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Balance sobre agenda ambiental: reflexión final (IV)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Al iniciar esta serie de colaboraciones comentamos que los temas pendientes de la agenda ambiental de la Comarca Lagunera tienen tantos vértices que resulta difícil cubrirlos a través de este medio. En esta ocasión abordamos el tema toral que afecta el desarrollo de esta región y de cuya atención depende el futuro de los laguneros, el agua, pero también comentamos el tema de la ausencia de una cultura ambiental, asunto sobre el cual las acciones realizadas son claramente insuficientes y no pasan de medidas tangenciales e intermitentes.

Hay vacíos y omisiones en la gestión ambiental como en la calidad del aire atmosférico, la protección y conservación de los ecosistemas y la biodiversidad, la contención de la desertificación y contaminación que han provocado la pérdida y deterioro de suelos, el manejo de aguas residuales y residuos sólidos, el consumo energético insostenible, entre otros, sin olvidar el gran reto que significa prepararnos para enfrentar el cambio climático. Es inevitable señalar que tales vacíos y omisiones ocurren al carecer de una política ambiental federal acorde con los tiempos que se viven, pero también existen a nivel local, como se observa claramente en la asignación de presupuestos pírricos para atenderlos.

Tal parece que es también inevitable el relevo en la toma de decisiones sobre políticas públicas gubernamentales, pero también en las empresas y corporaciones privadas, es en ambos entornos donde se permiten y realizan las principales acciones que están dañando la naturaleza, no podemos ocultar que la generación responsable durante las últimas tres décadas se vio inmersa en la visión neoliberal de gestión ambiental que concibió el crecimiento económico sin considerar los impactos ambientales que este provocó. Los retos que estamos enfrentando para transitar hacia un desarrollo sostenible exigen liderazgos con visiones de largo plazo que armonicen el crecimiento económico con el equilibrio ecológico.

Creo que es en este aspecto donde debemos centrar gran parte de los esfuerzos por realizar, en preparar nuevas generaciones de ciudadanos y apoyarlos para que accedan a cargos públicos con una visión de largo plazo y no con el matiz cortoplacista que ha destacado a la mayor parte de los actuales gobernantes, ciudadanos sensibles a los grandes problemas que tenemos y decididos a tomar las decisiones necesarias que los enfrenten, y no solo los evadan o pospongan, como ha sido la tónica predominante hasta hoy. Como ejemplo emblemático basta el tema del agua en el que se han preocupado por soluciones temporales y tangenciales, con un acuífero principal en terapia intensiva al que quieren continuar atenderlo con mejorales.

Este relevo no solo es necesario en las entidades públicas responsables de regular y sancionar a las empresas y ciudadanos que provocan los desequilibrios ecológicos, también en el seno de ellas debe ocurrir un cambio de enfoque en sus planes de producción, consumo y prestación de servicios. En el sector empresarial de la Laguna permea la idea de que se obtiene éxito económico si se logra crear empresas rentables y competitivas, con altas tasas de ganancia, en el corto plazo, pero no preocupa el costo social y ambiental que esto puede implicar.

Es ineludible revisar el modelo de producción de algunos sectores exitosos, como sucede con el agroindustrial. No puede compensarse el éxito económico si se provoca un abanico de externalidades que se traducen en daños a la población y deterioro del ambiente, con base a un modelo productivo insostenible que concentra y usa la mayor parte de los volúmenes de agua disponibles como insumo en sus procesos de producción, mientras una gran parte de los habitantes de esta región sufren desabasto y son afectados en su salud, aunado a que la sobreexplotación de los cuerpos de agua subterránea está provocando el deterioro en la calidad de los recursos hídricos.

Quizás el cambio más importante debe ocurrir entre los ciudadanos que formamos parte de esta sociedad que vive en condiciones de riesgo y que por tanto se vuelve más vulnerable. Es el cambio que si bien ya está sucediendo no debemos esperar a que los problemas se vuelvan crisis, no necesitamos que salgan a la calle miles de personas que sufren desabasto de agua en sus viviendas o que crezca la lista, por cierto, desconocida, de aquellos que son afectados en su salud por hidroarsenicismo, o que disminuya la resiliencia de los ecosistemas en las áreas naturales protegidas y prescindamos de los servicios ambientales que nos brindan, etc, etc.

La reflexión final de este año, lleno de penurias para la mayoría de los mexicanos por la pandemia, la desigualdad social y los desequilibrios ecológicos que empiezan a cobrarnos factura y amenaza el entorno donde vivimos con el cambio climático, es que procuremos facilitar la participación de las mayorías, tan necesaria en una democracia imperfecta como la nuestra, y de formación de nuevos liderazgos que asuman la toma de decisiones que incidan y accedan en las funciones directivas del gobierno, las empresas y la sociedad civil. Sería la decisión más sabia que podríamos tomar.

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