Sin duda que los seres humanos solemos a veces hundirnos en un vaso de agua, sobreponderar asuntos o situaciones más allá de su justo valor de las cosas.
En el plano público social es lo mismo. Estamos muy interesados en la denostación del personaje en turno o del tema polémico del momento.
Por cuestión humana, a las masas les importa mucho más qué tipo de marca de ropa usa tal personaje famoso o si este tiene una vida amorosa aciaga que un hecho valeroso o trágico que suceda en un círculo social humilde o común.
Todo esto, dicho debido a la abominable historia de la que dio cuenta El Siglo el día de ayer, sobre la suerte que corrió Lían, de tan solo dos años de edad.
Resulta que siendo aproximadamente las 17:00 horas del martes próximo pasado en una vivienda de la colonia Villas San Agustín de la ciudad de Torreón, el pequeño jugaba en la recámara de su mamá junto a su hermano de 4 años de edad cuando en la dinámica misma de la interacción entre los infantes se suscitó un accidente que consistió en que Lían se produjo una herida en una axila al encajarse presuntamente un vidrio que se desprendió de un ropero propiedad de su progenitora.
El estruendo que se produjo avisó de lo sucedido, por lo que los familiares llevaron al herido a la Cruz Roja, donde supuestamente lograron estabilizarlo. Al lograrse lo anterior se podría inferir que la benemérita institución cubrió con la obligación de cualquier institución de salud pública o privada, que en situación de emergencia por ley debe asistir al paciente para, como ya antes se informó, estabilizar al herido en cuestión, que en este caso era el pequeño Lían.
Se reporta que posteriormente fue llevado a las instalaciones del Hospital Universitario en una ambulancia de la institución, pero no lo recibieron. De igual manera, se solicitó el servicio en la Clínica y la Unidad 16 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero, al igual que en el primer intento, fueron rechazados por el personal de esa institución.
Finalmente, fue internado en el Hospital Infantil Universitario cerca de las 22:00 horas, pero un par de horas después se reportó su deceso debido a un shock hipovolémico -se desangró- que resultó en un paro. Tras el deceso se dio aviso a las autoridades competentes.
La nota de ayer remata informando que un agente investigador del Ministerio Público se encargó de tomar conocimiento del deceso, y que el cuerpo del pequeño fue trasladado a las instalaciones del Servicio Médico Forense (Semefo) para la necropsia de ley, para que posteriormente los restos les fuesen entregados a sus familiares para las honras fúnebres correspondientes y que la Fiscalía General del Estado de Coahuila (FGEC) abriera un expediente al respecto.
Pero ¿en qué mundo estamos viviendo? ¿De verdad se le puede arrancar la vida a un pequeño de dos años que luego de más de 6 horas de herirse por juegos propios de su edad -con la información disponible es imposible siquiera aventurarse a afirmar si se produjo o no una negligencia de sus cuidadores del momento- sencillamente porque el hospital universitario o, en su caso, las unidades del Instituto Mexicano del Seguro Social no quisieron recibirlo porque, en el primer caso, quizá la familia no tenía recurso alguno disponible o, en el segundo intento, en el IMSS, no se era derechohabiente. Y si así fuera el caso, entonces los de la Cruz Roja no lo habían estabilizado del todo, tanto así que murió.
En la arena pública un tema polémico es la postura hacia el aborto. Están unos y otros rasgándose las vestiduras apoyando la despenalización del mismo bajo la premisa de que la mujer es soberana sobre todo lo que sucede a su cuerpo (esto es tema para otro interminable debate) o, del otro bando, los que dicen defender el derecho a la vida humana (que también suscita diferencias).
Más allá de quién tenga la razón, no cabe duda alguna de que las condiciones de la muerte de Lían son imperdonables y no admiten debate alguno. Un pequeño se ha ido de este mundo y una familia ha quedado destrozada por un sistema de salud pública y popular que en sus carencias permiten que sucedan estas atrocidades.
Tal vez que el entorno de Lían era económicamente precario fue justamente lo que lo envió a su precipitadísimo deceso, una tragedia mayúscula que a todos nos debe conmover y comprometer a que muertes como esta no vuelvan a suceder.