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Anabel de la Mora, soprano mexicana de gran aptitud

A los siete años de edad, Anabel de la Mora realizó su primera presentación en una iglesia de Zapopan

Anabel de la Mora, soprano mexicana de gran aptitud

Anabel de la Mora, soprano mexicana de gran aptitud

SAÚL RODRÍGUEZ

A los siete años de edad, Anabel de la Mora realizó su primera presentación en una iglesia de Zapopan, Jalisco. Cantó la voz soprano en un programa sacro. Recuerda que la subían a un banquito para que cantara. Portaba un vestido con falda ampona, color blanco, con bolitas negras; su saco era color negro, con bolitas blancas.

Me acuerdo mucho de eso, pero mi primera producción profesional fue en el Teatro Diana. Hicimos Dido y Enéas (Henry Purcell, 1682) como en el 2004. Canté un papel secundario que tiene una pequeña aria. Esa fue mi primera participación en una puesta, en una producción formal. Por cierto, no me pusieron en el programa de mano. Mi primera producción bien hecha, profesional, donde cantaba como solista y ¡no me pusieron en el programa! Pero bueno, está la evidencia, nos dieron los videos”.

Anabel de la Mora toma un descanso luego de presentarse la noche anterior en el Teatro Bicentenario de León, Guanajuato, donde en compañía de la Camerata de Coahuila se montó el espectáculo de Carmina Burana (Carl Orff, 1936). La soprano es reconocida por la interpretación que su voz logra en esta obra, la cual también se presentó la semana pasada en el Teatro Nazas de Torreón.

Dice que la pandemia le ha enseñado a revalorar la música, que extrañaba estar en un escenario, sentir la orquesta, los músicos, el público, el ambiente. Celebra la reactivación en los teatros mexicanos y confiesa que, durante el cierre de los recintos, perdió un poco el rigor de su disciplina, aunque trataba de continuar con sus ejercicios de vocalización o estudiar repertorio. Luego enfocó su atención a dar clases de canto y retomó intereses en instrumentos como el piano.

Desde Guadalajara

En Guadalajara, fue el maestro Flavio Becerra quien le instruyó en el canto. Gracias a él se relacionó con la técnica, la cual considera como el contacto más importante para un cantante. Las lecciones de Becerra son nota eterna, aún permean en las palabras de la soprano.

Lo que él siempre dice es: ‘Canta con tu voz, canta con lo que tienes. No le eches más, no quieras impresionar o hacer algo donde al final no saldrás victoriosa’. Me enseñó a trabajar mucho con los resonadores de la máscara para dar un sonido más natural, más libre. Hasta la fecha todavía platico con él, lo veo y de repente va a los conciertos. Le agradezco infinitamente todas sus enseñanzas”.

En 2008, de la Mora se trasladó a Ciudad de México. No tenía dudas, estaba convencida de dedicarse a la música. El maestro Gerardo Rábago la contacto con la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM) y acudió a realizar una audición.

Me preguntó un día qué pensaba hacer, que si no me gustaría ir a la Ciudad de México, que él tenía contactos en SIVAM y que si no me interesaba. Y pues sí, en ese entonces, empecé a buscar, a tener la cosquillita de seguir cantando y ver qué más hay. Me contactó con la directora de SIVAM, mandé mis papeles, les dije a mis papás que iba a hacer una audición en Ciudad de México y fui”.

Sin condiciones económicas favorables para vivir en la capital del país, Anabel se aventuró a hacer oír su voz en esa inmensa jungla de edificios. Fue la única cantante que, en esa ocasión, el SIVAM becó al cien por ciento. Estuvo tres años en la institución y a la par tomaba un curso de arte escénica con la maestra Teresa Rodríguez.

En el último año, cuando ya casi salía del SIVAM, fue de: ‘¿Y ahora qué sigue? ¿Ahora qué hago si ya no me van a apoyar? Necesito tener ingreso. ¿Qué hago? ¿Qué voy a hacer?’ Entonces, hago la audición para el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli y en 2010 me tocó la fortuna de ganarlo”.

La soprano había logrado una excelsa ejecución del aria de las Campanas de Lakmé (Leó Delibes, 1883), tanto que más tarde el propio James Demster la reconocería como “las niñas de las Campanas”. Tras el triunfo, Anabel de la Mora se abrió puertas y comenzó a recibir llamadas de promotores. Su primer espectáculo fue El Conde Ory (Giaochino Rossini, 1816) gracias a Pro Ópera. Desde allí, comprendió que toda su carrera sería una audición, una oportunidad de demostrarse a sí misma el nivel de sus aptitudes.

