Con el triunfo de Gustavo Petro en Colombia deja atrás su tradición conservadora y por primera vez vira hacia la izquierda. Este cambio que muchos estiman diametral se hace respaldado en las perspectivas optimistas abiertas por los pactos de paz negociados por gobiernos anteriores. La orientación coincide con lo que sucede en muchos países: un rechazo a gobernantes que prometen mucho, pero no han podido o querido, liderar los cambios sustanciales ni en ideas ni acción que realicen los progresos que se requieren para cerrar brechas de pobreza extrema, hambre, salud, desempleo, y educación.
Con tantos gobiernos que han perdido el respeto popular, se esfuman las posibilidades de fraguar sociedades que ofrezcan igualdad de oportunidades y dignidad de condiciones de vida sin exclusión. En el hinchado marco de comunidades atrasadas y sobrepobladas, generadoras de abrumadas migraciones, estamos más enterados que nunca de las razones que multiplican y prolongan las carencias en que vive una creciente proporción de los 8 mil millones de humanos que compartimos la asolada madre tierra.
Sobran entre muchas, explicaciones para el estado actual de la crisis a que nos enfrentamos. Desde hace tiempo, quizás con el nacimiento de la era de la industrialización, la convivencia se afectó para atender más a la visión de las metas económicas personales y colectivas, más importantes que los valores del bienestar común.
Hoy los criterios de progreso y sus mediciones han dejado atrás los fundamentos sociales básicos. Lo que había de aspiración humana se ha evaporado y es sustituida con la capacidad del individuo para vencer al competidor en un tablero de intereses necesariamente opuestos. El esquema jurídico de la Sociedad Anónima es el instrumento individualista y la bandera de la necesaria escisión social que se cimienta en el enfrentamiento que Marx sentencia como inevitable que postula una lucha sin tregua ni solución.
Entendido así el mundo la izquierda lleva desde 1848 insistiendo en que no hay paz ni conciliación posibles. En nuestro siglo XXI el simplismo marxista se repite en escuelas de negocios con gráficas y estadísticas de todo orden para explicar cómo las actividades económicas, aún las más sofisticadas, ahondan el mismo dilema que contrapone a los dos actores básicos e indispensables, capital y trabajo, en esta visión que condena a la sociedad por entero a la desigualdad y violencia.
Hay alternativas. Voces modernas. Jóvenes listos para el relevo. Izquierdas curtidas en la frustración de sus ensayos asi como grupos de derecha que reconocen sus insistentes errores. Atrapada en su historia nuestra América Latina es teatro de regímenes de oportunidad. Faltan políticas de equilibrio y sincero amor al pueblo.
El discurso con que Gustavo Petro, experimentado luchador de izquierda con amplia experiencia legislativa y de gobierno, inauguró su presidencia el domingo 7 de agosto fue ante una plaza repleta de colombianos cansados de esperar paz y reconciliación nacional. Cientos de miles de muertos sacrificados por las mafias, son pantalla en que Petro proyecta su intención de ofrecer la fórmula que supere el desastre nacional s para construir sobre el acosado potencial de un país extendido que enlaza dos océanos y se enraiza en la Amazonia.
El fracaso de los gobiernos explica que la opción izquierda fuera la única bandera en que pudiera creer una engañada sociedad exhausta de crimen y disimulación. Ambos candidatos finalistas, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández uno tildado de "izquierda" y el otro "populista" eran contrarios a las opciones de la "derecha".
La primera prioridad de los 10 puntos programáticos de Gustavo Petro es cumplir los acuerdos de paz suscritos por gobiernos anteriores y librar a Colombia del imperio de mafias que operan con las de México y se nutren en el mercado de Estados Unidos que es el principal motor de muertes en el Continente. Otros puntos fueron la lucha contra la corrupción, la protección de la vida, creación de un Ministerio de Igualdad y el de Seguridad para que las colombianas puedan caminar tranquilas sin temer por sus vidas.
Gustavo Petro anunció un gobierno de puertas abiertas enfatizando un gran acuerdo nacional, con "una estrategia integral de seguridad", desde la prevención hasta la "persecución de las estructuras criminales y la modernización de las fuerzas de seguridad''. Prometió también "mano firme y sin miramientos" contra la corrupción y una defensa férrea del medioambiente, enfrentar la deforestación descontrolada de los bosques e impulso al desarrollo de energías renovables. Con la industria nacional, economía popular y el campo como pilares del desarrollo con apoyo a todo que se esfuerce por Colombia, Petro invitó a producir y trabajar para llegar a ser una sociedad rica.
Exceptuando Brasil, un 53% de América Latina se ha ido a la izquierda, La democracia peligra. Para nosotros el tema es importante. La administración de López Obrador ha dejado al garete el rumbo del país. La tarea que nos espera después de las elecciones de 2024 es la de trazar nuevas soluciones. Urge consensuar el equilibrio entre perspectivas distintas pero paralelas dentro de la unidad nacional que se ha roto. Al sector privado no solo corresponde cuidar los intereses de sus accionistas y trabajadores. Debe ser más activo en defender entidades claves para la Democracia y que han sido suspendidas o incluso suprimidas o bien incorporadas a la estrategia de concentrar poder en el presidente o las fuerzas armadas que él comanda.
Como Colombia, nosotros vivimos nuestro propio quicio histórico. La defensa de la democracia no solo está en lo electoral. Las decisiones más recientes del presidente López Obrador atentan contra la ruta que México ha llevado a lo largo de su historia, con todo y la corrupción y desatinos que la han atrasado, hacia el progreso en armonía y respeto a los valores profundos que identifican la mundialmente reconocida cultura del pueblo. En cada caso de su atropello corresponde un rechazo claro no solo en lo político sino en lo cívico.
