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Los peores presidentes

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Algunos analistas consideran a Andrew Johnson, el sucesor de Abraham Lincoln, como el peor presidente de Estados Unidos, mientras otros ubican a Woodrow Wilson, Richard Nixon e incluso a George W. Bush como los inquilinos más desastrosos de la Casa Blanca.

Imposible obtener una calificación unánime para seleccionar al mandatario más desafortunado del vecino país porque las épocas y las circunstancias son por demás distintas.

Sin embargo, una realidad parece imponerse a estas alturas: Donald Trump se ha convertido en el presidente más criticado e impopular de los últimas décadas, al menos durante los primeros 100 días de mandato.

De lo que nuestra memoria periodística alcanza a recordar, Gerald Ford, Ronald Reagan y George W. Bush, tuvieron a los medios y la opinión pública en contra en algún momento de sus respectivos gobiernos.

A Ford jamás le perdonaron que haya concedido un indulto a Richard Nixon contra cualquier crimen en septiembre de 1974, apenas a un mes de haber renunciado por el escándalo de Watergate.

Ford ha sido el único personaje en llegar a la Casa Blanca sin haber pasado por una elección para presidente ni para vicepresidente, toda vez que asumió el último puesto gracias a la renuncia de Spiro Agnew.

Fue tal la impopularidad del sucesor de Nixon que en noviembre de 1976 sufrió una costosa derrota electoral por cuenta del demócrata Jimmy Carter.

El caso de Reagan es muy distinto, llega al poder en 1981 vestido de una fama de frívolo e ignorante sobre los pormenores del poder en Washington.

Además era temido por su conservadurismo que lo condujo a enfrentar al entonces poderoso bloque comunista de la Unión Soviética.

Sin embargo, su pragmatismo, audacia y poder de convencimiento lo convirtieron en uno de los mandatarios más efectivos y populares en la historia moderna norteamericana, logrando dejar como sucesor a su vicepresidente, George Bush padre, luego de ocho años de mandato.

El caso de Bush hijo fue un tanto patético, primero porque en su primer periodo se equivocó al responder torpemente a los ataques terroristas de 2001, y después al dejar a su país y al mundo inmersos en una de las peores crisis económicas cuando abandonó la Casa Blanca en enero de 2009.

Trump ha enfrentado la peor ola de críticas de la ultimas décadas para una figura presidencial durante los primeros cien días de mandato.

Un día sí y al otro también los medios de comunicación, con muy contadas excepciones, dan rienda suelta a opiniones adversas y algunas radicales contra el polémico magnate inmobiliario.

Esta semana el comediante de CBS, Stephen Colbert, lanzó una andanada de críticas sarcásticas en contra de Trump, sin ningún recato ni censura.

En otros países ridiculizar a su presidente no es bien visto e incluso en algunos como México la autocensura de los medios se impone ante los intereses en juego.

Por suerte todavía contamos con la libertad de las redes sociales que a pesar de los excesos cumple con una necesaria función social.

A propósito, ¿se logrará pronto esclarecer la perversa amenaza que sufrió el comediante Héctor Suárez en contra de su vida y de su derecho a ejercer la libertad de expresión?

Trump ha sido artífice de su propio destino, no existe en la historia un primer mandatario que se haya convertido en tan feroz crítico de los medios de comunicación, sin importar el prestigio y trayectoria de los mismos.

En lugar de ignorar o intentar apaciguar los ataques contra su gobierno, Trump se ha dedicado a fustigar a periódicos de prestigio como el New York Times y el Washington Post y a las cadenas televisivas CNN, ABC y CBS.

Al mandatario de 70 años parece no importarle que su popularidad sea una de las más bajas en la historia ni tampoco que el nivel de aprobación de su gobierno apenas alcance el 40 por ciento.

Es verdad que Trump ha moderado algunas --sólo algunas-- de sus posiciones extremas y en ciertos casos viscerales, verbigracia su posición sobre los "dreamers" y sobre las relaciones con China.

Pero en otros asuntos donde ha encontrado férrea oposición, pareciera que Trump se empeña en radicalizar sus posturas.

Tal es el caso de muro fronterizo, la mayoría en el Congreso ha manifestado su desaprobación a este proyecto, incluyendo los legisladores republicanos de los estados colindantes a México.

Lo mismo sucede con el Tratado de Libre Comercio, que a pesar de las voces calificadas que lo defienden y ponderan, Trump se empeña en tildarlo de desastroso y de inequitativo para los Estados Unidos.

A estas alturas del partido, el presidente Trump corre el riesgo de convertirse en el hazmerreir de su país, especialmente a nivel de los medios masivos, y en un mandatario sin credibilidad y legitimidad para gobernar.

Resulta muy peligroso para la humanidad que la primera potencia mundial sea dirigida por un bufón y aprendiz político cuando apenas han transcurrido cien de los 1460 días de su administración.

¿Podrá Trump aprender pronto a gobernar y a manejar los hilos del poder con inteligencia para reencauzar su mandato? ¿O estamos destinados a presenciar el peor régimen de la historia de nuestros vecinos del norte?

APUNTE FINAL

El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, resultó electo como dirigente de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), en lo que parece una estrategia inteligente del partido en el poder: elevar la figura del virtual candidato del PRD a la presidencia de la República para bajar los ánimos del mandamás de Morena.

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