lo que dijo, y eso lo perjudica-, respondió confirmándome involuntariamente que para lo humano lo objetivo es quimera.

Objetividad mediática, falacia que distrae de lo importante.

[email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: editoriales editorial MANUEL RIVERA

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2149581

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx