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Vaya tiempos revueltos

EMBAJADOR JORGE ÁLVAREZ FUENTES

Pareciera que, en esta hora del mundo, en muchas latitudes, en numerosas sociedades de los países del norte y del sur, pero también del este y el oeste, se comprenden cada vez menos los múltiples escenarios que están ocurriendo y el porqué de ellos. En el conjunto de los asuntos mundiales prevalece la incertidumbre, la confusión, la confrontación y la perplejidad. Que mejor ejemplo que el llamado Brexit y las relaciones trasatlánticas. O las guerras comerciales. Han pasado tres años y medio del referéndum que decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y tras grandes debates y bloqueos parlamentarios, este viernes 31 se hará oficial la separación. Para regocijo del Primer Ministro Boris Johnson y de los conservadores, y la frustración de sus muchos otros detractores, habiendo sido ya aprobada la legislación británica que ratifica el acuerdo negociado con Bruselas, promulgada por su majestad la reina Isabel II, en efecto, esta semana se llevará a cabo la retirada. El divorcio, el que millones de jóvenes británicos y europeos no querían, (el referéndum de 2016 fue decidido por el 52 % de los votos) tendrá lugar irremediablemente y pondrá fin a 47 años de una complicada relación con la Unión Europea, la cual, por primera vez perderá a un miembro y ganará un potencial competidor comercial y financiero. Los presidentes entrantes de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y del Consejo Europeo, Charles Michel, ya han firmado el acuerdo, y el Parlamento Europeo procederá a ratificarlo este miércoles. A partir del 1º de febrero, el Reino Unido estará fuera del bloque, el cual se quedará con 27 Estados miembros; si bien, hay que subrayarlo, en realidad, nada cambiará sino hasta cuando concluya el periodo de transición, el 31 de diciembre de este año. Y todo esto ha venido ocurriendo, en un país y en una comunidad europea divididos y desconcertados. Escocia, una nación semiautónoma del Reino Unido, de 5.4 millones de habitantes, cuya población es mayoritariamente pro europea, está viviendo mal este proceso. La nacionalista Primera Ministra, Nicola Sturgeon, intentó y fracasó en obtener autorización de Londres para llevar a cabo otro referéndum de independencia, que se perdió en 2014.

¿Qué sigue? A partir de febrero, el premier Johnson tendrá la difícil tarea de negociar sendos acuerdos comerciales con la propia Unión Europea y con Estados Unidos, siendo este último, su gran apuesta de reemplazo. Y lo hará con la impredecible administración de Donald Trump, en pleno año electoral y en medio de sendas guerras y disputas comerciales de Washington con China y con la Unión Europea. Un muy complicado e incierto escenario. Consumado el Brexit, vendrán durísimas conversaciones y negociaciones, si bien ya los europeos han dejado en claro que una negociación relámpago, como la que desea Johnson, no es una buena idea viable, ya que podría conducir a una acuerdo incompleto e insatisfactorio, dejando al Reino Unido sin acceso al mercado único europeo. Un desenlace que ninguna de las partes desea que ocurra y puede darse el lujo que acontezca. Para Estados Unidos, en voz del Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, es una "prioridad absoluta [completar la negociación] este año". Eso está por verse. Sobre todo, porque Washington ha reaccionado, en días pasados, con particular enojo, ante los planes futuros de la Unión Europea de crear un impuesto al carbono. El Secretario de Comercio, Wilbur Ross, relacionó esta posible medida con los planes de varios países europeos, de gravar los servicios digitales, (lo que afectarían principalmente a los gigantes tecnológicos estadounidenses) y amenazó con imponer aranceles a otros productos europeos. El impuesto al carbono es una de las principales prioridades de la Comisión Europea, bajo el liderazgo de la presidenta Ursula von der Leyen, lo que podría tensar, aún más, las actuales y difíciles relaciones trasatlánticas. En días pasados, en la cumbre de Davos, Trump y Von der Leyen, hablaron de una tregua limitada en su guerra comercial. Funcionarios de ambos lados no han dejado de señalar que existe un terreno común en áreas que van desde el sector agrícola, hasta normas, tecnología y energía. Pero no se puede ignorar que Washington ya ha amenazado con aranceles al sector automotriz de la Unión Europea y prevalecen hondas diferencias sobre las políticas globales para enfrentar la crisis climática. Los europeos están, con razón, preocupados por sus productos podrían verse en desventaja, en una competencia desleal, frente a importaciones estadounidenses de países con normas ambientales laxas como China, India y Rusia. Si no hay pronto un acuerdo, Francia podría ver consumada la imposición de aranceles a los quesos y al champán.

A la luz de lo anterior y nulificada la Organización Mundial de Comercio, podemos apreciar que estamos en terrenos donde se está muy lejos de saber cómo avanzar teniendo algún sentido de dirección y pronóstico en los asuntos mundiales, en donde las delimitaciones más o menos previsibles de conducción en los ámbitos políticos, comerciales, de defensa, de acción climática, de cooperación, no existen más o están profundamente trastocadas. Y los líderes, los parlamentarios, los representantes, los diplomáticos y los negociadores lo saben, y se conducen a tientas, mientras los ciudadanos del mundo se preocupan, se movilizan y no logran saber y entender cabalmente hacia donde va el mundo. Vaya tiempos revueltos, confusos y riesgosos.

@JAlvarezFuentes

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