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MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Indignante; bestial; perverso… el crimen en Cerocahui, en contra de dos sacerdotes y un guía de turistas dentro de un templo católico. Sustraer los cadáveres y abandonarlos en un paraje turístico, donde se localizaron tres días después. La noticia ha dado la vuelta al mundo. Para este momento se han publicado infinidad de textos, y no sería mi propósito abundar sobre lo ya dicho. Deseo dar un enfoque médico de lo subyacente a estos homicidios, que son el síntoma, para tratar de entender el origen del problema y sus posibles soluciones.

A inicios de los años setenta comenzó a ponerse en práctica un nuevo método de imagenología diagnóstica llamado "tomografía axial computarizada" (TAC), proyección tridimensional que facilita de manera notable los diagnósticos médicos. Les valió el Nobel de Medicina en 1979 al físico McLeod y al ingeniero Newbold: De estudiar un paciente valiéndose de la radiografía en un solo plano, el TAC permitió analizar la anatomía del paciente mediante cortes o rebanadas, que proyectan por niveles cada órgano, mediante la tecnología computarizada.

De modo similar al TAC, que dimensiona de forma milimétrica los desarreglos de una estructura interna, el escenario de lo ocurrido en Cerocahui nos permite recorrer los hechos en torno a la muerte de los sacerdotes en esa comunidad remota de la sierra chihuahuense. "El Chueco", como apodan al supuesto asesino, es oriundo de la región. De hecho, uno de los dos sacerdotes asesinados lo bautizó de pequeño. Conocemos elementos que inclinan a un joven hacia el crimen organizado, como son la pobreza, el contacto con redes criminales y la disociación de pensamiento que impide asimilar que la única forma legal de hacerse de un patrimonio es por la vía del trabajo honesto. Cierto, no sabemos qué grado de escolaridad tuvo este criminal, como para que alcance a asimilar dicho principio. Lo que sí sabemos es que es buscado desde el 2018 por el asesinato de un turista norteamericano.

Con relación a lo ocurrido hace seis días, sabemos que antes de llegar al templo, "El Chueco" había atacado y secuestrado a dos beisbolistas de la localidad, tras un altercado en un juego de dicho deporte, por una diferencia entre el equipo que apoya su célula criminal, y el equipo contrario. Por cierto, esta célula tiene relación con el Cártel de Sinaloa.

Comenzamos a ver los cortes del TAC social: Este individuo actúa desde su posición de poder en la comunidad, y lo hace de manera discrecional. No queda claro todavía el móvil para asesinar al guía de turistas; a los prelados, se sabe, que los atacó, primero a uno y luego al otro, por proveer de auxilio al laico herido. Se presume que los ataques los haya hecho estando fuera de sus cabales. Tal vez por un desequilibrio mental de origen, o, como señala un sacerdote que atestiguó los hechos de manera muy cercana, bajo el influjo de una droga alucinógena que lo tenía como enloquecido, según palabras del propio testigo, al cual dejó vivo y con quien platicó por un buen rato, para finalmente solicitarle el sacramento de la confesión. El cura no pudo convencerlo de respetar los cadáveres. La legión criminal los subió a una camioneta y partió con ellos.

¿Qué logramos identificar en los cortes sucesivos?: Una comunidad infiltrada por el crimen organizado; familias afectadas de alguna manera por el cultivo y trasiego de droga. Seguramente unos fundamentos morales muy endebles en casa. Un temperamento muy explosivo y una posición que le permite esos arranques, "tope donde tope". Impunidad por parte de las autoridades, que muy probablemente tampoco harán nada por aprehenderlo esta vez. Detrás de esa impunidad hay temor, beneficio económico o un "status quo" de molicie, un no hacer olas, llevar la fiesta en paz, tanto criminales como autoridades. La droga se produce, se trafica, cruza aduanas, se distribuye en otros países, todo ello cobijado por la corrupción de autoridades que dejan de cumplir sus obligaciones día con día.

De repente se nos antoja como un monstruo apocalíptico de 7 cabezas, frente al cual nunca vamos a ganar la batalla. Sin embargo, así como se fue construyendo esta bestia, habrá que comenzar a desarticularla, cada cual desde su posición en la sociedad. Como ciudadanía nos corresponde empezar por casa, revisando si hay factores que predispongan a los hijos o nietos al consumo de drogas. Finalmente, los consumidores son la base que sostiene la pirámide del narcotráfico. Abrir canales de comunicación intrafamiliar; apoyo escolar; mantenernos informados; vigilar nuestras colonias; demandar cambios a través de nuestros representantes populares. Si cada uno revisa su propio pedacito de México, habrá un viso de solución. De otra forma, el monstruo terminará por engullirnos.

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