Desde que su hijo Antonio se perdió en la guerra del francés doña Mercedes de la Peña y Peña no volvió a sonreír.
Su retrato en la antigua casa del Potrero la mostraba, según se cuenta, con un aire de infinita tristeza. Así murió, con ese gesto de melancolía en el rostro.
Un año después de la muerte de su madre Antonio apareció. Llegó al rancho cuando ya nadie lo esperaba y relató que una herida de sable en la cabeza lo hizo perder primero el sentido y luego la razón y la memoria. Lo encontraron en el monte unos campesinos y lo ocultaron en una cueva. Después de largos meses volvió a su ser. La guerra había terminado. En cuarenta jornadas a caballo regresó al Potrero. Ahí se enteró de que en su ausencia su madre había muerto, seguramente por el dolor que le causó la pérdida de su hijo.
El retrato de doña Mercedes se encuentra aún en la casona de Ábrego. Se le puede ver sobre el piano de mesa de la sala. Pero no está triste ya, como se dice que estaba antes. Su rostro está iluminado ahora por una bella sonrisa de felicidad
Misterios de la fotografía.
¡Hasta mañana!...