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La flor de cempasúchil ante la pandemia

Campesinos de la zona rural de Lerdo mantienen la tradición de su cultivo

SAÚL RODRÍGUEZ

Es el ejido Monterrey, a media hora de la cabecera municipal de Lerdo, Durango. La vista desde la carretera que bordea los cerros ofrece un campo tapizado de color naranja. A mediodía, los rayos inclementes del sol desafían a un otoño que parece verano. El acceso a los campos de cempasúchil se da tras cruzar las vías del ferrocarril, justo después de pasar una pequeña plaza en el pueblo.  

Durante el camino por terracería, se puede observar a algunos laguneros haciendo uso a sus cámaras fotográficas para capturar un momento familiar que compartir en sus redes sociales. Pero detrás de esos campos llenos de color, se esconden las historias de campesinos que este año, pese a presentar perdidas económicas por la crisis de la COVID-19, decidieron continuar con la tradición de la siembra, en esperanza de que todo mejore.

A la sombra de un gran moro, Paulo Calderón Delgado extrae agua de una noria para regar la parcela que pertenece a su madre. Allí relata que su relación con el cempasúchil se dio desde muy joven y que su padre le dio instrucción para trabajar correctamente la flor. "Mis papás empezaron a trabajarla. Uno va creciendo y sigue la tradición de ellos".

LA TRADICIÓN

Paulo recuerda que, desde que tiene uso de razón, la flor de cempasúchil ha decorado el paisaje del ejido. Su cultivo ha sobrevivido al relevo de generaciones: su padre trabajó los campos durante 70 años, él lleva 20 haciéndose cargo de ellos. "Mi padre inculcaba que es una tradición que uno debe de seguir y que cuando él no estuviera, le daría gusto que uno la siguiera".

Al iniciar el mes de agosto, la tierra se rastrea y bordea con tractor para a continuación plantar el cempoal ya germinado. En el transcurso, se trabaja en jornadas diarias desde las 8:00 hasta las 13:00 horas. Para el 28 de octubre las ventas solían dispararse y eso provocaba que empezara el corte de la flor. El manojo sacado directo del campo cuesta entre 15 y 25 pesos, mientras que en locales de la calle Blanco de Torreón se ofrece de 30 a 50 pesos.

Paulo menciona que el trabajo de esta flor es similar a otros cultivos. El primer paso es colocar fertilizante después de la plantación. Luego, se debe administrar correctamente sus riegos, el agua es muy importante. Si hace mucho calor, el riego se debe implementar cada ocho días. En cambio, si el clima está fresco, se debe regar cada 10 u 12 días. Además, se debe fumigar el plantío para evitar plagas. Estar al pendiente de las necesidades de la flor es primordial para obtener un producto de calidad.

A pesar de mantener la tradición de esta siembra, las ventas se han visto afectadas por la pandemia de COVID-19. "El año pasado sí se vendió, había más flor y sí se vendió bien; de aquí salió toda la flor. Ahora hay menos flor y por la contingencia creo que a lo mejor se va a quedar".

CRISIS

Paulo indica que el panorama se ha visto "muy calmado", que no han asistido compradores a los campos como en otros años, que la venta ha ralentizado su flujo y que la situación le ocasionará perdidas de 30 a 40 mil pesos, aproximadamente. El destino de la planta que sobre no es muy alentador: "Yo creo que se va a meter tractor para tumbar la flor y a ver qué sigue lo demás... echarle otra cosa, porque sino ya no se le hace nada".

La restricción hacia algunos panteones de la Comarca Lagunera durante el Día de Muertos, es otro golpe a la economía de los campesinos. Esta noticia provocó tristeza en Paulo Calderón, a quien no le queda más remedio que aceptar la realidad. "Bueno, pues se agüita uno, se entristece. Es una ayuda, como le digo, y va a estar todo cerrado".

Además del cempasúchil, los campesinos de la zona rural de Lerdo también cultivan margaritas y manos de león, las cuales se trabajan desde febrero. La situación de estos cultivos es igual de complicada. "Es lo mismo, todo se pierde, no hay ninguna salida para ninguna flor".

Decepcionado, el campesino asegura que, de haber vaticinado la situación, tal vez habría sembrado cilantro, lechuga u otro tipo de cultivos que se pueden cosechar en esta época del año.

A pesar de la crisis, los campos siguen siendo un encuadre preferido por los laguneros, quienes acuden a realizar sus sesiones fotográficas. Algunos son conscientes del patrimonio cultural que representan los campos y procuran no maltratar los cultivos, otros pisan sin precaución y suelen dañar algunas flores. "Casi nada más vienen ellos, se toman las fotos y nada más. Casi no comenta nada uno con ellos, pero sí viene mucha gente".

Durante su experiencia, Paulo ha tenido clientes que no le pagan la mercancía o hasta aquellos que les dan cheques sin fondos, pero nada se compara con la situación de no tener ventas, por eso invita a los laguneros a poner altares en sus casas y comprar el producto a los campesinos, para que así se pueda vender algo de flor.

"Yo pensaría que podrían venir hasta acá, acá al campo. Así puede vender uno de a poquito, lo que puedan llevar ellos, y que le ayuden a uno con algo, porque realmente son pérdidas".

Por último recuerda a su padre, don Andrés Calderón y reflexiona en qué pensaría él al percatarse del actual panorama. "Yo creo que se entristecería, porque la tradición es una ayuda… y esto le da a uno para abajo".

Testimonio. El campesino Paulo Calderón se ha dedicado al cultivo de esta flor durante dos décadas.

Testimonio. El campesino Paulo Calderón se ha dedicado al cultivo de esta flor durante dos décadas.

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Escrito en: Campesinos Cempasúchil

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