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Cutberto López Reyes y el teatro como reflexión sobre la vida

Presentó en Torreón su libro: ‘Novia de rancho. Antología de monólogos’

FOTOS: Erick Sotomayor

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SAÚL RODRÍGUEZ

El dramaturgo sonorense Cutberto López Reyes no crea biografías de sus personajes, sus líneas brindan muy pocos datos sobre sus orígenes. No obstante, menciona que sus obras sí son autobiografías, pues cada una de ellas contiene un fragmento de sí mismo.

“Si Dios existe, existe donde debe surgir el pensamiento del ser humano, donde nacen las ideas, la imaginación”.

López Reyes está en Torreón para presentar su libro ‘Novia de rancho. Antología de monólogos’. El evento se realiza en La Estética, un nuevo foro independiente inaugurado este año. More Barrett y Ricardo Bugarín lo acompañan en la mesa. Es la segunda ocasión en que visita la ciudad, aunque la primera en cuestiones relacionadas con el teatro. Le dicen “maestro”, pero él prefiere que se le llame por su nombre. “Maestro solo hay uno y es Luis de Tavira”.

Su currículum registra más de 100 obras de teatro escritas, 58 de ellas publicadas y 57 llevadas a escenario. En cuatro ocasiones ha fungido como director artístico de la Muestra Nacional de Teatro. Actualmente, es jefe de Difusión Cultural en la Universidad de Sonora y su obra El náufrago del cielo participa en el Festival de Monólogos que se celebra en Saltillo.

Al igual que sus personajes, el sonorense es un cúmulo de reflexiones. Dice que lo más importante de la escritura, es el acto mismo de escribir; que no le gusta saber cómo se hacen las cosas, sino descubrirlas por sí mismo; que el arte no registra nada nuevo, que todo se ha contado y el reto está en diseñar la forma; que la verdadera acción dramática es la ida y vuelta de energías; que carece de fórmulas mágicas, pues la creatividad es un músculo que se ejercita todos los días.

-El personaje de Novia de rancho dice en una de sus líneas: “Hablo desde el dolor, desde el encabronamiento”. ¿Existe un lugar desde el cual hablan sus obras?

Hay distintos estados emocionales. Casi nunca lo digo, pero escribir es una forma de actuar, es una forma de vivir y, para que las palabras se construyan, yo le llamo como si fuera una cosa muy mística: si hay amor, en ese momento estoy enamorado; si hay dolor, si hay miedo, estoy en un estado de miedo. Juego con mis emociones al momento de estar escribiendo y trabajando. Es un proceso muy divertido. Salvo una obra de teatro que escribí, quizá todas tengan en el fondo un estado de ánimo. Por ejemplo, cuando escribí Fosas de recuerdos e indomignias, acababa de pasar lo de la fosa clandestina de San Fernando y estaba muy inquieto... Me alejo del momento y dejo pasar unos años, porque siento que escribir con la primera emoción de lo que estás viviendo, puede ser mal consejo. Por ejemplo, cuando pasó lo de la guardería ABC, escribí una obra que se llama Memorial ABC… pasaron diez años. Fue una obra que compartí con algunos de los papás de la guardería ABC y la compartí con unas personas, y ya. Ahí está la obra. Esa obra sí fue un ejercicio muy doloroso, pero no soy oportunista, no se me da ser tan inmediato. Dejo pasar el tiempo.

- Tu respuesta se puede relacionar con el “diseño de emociones” que empleas al escribir una obra. ¿Podrías ahondar en esta idea?

Hay una teoría en la literatura, que no me queda muy clara, llamada “el lector ideal”. Yo tengo lo que se llama “el espectador ideal”. Yo siempre estoy imaginando qué va a pasar con la persona que vea la obra puesta en escena. Trato de estar dialogando con el espectador. A pesar de que los personajes dialoguen en escena, en realidad están hablando con los espectadores, les están dando información, les están provocando emociones. El teatro es el arte de dosificar la información y de potenciar la emoción. Es decir, no ocupas darle toda la información y todo el rumbo. Tienes que darle la información básica, mínima y dejar que opere en el tipo de teatro que a mí me gusta, mucho de emoción. Hay gente a la que le importa mucho la información, el teatro documental, entonces ahí sí importa la información, que también se transforma en emoción. Toda la información es neutra, siempre produce algo de dolor, de tristeza o de alegría, incluso la propia indiferencia es una emoción. A final de cuentas, eso es lo que hago. Todo mundo lo hace. Es un diálogo, es decir “ese es mi diálogo y quiero ver la respuesta del otro”.

-Presentas un libro de monólogos, lo que me comentas, ¿cómo encaja en este formato?

El monólogo es una obra de teatro, nomás que tiene la particularidad de tener un solo emisor de emociones y de voces, que no solo puede ser un personaje. Hay muchas discusiones, pero si hay un solo actor o actriz es monólogo, así haga cuatro personajes o quince voces, es un solo emisor de energía. Tiene la peculiaridad de que la gente no tiene distracciones, no ves otros caminando, a no ser que sea un monólogo que tenga una superproducción, una escenografía, móviles, todo eso. En realidad, el monólogo que me gusta mucho es cuando el público es una audiencia determinada, cuando el público está secuestrado, cuando el público es participante, porque en el diálogo, el público casi se convierte en otro personaje y es una comunicación un poco más fácil, pero a la vez es un poco más difícil, porque cualquier cosa puede romper esa comunicación.

-¿Encuentras alguna similitud entre el monólogo y el ensayo literario? Tus personajes no paran de arrojar reflexiones.

Yo no tengo muy claro lo que es el ensayo. Nunca me ha quedado claro. Cuando escribí una obra que se llama La indescriptible, tuve que leer el ensayo de un autor mexicano para encontrar al personaje de la obra. Toda obra de teatro es una reflexión sobre la vida humana. A veces, el personaje se pone totalmente reflexivo y, a veces, ciertas frases u oraciones son la reflexión misma de otras reflexiones. No se puede separar la emoción de la reflexión, no hay manera. Información, reflexión, emoción, van juntas, caminan por ahí. Hay ocasiones en que los diálogos son más informativos y hay diálogos donde avanza más la acción y otros más emocionales, pero todos constituyen una parte de un todo, es una visión del mundo. Si el ensayo es una descripción del mundo, el teatro es una visión del mundo. De alguna forma están emparentados, es literatura.

-Durante la presentación mencionaste que lo más importante de la escritura, es el momento mismo de escribir.

Es el placer de escribir. Es que es el momento más íntimo, más indescriptible, donde estoy solo conmigo mismo. Para eso escribo, en verdad, para eso escribo. No escribo todos los días, puedo pasar dos años sin escribir... tengo que cargar. Lo que es una friega es editar, ese es otro asunto. Es muy cansado gestionar, revisar, corregir, diseñar los tiempos, es muy cansado, pero también tiene su recompensa. Estoy empezando a desocupar mi oficina, por 33 años he sido jefe de Difusión Cultual de la Universidad de Sonora y ya me voy a jubilar. Entonces, el año pasado, saqué ejemplares de todas mis publicaciones. Me los llevé a casa en una caja. Publicaciones de autor, en Francia, en Alemania, un libro que me quemaron (algún día voy a hablar de eso).

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