Cultura

Casona Abasolo

Tras los muros de la Casona Abasolo en Torreón

Diana Ortiz Bermeo abre las puertas históricas de su legado familiar

Anfitriona. Diana Beatriz Ortiz Bermeo recibe al visitante en la entrada de la Casona Abasolo para contar la historia de su familia y de la edificación.

Anfitriona. Diana Beatriz Ortiz Bermeo recibe al visitante en la entrada de la Casona Abasolo para contar la historia de su familia y de la edificación.

SAÚL RODRÍGUEZ

Diana Beatriz Ortiz Bermeo porta en sus manos una llave antigua, de esas largas que hoy en día son difíciles de encontrar. Y es que la lagunera es custodia de la Casona Abasolo, edificación antigua, casi centenaria que se enclava en el número 80 de la avenida Mariano Abasolo, justo al costado de un lote de autos, en las inmediaciones de la calzada Colón.

Es viernes por la tarde y Diana abre la reja de la casona, cuyo metal se ha vuelto rojizo por el tiempo. Desconoce la fecha exacta de la construcción, pero calcula una edad arriba de los 90 años. Enseguida cruza la fachada arqueada y acompaña hasta la puerta principal de madera. Sobre el dintel se puede apreciar un trabajo original de herrería en semicírculo. Tras el umbral aparece un pasillo. El suelo posee aún su mosaico original ajedrezado y a pesar de que el calor ha incrementado su intensidad en la región, los muros gruesos de adobe almacenan cierta frescura.

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Diana se dirige a su izquierda, entra a una habitación que alberga un antiquísimo piano junto a una consola y libros. La lagunera porta crubrebocas, pero el orgullo motiva su rostro para comentar que ese lugar fue el consultorio de su abuelo, quien ejercía como doctor.

"Aquí, en esta parte era el consultorio de mi abuelito. Mi abuelito era médico y aquí se sentaban sus pacientes. Este era su consultorio y lo demás era el resto de la casa".

Diana es nieta del doctor Gilberto Bermeo Peñaloza, quien consultaba en el lugar desde los años veinte hasta los años cuarenta del siglo pasado. Sus pacientes solían esperar su turno en el corredor de la entrada. Luz Amador Ledesma de Bermeo, esposa de don Gilberto, tenía la costumbre de ofrecerles té, caldos y ánimos para su malestar. Otro detalle es que gracias a la empatía del doctor, si el paciente no tenía para pagar, se le regalaba la consulta.

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"Esta era la casa de mis abuelos. Cuando mi abuelo falleció le dejó la casa a su esposa, a mi abuelita. Luego cuando falleció mi abuelita, le dejó la casa a mi tía Estela Bermeo. Cuando fallece mi tía se la deja a sus hermanos, entre ellos mi mamá. Después mi mamá y esos tíos se la vendieron a mi primo Javier, el que te contaba que es el actual dueño, nada más que de momento está en Monterrey y cuando puede viene a meterle mano".

Tras el viaje por las memorias de la familia Bermeo, el recorrido continua en el primero de dos patios. El amplio espacio conduce al salón, donde actualmente Diana ofrece clases de danza, pasión que la ha acompañado desde joven y que ahora comparte gratuitamente con sus alumnas cada jueves a las seis de la tarde, actividad que la satisface.

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"Es una sensación muy hermosa porque nunca había dado clases aquí. Trabajé en la Casa de la Cultura, en el Pablo C. Moreno, tuve mi academia por la Corregidora, luego me retiré cuando me casé, me dediqué a cuidar a mi mamá, falleció mi mamá y ya me fui con mi esposo. Y el año pasado, cuando empezó el problema del COVID, cuando todo se cerró, que estábamos en semáforo rojo, yo dije: '¡Ay¡ ¿A dónde voy? Me siento muy sola'. La casa también estaba sola y era una sensación como muy desagradable, muy triste. Se me ocurrió volver a dar mis clases. Yo duré muchos años dando clases de baile y de aeróbics, de yoga no, en yoga tengo poco tiempo pero igual les meto yoga, baile árabe y el hindú holístico, que ese está muy bonito. Muy sencillos porque somos señoras que lo queremos es relajarnos".

En ese salón existen los restos de lo que fuese una antigua chimenea sin tiro, sobre la que se ostenta un cuadro del doctor Bermeo pintado por Hilda Leticia Bermeo, tía de la anfitriona. Enseguida se encuentra el segundo patio. La vieja fuente es acompañada por una banca de cemento bajo el resguardo de un gran limonero, cuyas ramas llegan hasta el segundo piso, única sección de la casona que es inhabitable.

"Decían que asustaban, lo que se dice de todas las casa viejas: que se aparecen unos duendes, que se aparece la llorona, que se aparece no sé qué. Yo no creo en esas cosas. Yo respeto las creencias de todo el mundo, pero mi mamá y mi tía decían que vi esto, que allá, que un ruido y que una sombra, un fantasma y que no sé qué. Yo simplemente oigo algo y pienso que es un gato que anda ahí, un animal, ¿verdad? No pienso que sea una cosa mala, de otro mundo. ¡En todo caso pensaré que es un tipo que ya se metió!", comenta Diana en tono de broma.

A continuación, muestra el resto de los cuartos. El comedor resalta por la luz que entra por sus ventanas. La familia Bermeo aún conserva la mayoría del mobiliario original. Cabe resaltar que la Casona Abasolo es una de las pocas edificaciones antiguas que sobreviven en lo que fue una de las primeras zonas residenciales de Torreón, pues con el paso del tiempo gran parte de ellas han sido demolidas por sus propietarios, perdiendo así patrimonio histórico de la ciudad. Cabe recordar la destrucción de La Alhambra en 1981 y el último caso que se registró el pasado mes de marzo, cuando la casona de privada Bucareli y avenida Juárez también fue reducida a polvo y escombro.

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"A mí se me hace la verdad muy mal, porque podemos ver en otros lados, simplemente sin irnos tan lejos, como en Lerdo, ¡qué casas tan hermosas, súper antiguas y lo bien que las tienen cuidadas! Entonces, la verdad es una tristeza que no cuiden las cosas".

Por medio de la danza, Diana Beatriz Ortiz Bermeo y sus alumnas dan ejemplo de cómo se pueden aprovechar estos espacios antiguos, de manera que sean útiles para el esparcimiento social sin la necesidad de actos pomposos o el doble juego de la política. Son los mismos ciudadanos quienes, con el esfuerzo básico del compromiso y amor por la región, pueden mantener en pié este tipo de muros llenos de historia.

"Lo único que puedo decir es que le tengo mucho cariño a la casa, porque tanto mi abuelita como mi abuelo fueron unas personas muy buenas. Mi abuelito no les cobraba a los pacientes cuando no podían pagar. Ellos en agradecimiento regresaban con huevos, con gallinas, con verdura. Estamos hablando de que él dio consultas aquí en los veinte, treinta y cuarenta. Y mi abuelita les traía aquí… se sentaban los pacientes allá en la terraza, les traía té, un caldito, les daba ánimos. Fueron unas personas muy buenas, muy humanas y yo me siento orgullosa de tener ese linaje".

Anfitriona. Diana Beatriz Ortiz Bermeo recibe al visitante en la entrada de la Casona Abasolo para contar la historia de su familia y de la edificación.
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Apropiación. Las alumnas de Diana Bermeo han creado un espacio cultural gratuito a través de la danza.
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Conservación. La casona tiene la mayoría de sus muebles originales en buen estado.
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Escrito en: Casona Abasolo

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