Los libros apócrifos son aquellos considerados como "no verdaderos" por la Iglesia Cristiana; su raíz etimológica viene de apo = lejos y Kryptein = ocultar.
Anterior a la venida de Jesús al mundo, hubo múltiples declaraciones de quienes dijeron conocer, de primera mano, el mensaje de Dios: los profetas judíos, quienes escribieron salmos, oraciones y principios filosóficos/teocráticos.
Con la muerte de Jesucristo, aparecieron múltiples declaraciones de quienes vivieron la experiencia de sus enseñanzas y/o personajes que transmitieron el mensaje oído y lo divulgaron incluyendo su postura interpretativa.
Ante decenas de tales escritos, la Iglesia Cristiana debió dilucidar, eligiendo entre todos ellos y decidir cuáles eran los verdaderos, declarando apócrifos a los demás.
Durante el Concilio de Nicea -325 D.C- considerado el primero de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa, convocado por el emperador Constantino y presidido por el Obispo Osio, de Córdoba, eligieron a los "padres de la iglesia" para definir cuáles contenían la verdad.
Por su parecido seleccionaron al de Marcos, discípulo de Pedro; Mateo, discípulo de Jesús; Lucas, médico sirio; y Juan, el más joven de los apóstoles, quedando como los cuatro evangelios cristianos verdaderos.
Sin embargo, los rechazados no dejan de ser interesantes y motivo de estudio por los investigadores bíblicos; algunos verdaderamente ingenuos; otros, exageradamente fantasiosos, pero todos útiles para el análisis de la historia, geografía, usos y costumbres referentes a esa época.
En este tiempo navideño, cuando tenemos mayor disposición a reflexionar sobre lo bueno y malo, la verdad y lo justo, conforme a las enseñanzas cristianas, es divertido e instructivo compartir algunos extractos sobre el nacimiento de Dios y dialogarlos con familiares y cercanos.
El Protoevangelio de Santiago el Menor, que al parecer ya era conocido desde el siglo II, describe el embarazo de María y el momento del parto, atendido por una comadrona quien, al comprender quién era el bebé, declaró: "Mi alma ha sido engrandecida hoy, porque han visto mis ojos cosas increíbles, pues ha nacido la salvación de Israel".
Otra mujer, también comadrona, al escuchar a la primera aseverar la virginidad de María, luego del parto y alumbramiento, declaró no creer hasta comprobar "con su propio dedo" la declaración de aquella que había ayudado al nacimiento.
Ante la incredulidad de la mujer, apareció un ángel diciéndole: "Salomé, Salomé, el Señor te ha escuchado. Acerca tu mano al niño, tómalo y habrá para ti alegría y gozo". Ella así lo hizo, reconociendo el milagro de la virginidad de María.
Durante los siglos IV y V, corrían diversas narraciones sobre los acontecimientos, llamados protoevangelios, caso del referido como Pseudo Mateo, que también describió al ángel anunciándole a María su embarazo. Recordemos que ella fue ofrecida al servicio del templo, prometiendo mantenerse virgen durante su vida.
Refiere Mateo que Zelomi, segunda partera, al palpar la virginidad de María, declaró: "¡Señor, Señor, misericordia! Jamás se ha oído ni ha podido caber en cabeza humana que estén henchidos los pechos de leche y que haya nacido un infante dejando virgen a su madre".
El mismo autor, narra que "había una enorme estrella que exponía sus rayos sobre la gruta desde la mañana hasta la tarde" y más adelante menciona la llegada de los Magos de Oriente. Como curiosidad, escribe que durante la huida a Egipto, María y José descansaban frente a una cueva y de ella salieron muchos dragones, provocando el pánico de los viajeros que acompañaban a los padres del niño y entonces Jesús, "bajo del regazo de su madre y se plantó por su propio pie frente a los dragones. Ellos lo adoraron y luego se marcharon".
El libro atribuido a San Jerónimo, describe al ángel y la convicción de José, sobre el origen divino del nacimiento de Jesús.
En el "Libro sobre la Infancia del Salvador", escriben que dijo la partera al levantar al niño: "Lo examiné y vi que no estaba manchado lo más mínimo, que su cuerpo era todo nítido, como acontece con la rociada del Dios altísimo, era ligero de peso y radiante de vista. (…) me tenía sorprendida al ver que no lloraba como suelen hacerlo los recién nacidos, y estaba mirándome de hito en hito, me dirigió una gratísima sonrisa; después, abriendo los ojos, fijó en mí una penetrante mirada y al instante salió de su vista una gran luz como si fuera un relámpago".
El Evangelio Árabe de la Infancia, cuenta que una de las comadronas padecía algún tipo de parálisis y María, observándola, le dijo: "Pon tus manos sobre el niño" y al hacerlo quedó curada, declarando: "de ahora en adelante, seré la esclava y criada de este niño durante todos los días de mi vida".
Espero que estos textos le sean útiles para reflexionar en familia, instruyendo a los menores sobre la importancia de hacer el bien.
Feliz Navidad.