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Antes de Salmerón, Díaz Ordaz y Echeverría

PATRICIO DE LA FUENTE

"La diplomacia es la política en traje de etiqueta"

.-Napoleón-

Como bien indica la página del Instituto Matías Romero, el Servicio Exterior Mexicano es el cuerpo permanente de funcionarios del Estado encargado de representarlo en el extranjero, responsable de ejecutar la política exterior de México, de conformidad con los principios normativos que establece la Constitución Política.

Cabe decir que nuestro país cuenta con un extraordinario grupo de profesionales de carrera, muchos de ellos diplomáticos de excepción, representándonos en las distintas embajadas y consulados apostados en países con los cuales mantenemos relaciones diplomáticas.

Sin embargo, y en detrimento del Servicio Exterior Mexicano, a menudo los presidentes pasan por alto las calificaciones con las que cuentan los verdaderos expertos en la materia y sobre cualquier consideración lógica privilegian la politiquería. Históricamente diversas representaciones en el extranjero han sido reservadas para personas cercanas al primer mandatario y se les utiliza ya sea como premio de consolación o destierro según sea el caso. Con preocupante frecuencia la imagen y representación de México en el exterior queda en manos de verdaderos impresentables o perfiles negados para la diplomacia. Basta recordar cuando siendo cónsul en Barcelona Fidel Herrera atendió una ceremonia en el Banco Central de España. Al gustarle un cenicero, no tuvo empacho en echárselo a la bolsa del abrigo. Y cómo olvidar cuando Óscar Ricardo Valero, entonces embajador ante Argentina, sustrajo un ejemplar de la librería El Ateneo de Buenos Aires.

Empecinado en cumplir los caprichos de su esposa, quien ejerce una influencia similar a la que en su día tuviese Martha Sahagún, Andrés Manuel López Obrador defiende a Pedro Salmerón, personaje sobre el cual pesan múltiples acusaciones de acoso sexual. No obstante que el Gobierno de Panamá habría enviado una comunicación diplomática donde presumiblemente no otorga su beneplácito ante una designación fuertemente cuestionada por diversos colectivos, el presidente de México afirma que todo obedece a una campaña de difamación. Lo cierto es que la propuesta de Salmerón no es la primera ni será la última designación errática de un mandatario.

A mediados de su sexenio, José López Portillo recibió reportes inquietantes de manos del secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles. Y es que Luis Echeverría, expresidente de México, rompía con las reglas no escritas del sistema y hacía política activa desde su Centro de Estudios del Tercer Mundo. Con preocupante facilidad, Echeverría utilizaba la red telefónica reservada para los miembros del Gobierno federal, y lo mismo daba instrucciones o convocaba a reuniones como cuando despachaba en Los Pinos.

Pese a la lealtad y gratitud que mantenía hacia su amigo de juventud, quien además lo había convertido en presidente, López Portillo no tuvo más remedio que sacar al inquieto Echeverría del país convirtiéndolo en embajador. Sin embargo, para mantener las apariencias y no dar la impresión de que enviaba al expresidente al destierro, López Portillo aprovechó el restablecimiento de nuestras relaciones diplomáticas con España y le ofreció dicha embajada a Gustavo Díaz Ordaz, quien aceptó a regañadientes y terminó renunciando días después. Resucitar al responsable de Tlatelolco derivó en un escándalo de proporciones mayúsculas. "Al pueblo de España no le manden a esa araña", rogaban distintas voces.

El 4 de abril de 1977 se anunció formalmente el nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz y viejas heridas volvieron a sangrar. En el marco de una conferencia de prensa, los reporteros pasaron por alto su designación como embajador de México ante España y se concentraron en que el exmandatario hablara sobre los sucesos de 1968. Ahí, Díaz Ordaz ofreció una respuesta que queda para el anecdotario de lo insólito:

"No estoy de acuerdo con usted en que haya un país antes de Tlatelolco y otro país después de Tlatelolco. Ese es un incidente remoto. Va a España un mexicano limpio, que no tiene las manos manchadas de sangre. Pero de lo que estoy más orgulloso de esos años de mi gobierno es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país, les guste o no les guste, con algo más que horas de trabajo burocrático. Poniéndolo todo: vida, integridad física, peligros, la vida de mi familia, mi honor y el paso de mi nombre a la historia. Todo se puso en la balanza, salimos adelante, y si no fuera por eso, usted no tendría la oportunidad, muchachito, de estar aquí preguntando", dijo Gustavo Díaz Ordaz a un atónito reportero. 

Twitter @patoloquasto

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