“La vida del cantante está basada en eso, en audiciones. No hay de otra. Es una audición hasta arriba del escenario. Cuando estás trabajando, cantando, cuando estás en el concierto, es una audición. De ahí salen invitaciones, va gente, directores y todo el mundo. Te puedes encontrar a cualquiera en las butacas. Creo que el secreto es aprender a vivir con eso, porque sí es una parte complicada de llevar. La presión a la que te sometes cuando estás en una audición es bastante. Y pienso que es más que cuando te subes al escenario a cantar”.

Debut en Bellas Artes

Cuando en 2016 audicionaba para la competición de Operalia, Anabel de la Mora vio al tenor Plácido Domingo en una de las butacas. Se recuerda invadida de nervios, pero a la vez llena de emoción. Aunque comparte que no fue la única vez que salió a un escenario, muerta de miedo. La otra ocasión ocurrió en 2014, cuándo por obra del destino debutó en Bellas Artes para encarnar a la Reina de la Noche en La flauta mágica (Mozart, 1791).

Eso fue un bomberazo, de última hora, porque la soprano se empezó a sentir mal y yo era la cover, pero jamás ensayé con la orquesta. Sí, estuve en los ensayos de escena, pero nunca algo musical. Y pues ¡ándale!, que a la mera hora la soprano se siente mal y quince minutos antes de entrar me hablan y me dicen: ‘¡Anabel! ¿Dónde estás!’. Estaba entrando al teatro, porque iba a cantar Papagena y Papagena sale hasta el tercer acto. Cabe mencionar que antes de llegar al teatro había ido a comer suchi con mi mamá y mis hermanos. Le entramos y dije: ‘Bueno, tengo todavía dos actos para que se me baje’ y ya. Pues ándale que no, ese día justamente me dicen: ‘Anabel, prepárate porque posiblemente entras como Reina de la Noche’”.

Anabel tuvo que desistir de su incredulidad al poco tiempo del aviso. La enviaron a maquillarse. Encarnación Vázquez, entonces directora de Bellas Artes, subió corriendo al camerino: ‘Anabel, ¡sales como Reina de la Noche!’. La soprano se puso amarilla de impresión. A la primera llamada de la obra la seguían maquillando, los nervios amenazaban con boicotearla, pero la cantante sabía que tenía que serenarse.

“No había vocalizado, estaba llena por la comida. Total que la maquillista todavía me estaba poniendo el tocado cuando dije: ‘¡Ya! ¡Ya! ¡Por favor! ¡Denme cinco minutos! ¡Necesito concentrarme!’. Se salieron. ‘¡Esta es tercera llamada’. Comenzó la ópera, di unos tres gritos, salí al escenario y ¡órale!, me dieron la patada”.

Filosofía de vida

Anabel de la Mora tiene otra anécdota. En una ocasión viajó a Buenos Aires para un concurso donde la soprano surcoreana Sumi Jo fungía como jurado. Tras interpretar su papel en Lakmé, le pidió un consejo a la maestra y esta le contesto: “Nada, lo único que tienes que hacer es disfrutar. Tú disfruta cantar. Nos vemos en el escenario”. La mexicana se emocionó.

Creo que alguien como ella, que ha pisado tantos escenarios, que es la cantante que es, con esa gran trayectoria... que ese comentario venga de alguien así es muy bonito, muy emocionante y de las frases que recuerdas. Cada vez que me paro en un escenario esos son los incentivos, que recuerdas y dices claro, para eso estás. No estamos para darle gusto a nadie, sino para darte gusto primero a ti, de disfrutar en el escenario lo que haces”.

Por último, la soprano entona una reflexión. El paso del tiempo le ha permitido percatarse de que la música no habita en la superficialidad, tampoco es aquella imagen impuesta por terceros y va más allá de la imaginación que pueda tener un artista en sus inicios.

Va pasando el tiempo y al final lo más importante es lo que te da la música como persona, lo que te hace crecer humanamente, la gente que conoces. La música es tan noble que te da muchas satisfacciones […] Como lo dice el maestro Flavio: ‘La voz es tan transparente que ahí te muestras tal y como eres’. Entonces, la música es lo mejor que me ha pasado”.

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