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Al Larguero: Voz infinita

ALEJANDRO TOVAR

Los hombres del beisbol pasan como agua de río y muchos dejan larga huella. Los grandes cronistas avivan con su imaginación al espíritu de quienes vamos escuchando. Su palabra convierte en exótico lo común, hacen que ella sea estratega del deseo. Da igual los años que se tengan, pues combaten la falta de esperanza que atrapa a la mayoría y su estilo y voz pasan encima del hastío.

Por igual hay vulgares, cuya lengua materna es la ignorancia y el cinismo pero en la radio y el beisbol, al menos, al final siempre ganan los monstruos del micrófono. Y no es que la nostalgia llegue como una fosilización del pasado sino que en el rico mosaico de los medios, uno ubica voces como alteradas, otras como para sordos y algunas, tristes por su notable deficiencia.

En el beisbol, aprender a pensar para ejecutar con certeza, es lo más difícil y el cronista pasa de ser solo eso para convertirse en estrella, cuando reemplaza el pensamiento por las emociones. Nadie para ello como Vincent Edward Scully (El Bronx, NY 1927-2022) que hace días se fue. Reunía todo. Voz, ritmo, imaginación, cultura, completo dominio del lenguaje radial y cadencia en el manejo del  tema. Por 67 temporadas fue el locutor oficial de los Dodgers. Era un fenómeno.

Su lema era de trabajo, estudio y perseverancia. Lo mostró desde que salió de estudiar periodismo y locución en la Universidad de Fordham. Dice que envió 150 cartas a radios y televisoras pidiendo trabajo. Solo tuvo una respuesta, la de CBS radio que lo empleó de suplente. Desde niño era fan de Gigantes pues el Polo Grounds quedaba cerca de casa. Sus primeros micrófonos fueron en Washington haciendo futbol americano en la WITOP. Un día terrible de invierno olvidó guantes y abrigo. Se trasmitió desde el techo del estadio y dice casi se moría.

Rod Barber, su guía y protector, lo llevó a las narraciones de los Dodgers de Brooklyn, tomando el sitio del famoso Ernie Howell que se fue con los Gigantes. Ya maduro y reconocido fue invitado por los Yankees, donde cubrió varias campañas exitosas, sin embargo lo que marcó su vida fue el traslado de Dodgers de NY a Los Ángeles. Vino a California para quedarse y de 1958 a 2016 narró primero con Don Drysdale (fallecido en 1993 de un infarto) y luego con Rick Monday. Solo seis años después, en 1964 los Yankees lo invitaron pero él prefirió quedarse con los Dodgers.

Vin Scully lo vio todo y lo narró todo. Desde Pee Wee Reese y Jackie Robinson, pasando por Don Drysdale, Sandy Koufax, Maury Wills, por Don Sutton, Steve Garvey, Ron Cey, Orel Hershiser, Fernando Valenzuela, hasta Clayton Kershaw, Mookie Betts y Julio Urías entre un río de jugadores. Le mostró a los nuevos valores que el talento del éxito es hacer bien lo que mejor sabes hacer.

Nunca lo escucharon gritar. La suya era una voz dulce y diáfana. Un maestro con la claridad de una revelación. Era persona nacida con talento que encontraba su mejor felicidad al usarlo. Encontró la fórmula para hacer feliz a la gente con imaginación, dones otorgados solo por Dios.

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