El otro día en la mañana, el estar peinándome frente al espejo pude ver con detalle en mí el paso del tiempo.
El tiempo es una de las cosas verdaderamente democráticas y naturales, pues nadie escapa a su lento, pero implacable paso.
Ahora que el tiempo ha pasado, me recuerdo de niño, de una manera muy diferente a la que en la actualidad soy, y esto creo yo, se debe a muchas cosas, como son la familia, los amigos, los lugares, los estudios. Pero hay una cosa que me marco para siempre, y es el haber estudiado medicina veterinaria.
Quien me conoció en la infancia, recuerda muy bien que yo poco o nulo contacto tuve con los animales, a excepción de los caballos, pues son una de las especies que más me gusta por su estampa su fuerza su manera tan peculiar de trotar y aún más cuando corren, pero sobre todo me gusta su olor.
Los perros ni pensar tocarlos pues de niño, no solo me daban miedo, sino que me apanicaba, cuando por la calle algún perro se cruzaba delante de mí o me olfateaba o peor aún si me ladraba.
Una vez terminada la carrera de médico veterinario, como siempre el destino nos avienta por caminos que nosotros ni siquiera habíamos soñado transitar. Por ese entonces nos dedicamos de forma incipiente a atender básicamente caballos y perros, y de nuevo el destino con el tiempo obró de tal manera que nos quedamos dedicados en cuerpo y alma a la atención de especies menores es decir perros y gatos.
Antes de dedicarme a los perros veía la vida de pasada, de manera "light".
Como dicen ahora, como en una película, hoy ellos me han enseñado que se debe ser paciente y observar todas y cada una de las cosas que se nos presentan a diario dándole su tiempo y su justo peso a cada una de ellas.
Los perros no hablan, pero se comunican con nosotros y al hacerlo a mí me han enseñado a mejorar mi comunicación tanto con ellos como con las personas.
Los perros son alegres por naturaleza, y nos enseñan, que se debe de tomar la vida como se presenta día con día, y que no nos debemos de preocupar tanto, ni ser tan solemnes, ni tomarnos tan en serio nuestro papel, ya que esto no ayuda a la solución de los problemas que se nos presentan.
Con mi perro me siento a platicar y él me escucha dándome el ejemplo a mí, enseñándome que debo de pensar las cosas antes de decirlas, pero sobre todo imitándolo, es decir aprender a escuchar (que mucho me hace falta).
Todos estos cambios que en mí han obrado para bien, son bendiciones que la vida que me da como resultado de haber estado en contacto por más de 40 años con los perros.
Los alquimistas eran hombres, que en el pasado su objetivo era transformar el plomo o algún otro metal de poca estima y convertirlo en oro.
Para mí en especial los perros son los verdaderos alquimistas pues cambiaron el plomo que habitaba en mi ser de muchas formas, y por mucho tiempo y que solo me servía de lastre no permitiéndome avanzar ni ver lo maravilloso de la vida que es oro puro, o aún mejor inclusive que el oro, por eso no me canso hoy de darle gracias a Dios por lo que me da y por los retos que me pone para que consiga lo que necesito, agradeciéndole infinitamente a la vida de que trabajo en lo que más me gusta.
Y ahora para terminar una gota de filosofía: Si estás atravesando un mal momento, sigue caminando. Lo malo es el momento no tú.