La política en la era de la ubicuidad de la información es sobre narrativas: visiones contrastantes del mundo con fines electorales, que exageran las diferencias y atenúan las coincidencias, todo en aras de capturar el apoyo ciudadano y su voto. La esencia de la política no ha cambiado, pero la velocidad del mensaje, las redes sociales y la confrontación que le es inherente a la comunicación instantánea, producen efectos muy distintos a los de la era de la política directa o unidireccional, por vía de la televisión. El resultado es una permanente confrontación que no contribuye a avanzar los objetivos que todos los políticos dicen querer lograr, como paz, seguridad, crecimiento económico y estabilidad.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, los mexicanos hemos vivido dos narrativas contrastantes: una que exalta la transformación que han producido las reformas estructurales que se comenzaron a implementar a partir de mediados de los ochenta y otra que denigra la realidad actual, reprueba las reformas y enaltece un pasado idílico. Entre esas dos narrativas existe una realidad, que es la que vive la población de manera cotidiana y que probablemente entraña algo de cada una de esas posiciones extremas, que naturalmente impacta la percepción que la ciudadanía tiene de la política, del gobierno y del futuro.
(más contenido)