Esta semana se podría rebasar la cifra de cincuenta mil personas oficialmente fallecidas por COVID-19 en México si los porcentajes mantienen su tendencia. Eso significa que en tan solo cinco meses de propagación del virus se acumuló el ochenta por ciento de las defunciones del escenario calificado como "muy catastrófico" por el vocero federal y ocho veces mayor que la cifra originalmente anunciada por él mismo. De acuerdo con el modelo que todas las noches publica el matemático Arturo Erdely estaríamos a un 36 por ciento en el avance de la pandemia según la tendencia acumulada. Es muy probable, tristemente, que el escenario para México será precisamente el calificado por el propio vocero como el "muy catastrófico".
Hay momentos en la vida de las personas a los que se asigna una condición especial para reflexionar. Ocurre cuando se cumplen ciertos ciclos, por ejemplo, el haber concluido los estudios universitarios o cumplir cinco o veinticinco años de matrimonio. Las décadas son periodos recurrentes para meditar el camino andado y plantearse nuevas metas. Eso sucede también con cifras que por alguna razón poseen en sí mismas un poder de atracción y suscitan la reflexión. Cincuenta mil muertes por la causa que sea no dejan indiferentes y, desde luego, genera preguntas y conclusiones.
¿Qué conclusiones podemos tener hasta ahora por la propagación del virus en México? Es una pregunta cuya respuesta más interesante e importante es la que cada persona tiene. Al final, de las respuestas y conclusiones personales es de donde manarían comportamientos producto de haber tomado conciencia de algo. El modo visible que nos permitiría intuir las respuestas personales sería ofrecido por las prácticas y comportamientos en los ámbitos públicos.
Sin un orden de relevancia específico, comparto aquí algunas conclusiones en esta semana de la cifra fatídica aludida. Comenzaría señalando que la ciencia ante todo ha de ser humilde pero también imprescindible. Lo primero porque desde el brote en China y a la fecha, la comprensión acerca del riesgo ante el que estamos ha crecido a tal grado que, por lo menos, se sabe que no es útil y qué sí es bastante útil (por ejemplo, el cubrebocas) para contener y controlar la pandemia. No hay respuestas para todo y eso es una gran lección para la ciencia humana. Pero al mismo tiempo, los más de tres mil artículos científicos publicados en menos de un año y el veloz avance en el desarrollo de vacunas pone en evidencia que invertir en ciencia es ganar en vida.
Otra conclusión que tengo para mí es la importancia de la digitalización de la vida social. El intervenir el día a día con sensores que permiten generar información en tiempo real facilita la atención en una crisis de esta naturaleza. La contracara de esto lo ofrece el hecho de cómo la pandemia ha puesto de relieve la profunda desigualdad entre continentes, países y al interior de estos. Lo más lamentable de esta situación es corroborar los segmentos poblacionales más afectados y con mayor número de fallecimientos, en general, son los vulnerables "de siempre".
También esta crisis ha vuelto a evidenciar cuán importante es acelerar el establecimiento de políticas afirmativas en el empoderamiento de la mujer. El papel jugado en estos meses en la educación ha sido escandalosamente increíble. Y agréguese la jornada laboral formal. No es casual el resultado en el manejo de la crisis en Alemania, Nueva Zelanda, Islandia y ha sido muy revelador cómo ha enfrentado la crisis la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México pese a la vinculación política con el equipo de gestión de la crisis en el Gobierno federal. En el ámbito regional considero positivo el contraste ofrecido por la alcaldesa de Gómez Palacio.
También me parece que ha quedado en evidencia la esencialidad de la educación cívica. Somos animales sociales. Convivimos y estamos radicalmente en conexión. Lo que hacemos o dejamos de hacer tiene efectos sociales mucho más de lo que se cree. Asumir esa condición esencial no es tan sencillo como parece. Lo notamos en la dificultad para acatar medidas de beneficio común. Y ha sido notorio que la educación cívica no está sujeta a condición socioeconómica. El mal ejemplo cívico es transversal. Finalmente, agregaría, hay situaciones en las que el discurso ideológico y el cálculo político no deberían privilegiarse sobre la ciencia. Las consecuencias pueden ser muy catastróficas.