Sócrates fue enjuiciado en 399 a.C. en Atenas acusado de corromper a la juventud y otros delitos de carácter religioso; fue condenado a morir envenenado. El odio irascible de sus acusadores intentó vanamente destruirlo. Pero ¿Qué provocó ese odio iracundo de los sofistas quienes eran ironizados por Sócrates, cuando ellos creían tener siempre la razón y se convirtieron en carcas al repudiar lo nuevo o diferente? ¿Fue solamente una venganza por la vergüenza filosófica sufrida o hubo algo más profundo que afectó la política y la ética ateniense?
Por veintidós siglos se manejó que la controversia fue simplemente filosófica y que Sócrates era inocente de las acusaciones en su contra. Platón y Jenofonte así lo hicieron ver en sus apologías, pero Hegel, el filósofo alemán manifiesta otra visión muy interesante que implica problemas en las áreas sociales y políticas y Nietzsche lo acusa de querer destruir la moralidad de la Grecia clásica, un constructo ético que incomodó enormemente a quienes no querían ningún cambio en su zona de confort social.Hegel afirma que Sócrates era culpable de introducir nuevos principios al sistema de vida tranquilo acostumbrado por políticos, sacerdotes y sofistas; estaba transformando social y moralmente a Atenas y eso provocaba abismal indignación; así lo afirma en el capítulo "Las vicisitudes de Sócrates" del tomo 2 de su obra Lecciones de la historia de la filosofía.
Sócrates postulaba conocerse a sí mismo y cuestionar lo que hasta entonces se había vivido; la moralidad griega estaba basada en la mitología donde los dioses eran impúdicos: Zeus tenía muchos hijos con mujeres mortales; las diosas que tenían relaciones con humanos. Con estas detracciones protagoniza un giro decisivo en el desarrollo del espíritu ateniense; lo que va a implicar una porfía forzosa entre Sócrates y la ciudad.
Provoca que las leyes y la eticidad vigentes queden en entredicho, se vuelvan vacilantes tras ser sometidas al análisis del tribunal interior de cada joven que cree en la libertad de pensamiento. La eticidad griega se tambalea; genera inseguridad y vacilación; de ahí que dicha transformación se presentara como colisión inevitable.
Es cuando el pueblo ateniense ante la quiebra de su eticidad no solamente estaría "legitimado" para reaccionar contra Sócrates, sino que cabría decir que estaba "obligado" a hacerlo; grave delito aquellas "blasfemias" mayéuticas que anteponían el criterio de la autoconciencia vituperando la autoridad del oráculo; es decir, introducir un nuevo "dios" "la voluntad humana" en lugar del tradicional "destino".
Sócrates ni se amolda al discernimiento de sus jueces ni se denigra suplicando benevolencia. Su defensa será solamente la "verdad"; es un preceptor de la ley, aun cuando ello implicara arriesgar la libertad o la vida, por lo que se burla de sus juzgadores solicitando lo inasequible y surge esa condena deleznable, la que, sin ella, la historia de la filosofía y la universal habrían sido distintas.
Así, el pueblo ateniense condenó a muerte a su odiado enemigo movido por el miedo de los sofistas que creían que Sócrates podría convertir a Atenas en una ciudad sin democracia. La muerte de Sócrates constituyó para los conservadores de la filosofía política la suma justicia; más tarde los hijos de aquellos verdugos se arrepentirían de tal atrocidad y condenarían a sus propios ancestros. Pero lo más trascendente es que la historia registra a Sócrates como un transformador y lo mantiene en la memoria mundial, mientras que sus detractores y verdugos han caído en el tártaro del olvido
Los opositores con sus líderes egocéntricos que redujeron Atenas al tamaño de sus intelectos solamente protegían sus propios intereses y terminaron tragándose su odio y purgándose con él por la eternidad; perdieron aquello que los había distinguido: su capacidad de asombro; extinguiéndola plenamente, prueba que pronto cayó bajo la espada lacedemonia.
Finamente triunfo la nueva concepción ética que se rebela contra la ley vigente cuando muchos aseveraron: "No importa Solón y su filosofía jurídica, lo que importa es que no triunfe la ironía socrática".