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Trump y Twitter

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE

En lo que resultó una de las mayores sorpresas de la historia reciente, hace exactamente un año Donald Trump se convertía en presidente electo de Estados Unidos. Si estás atendiendo estas líneas, querido lector, es porque el mundo no terminó y has sido capaz de tolerar doce meses de pifias y dislates presidenciales. Te felicito.

No sé si estamos viviendo en una tragicomedia o más bien una comedia de situación, pero el caso es que Trump ha resistido en la Oficina Oval y lo sorprendente del caso es que también el sistema político norteamericano.

Frente a los escándalos que lo persiguen y aunque la política moderna sea impredecible, dudo que logre reelegirse por otro período. Las elecciones intermedias serán un buen termómetro de lo que vendrá.

Quizá millones de ciudadanos votaron a Trump atendiendo la conseja de San Agustín que dice que una vez al año es lícito hacer locuras. Sin embargo, haber elegido al hombre naranja no puede ser calificado de locura sino como el error del siglo.

Creo que todos recordamos aquella noche de noviembre, larga y aciaga, donde la suerte y los números fueron cambiando de manera sorpresiva. Conforme el transcurso de las horas pasamos del júbilo y la certeza de pensar que Hillary Clinton saldría vencedora, al temor de comprobar que un total advenedizo gobernaría el país más poderoso de la tierra. Pese a todos los pronósticos, aquí seguimos.

Desde que irrumpió en la arena pública, Donald Trump basó gran parte de su discurso en segmentar a los medios de comunicación en dos grupos. Por un lado, aquellos afines a su causa y por el otro, los que según él son parciales y no sólo dicen mentiras sino que llegan al extremo de fabricar noticias.

Sí, dentro del legado de Trump podemos reconocer que acuñó el término “fake news”, el cual ha sido exitoso pues permanece en el argot popular y muchos lo utilizamos.

Ante lo que él mismo califica como una cobertura deshonesta y tendenciosa de su persona, Donald Trump prefiere recurrir a las redes sociales sobre los medios de comunicación tradicionales. Según el mandatario, determinadas cadenas de radio, televisión y prensa escrita deforman y tergiversan sus dichos y acciones de gobierno.

Desde mucho antes de convertirse en presidente, Trump era un usuario muy entusiasta (por ponerlo de alguna forma) de Twitter. Lo mismo opinaba de eventos actuales como deportes, política o la industria del entretenimiento y también como ahora, aprovechaba la red social para vertir juicios sobre los más amplios temas. También desde siempre, Trump ha sido y sigue siendo en Twitter una calca de su persona: iracundo, explosivo, temperamental, obsesivo y, por qué no decirlo, en ocasiones hasta divertido.

El presidente cambió la manera de comunicar. Las posturas que antes se fijaban desde el púlpito de la sala de prensa de la Casa Blanca o el Departamento de Estado, ahora son dictadas a temprana hora desde la cuenta de Twitter de Trump según amanezca el mandatario.

Trátese de la última publicación del Times o del Post, o los más recientes encontronazos con Corea del Norte, Twitter se ha convertido en el mejor y más certero termómetro del humor presidencial. Aunque por un lado es peligroso apelar a dicho eje discursivo cuando careces de templanza y al tiempo gobiernas a un país, por otra parte así se marca la pauta de una comunicación cercana y efectiva que obliga a los medios tradicionales a operar con mayor rapidez.

Twitter cobró de nueva cuenta gran popularidad gracias al fenómeno Trump. Ahora, dentro de una serie de modificaciones para incentivar su uso, la plataforma anunció que duplicaría el número de caracteres permitidos por tuit pasando de 140 a 280.

Uno de los encantos de Twitter era, precisamente, que obligaba a los usuarios a ser breves, apelando a su capacidad de síntesis. Ahora, la empresa justifica el cambio aduciendo que “tener más espacio hace que sea más sencillo para las personas comprimir sus pensamientos en un tuit, por lo que puedes expresar mejor lo que quieren y enviar tuits más rápido que antes”.

Aunque los cambios son difíciles de asimilar, especialmente dentro de una red que utilizo tanto y me es útil, seguiré teniéndola pese a que ahora se permitirán textos con el doble de extensión. Siempre será mejor la brevedad.

Pero el problema no soy yo, sino personas como Donald Trump. Acaban de otorgarle el doble de espacio para explayar sus locuras. Como dicen por ahí: estás viendo que la perra es brava y vas y le pateas la puerta.

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