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PEQUEÑAS ESPECIES

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

En el transcurso de más de cuatro décadas en nuestra bella labor, se viven tantas experiencias que he querido compartirlas con quienes aman a los animales, gente noble de corazón y de buenos sentimientos. Al escribir sobre anécdotas de mis pacientes, he tratado de ocultar a los dueños modificando sus nombres, aunque los buenos lectores la mayoría de las ocasiones se reconocen, hasta hoy no ha existido objeción alguna, al contrario, les agrada recordar las vivencias de su mascota, aunque lamentablemente en ocasiones no siempre se tiene el final feliz que hubiesen deseado, pues contra el tiempo no hay medicina. Una de las satisfacciones que recibimos al compartir estos escritos, es cuando algún lector hace comentarios sobre estas historias, nos recargamos de optimismo y nos damos cuenta que no estamos predicando en el desierto, y con mayor ilusión continuamos con el siguiente cuento.

Durante estos años dedicados a la clínica veterinaria, he logrado reunir algunas experiencias, aún recuerdo el primer artículo que escribí, y la pregunta que siempre me hacía, ¿Será del agrado de los lectores?. Después de varios años, continúo haciendo la misma pregunta cada semana cuando envío la columna al periódico.

En una ocasión me dirigía a una consulta, era de noche y había tenido un día oscuro en el trabajo, sus dueños una familia muy humilde, me llamaron para revisar una gatita que tenía un tumor, afortunadamente se trataba de una gestación, fue un final feliz al tener a su cría en el preciso momento que la revisaba, antes de despedirme, la señora me hizo un comentario, dudosa y apenada me dijo, doctor quiero decirle que solo compramos el periódico los domingos, y es para leer su artículo, y en ese momento me mostró por arte de magia varios recortes viejos de periódico, al verlos detalladamente, todos eran de la columna de un servidor, el apenado fui yo agradeciendo su halago. Ha sido una de las satisfacciones más bellas que he recibido de una hermosa y culta familia, en los veinticinco años tratando de escribir. En ocasiones me he preguntado, cual será la causa de que un veterinario sin experiencia en el arte de las letras, haya logrado que cuatro lectores capten su atención en esta columna, y he llegado a la conclusión, que probablemente en lugar de escribirla con el puño, lo he realizado con el corazón.

No presumo de escritor ni tampoco de ilustrado, solo soy un veterinario aficionado, que pretende compartir fábulas de sus pacientes, intentando plasmarlas en cuartillas de colores, que al leerlas escuches ladridos de perros agradecidos. En legado a mis viejos años, de tanto ir y venir, bellos relatos me ha distinguido vivir, con ávidos leyentes seducidos por las letras de un apasionado. Embelesado estoy de una bella pasión, ejerciendo aún mi profesión, con el permiso culminaré mi compromiso, de seguir aliviando a las pequeñas especies en el ocaso de mis días, ofreciendo una disculpa por la intensa manera en que un servidor vivió, disfrutando y haciendo lo que su corazón sintió. Y colorín colorado, agitando sus rabos perros y gatos han declarado, ser felices cuando sus tres lectores ha deleitado.

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