Cada día López Obrador declara que no piensa reelegirse, lo que induce a pensar que quiere reelegirse, o estar cercano, muy cercano, a la elección de su sucesor o sucesora. En las nóminas que amplía, modifica, combina, aparecen Sheinbaum, Ebrard, Juan Ramón de la Fuente. Añade de vez en vez nuevos prospectos cuyo objeto es desconcertar. En realidad, el desfile de nombres revela que Andrés Manuel es quien tiene la primera y última palabra sobre la elección del candidato o candidata a la Presidencia en 2024.
Hay, claro, omisiones sonoras, como la de Ricardo Monreal. El hecho de que López Obrador reitere los mismos nombres indica que en Morena no hay tantos prospectos como se presume. Llama la atención su fijación en Sheinbaum y Ebrard.
Lo que es claro, es que ya se dio el banderazo de salida a la sucesión presidencial de 2024, y en ese banderazo también deberán incluirse algunos no nombrados. Y entender que los últimos presidentes no han colocado a sus sucesores. Carlos Salinas no puso a Ernesto Zedillo, el propio Zedillo le entregó a Vicente Fox, este no logró dejar a Creel y se impuso Felipe Calderón, quien no pudo dejar a Cordero y ganó Enrique Peña, que a su vez vio que el candidato de su partido, ni siquiera era priista.
La alianza PRI-PAN-PRD, tras el pistoletazo de López Obrador, tiene ya nombres para asumir esa candidatura. Lo primero que deben definir es si irán en alianza.
Dentro del PAN, ya han levantado el dedo Ricardo Anaya; Marko Cortés propuso al gobernador de Yucatán, Mauricio Vila; y se postula Pancho Domínguez. Por el camino, se quedan Javier Corral y algunos más.
Por el PRI, se comenta la posibilidad de Miguel Ángel Osorio Chong, quien buscará además la unidad del partido, hoy más fraccionado que nunca. Desde luego, no falta la ambición Alejandro Moreno, cuyas aspiraciones han disminuido tras el resultado de las elecciones en Campeche y la rebelión en el partido. No hay que olvidar a Mancera y Aureoles, por el PRD.
La oposición tiene la obligación de moverse rápido y de manera efectiva, dejar de lado sus diferencias y presentarse como bloque con un candidato solvente, sin cola que le pisen, capaz de ilusionar. El desastroso y trágico gobierno de López Obrador regala una ocasión decisiva para desalojar a Morena del poder.
No es momento para la miopía y la ambición personal. El país exige la generosidad de los actores políticos. La campaña ya ha empezado. La oposición no puede volver a no comparecer. Su ausencia se arrastra desde hace tres años. México necesita una alternativa responsable, competente y comprometida con la sociedad.