Muchas cosas he perdido en el camino de la vida.
Camino dificultoso es ése, lleno de pedrejones en los que el caminante puede tropezar y de pozos en los que puede caer.
En esa larga vía los espinos me han punzado y los cardos me han herido. A veces vuelvo la mirada atrás y veo huellas de sangre en el sendero.
A nadie le reclamo. Desde que mi madre me enseñó a rezar la Salve supe que iba a vivir en un valle de lágrimas.
Lo que perdí no lo tenía antes, de modo que en verdad no perdí nada.
Tres cosas he logrado conservar.
La fe.
La esperanza.
Y el amor.
Esos bienes no los he perdido.
Por eso no me he perdido yo.
¡Hasta mañana!...