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Paradojas del tiempo

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

El tiempo es quizá el único elemento que no podemos hacer nuestro a plenitud. Su paso inexorable escapa a la voluntad del hombre. Un rato cualquiera volteamos para atrás y descubrimos que los años han pasado, tal vez sin percibir cómo, y que ese presente de ayer hoy se ha vuelto memorias.

Una cualidad propia de la infancia es que no nos percatamos del paso del tiempo. Vivimos nuestros días a plenitud, en particular los sábados, en los que no rige un horario oficial sobre nuestras actividades, se vuelven poco menos que eternos. Tal vez sea el día para convivir de manera más estrecha con la familia o con los amigos, y dicha diversión logramos que se prolongue de un modo maravilloso. Pasa el tiempo, termina el día, y sin percibir ni como, una serie de memorias se ha sumado a nuestros archivos internos para siempre.

Es muy frecuente descubrir de qué modo los recuerdos de la niñez modelan lo que somos más delante. Esos sueños y juegos de niños van dando forma, poco a poco, a nuestro yo adulto. De alguna manera uno y otro tiempo se relacionan de manera estrecha. Es muy común escuchar a los prestigiosos personajes revelar que el embrión del quehacer que los ha llevado a la cúspide nació en los primeros años de vida, generalmente de la mano de un adulto cercano a ellos.

Otra forma de modificar el tiempo es a través de la lectura. Desde una página que recorramos con la vista, podemos hacer nuestras las experiencias habidas por los personajes, de modo que modifiquen nuestra forma de ser y de pensar. A través de la lectura vivimos vidas ajenas que, de alguna manera nos apropiamos. A través de las líneas de un libro conocemos otros tiempos, otras latitudes y distintas pautas de conducta que enriquecieron los escenarios que el escritor narra para nosotros. Llegamos a hacer nuestros los personajes entrañables que su pluma vuelca en las páginas, personajes que, aunque sean de ficción, parten de la condición humana común a todos nosotros. Llega a ser tan apreciado por nosotros un personaje, que igual sufrimos con sus desgracias y nos gozamos con sus logros, como si se tratara de un buen amigo que se acerca a contarnos parte de su vida.

Volviendo un poco a la forma de transmitir los hechos que ocurren en torno a una persona o a una comunidad, se han encontrado vestigios de distintas formas de comunicación humana. En su momento fueron sonidos percutidos a la distancia, en lo que se denominaba "telegrafía acústica", los que daban cuenta y razón de las necesidades o del estado actual de un grupo humano. Más delante fueron los juglares, quizá la primera forma de difusión personalizada de las noticias: El vocero llegaba a un pueblo, reunía a sus habitantes y comenzaba a dar a conocer lo ocurrido en otras comunidades. Posteriormente tomaba las novedades de la población visitada, para difundirlas más delante. Nosotros, que vivimos una época de comunicación instantánea, no podríamos ni acaso imaginar esa dilación de tiempo para conocer los hechos de otras latitudes.

Las primeras formas de correo surgen aproximadamente 500 años AC. De este modo el mensaje personalizado que un ciudadano deseaba enviar a otro en una localidad ajena, contaba con un sistema de transporte y entrega que garantizaba el proceso.

Así es como desde el principio de la vida consciente, el ser humano ha intentado ampliar la memoria de su existencia. Lo ha hecho también a través de pinturas rupestres y petroglifos. Más delante, ya hacia la Edad Media, sistematizó su forma de transmitir lo propio a futuras generaciones. Conforme ha pasado el tiempo, las técnicas para esta transmisión se han ido perfeccionando y agilizando, de modo tal que, hoy en día, al universo de libros registrados a nivel internacional, se suman títulos de obra nueva, reeditada, traducida y convertida a versión electrónica. La oferta literaria es infinita.

Ahora bien, ¿cómo invertimos nuestro tiempo los ciudadanos del tercer milenio? En ocasiones tenemos la impresión de que, pese a la multiplicidad de recursos con los que contamos hoy en día, el tiempo se nos va sin darnos cuenta de qué modo. Aun cuando no tenemos que recurrir a métodos anacrónicos para comunicarnos, el mensaje que enviamos muchas veces no alcanza a ser lo preciso que deseamos. Estas son las paradojas que invitan a reflexionar en nuestra propia conducta.

Hacer del tiempo nuestra mejor herramienta. Gozarlo como niños y aprovecharlo de forma inteligente. Recapitular lo aprendido y dejar memoria para otros de nuestra propia experiencia. Mentalizarnos en crear un sentido de comunidad aquí y ahora, para beneficio de los humanos de todas las épocas. Antes de que la carrera del tiempo nos deje atrás. Ya que la vida no admite segundas ediciones.

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