La columna anterior abordamos el tema a partir de las condiciones o el contexto en que se crea el arte sobre la naturaleza. Algunos lectores de esta columna me comentan que continuemos reflexionando sobre esta cuestión, que veamos otros vértices de la misma y la refiramos a nuestro espacio local, la Comarca Lagunera. En respuesta creo que debe tratarse el tema de si el artista debe representar la tortuosa relación naturaleza-sociedad y el resultado que ha derivado de ella, y solo de manera tangencial sobre como se expresa o debería expresarse por los artistas laguneros.
La relación entre la naturaleza y la sociedad ha sido, es y posiblemente seguirá siendo durante el futuro próximo, contradictoria, con escasa racionalidad, en la medida que se ha basado en lo que llamamos la visión antropocéntrica, en la que la especie humana ha creído y sigue predominantemente creyendo, que la vida gira en torno a ella, y no que es una parte de naturaleza a la que no puede ni debe intervenir por encima de los umbrales que le rigen, porque provocará en ella desequilibrios que le deterioran o destruyen.
Intervenir un bosque deforestando a tasas mayores que su capacidad de recuperación, un acuífero extrayendo agua de él por encima de su recarga natural, alterando la biota de un suelo hasta volverlo infértil o el aire atmosférico hasta impedir la salida de los rayos ultravioleta por la barrera que se forma debido a los gases que emite producto de las actividades humanas, son ejemplos de la relación contradictoria naturaleza-sociedad, indicadores del fenómeno denominado deterioro ambiental o destrucción del orden natural, fenómeno que también está afectando a la sociedad porque le priva de los servicios ambientales que la naturaleza le provee, por lo que sería más conveniente llamarle deterioro socio-ambiental.
Ante este escenario la ciencia busca las explicaciones de esta relación contradictoria, mientras que el derecho y la política intenta regularla, con escaso éxito porque la ambición económica se impone, desafortunadamente a grados extremos como ocurre en los países que se rigen por un capitalismo salvaje, entre ellos el nuestro. Lo que haga la ciencia, o incluso la religión como lo intenta el Papa Francisco con una Encíclica que convoca el cuidado de la casa común desde la fe cristiana (Laudato Sí), con escaso eco en el seno mismo de la iglesia católica, son expresiones culturales del esfuerzo humano para frenar la depredación de la naturaleza, labor que de tener éxito evitará el ecocidio esperado, como se prevé cuando el cambio climático haga sentir sus impactos.
¿Qué debe hacer el artista ante este escenario? Escuchamos opiniones diversas al respecto. Si me equivoco me corrigen, pero creo que el artista generalmente cree que su obra debe representar la parte singular y sublime de la naturaleza, si es pintor, fotógrafo o cineasta, su belleza escénica, si es músico la armonía o intensidad de sus notas la invocarán, la rima del poeta, la narrativa del escritor y demás expresiones.
Otros creemos que ante el escenario que vivimos, el arte también debe verse como una forma de educar, como un medio que influya en la percepción que las personas tenemos de la realidad que nos rodea y de la cual formamos parte, como un medio que nos conduzca a construir la cosmovisión del mundo en que vivimos. Esto implica que la obra de arte no solo represente el lado positivo de la realidad, la belleza escénica, la armonía o intensidad musical, sino también el lado obscuro que nos indique como afectamos la naturaleza, el daño que le provocamos.
Habrá que preguntarles a los creadores artísticos si comparten esta idea, que en sus obras representen la destrucción que hemos hecho los laguneros de los hábitats naturales con la consecuente eliminación o expulsión de la fauna silvestre que mora en ellos, la sobreexplotación y contaminación de los acuíferos, la contaminación y erosión de los suelos, la deforestación de los bosques, destrucción de pastizales, etc. Traducido para un caso particular, que se represente la destrucción que durante los últimos años venimos haciendo del Cañón de Fernández, de Jimulco u otros espacios protegidos que no nos gusta respetar.
Imaginemos una obra de teatro que nos represente la invasión que hacemos del Cañón de Fernández, tirando basura o destruyendo los parajes naturales con los raiser, cazando furtivamente patos u otras animales silvestres, o de quienes capturan aves canoras para comercializarlas, o en la que se representen los depredadores de los acuíferos, los contaminadores del aire, etc., o una novela cuyos personajes sean esas personas, por decir ejemplos.
Finalmente, la obra de arte debe ser la creación original del artista, es en la mente de este dónde surge, la forma en que la imagine y proyecte depende de la visión que tenga del mundo, de los valores que conformen su cultura. Ellos tienen la última palabra.