En un afortunado párrafo tomado del libro de Daniel Goleman, del que nos ocuparemos más adelante leemos: "Una extendida enfermedad emocional se expresa en el aumento de los casos de depresión en el mundo entero, y en los recordatorios de una creciente corriente de agresividad: adolescentes que van a la escuela con armas, accidentes en autopistas que acaban con disparos, ex empleados descontentos que asesinan a sus antiguos compañeros de trabajo. Maltrato emocional, disparos indiscriminados y estrés postraumático son expresiones que han pasado a formar parte del léxico común en la última década". ¿Hasta dónde la Psicología ha estado siguiendo el avance de nuestra comprensión científica del reino de lo irracional? Empecemos por un breve recorrido de esta rama del conocimiento.
En su popular libro "La incógnita del hombre", Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina escribía a mediados del pasado siglo, que sería injusto culpar a los psicólogos modernos y a sus métodos del estado rudimentario de su ciencia, ya que la extraordinaria complejidad del tema es la principal causa de su ignorancia. Afirmaba convencido de que la psicología no era aún una ciencia. En nuestros días, concluía: la individualidad y sus potencialidades no pueden medirse, pero un observador sagaz, ejercitado en el estudio de los seres humanos, es a veces capaz de descubrir el futuro en las características actuales de un individuo determinado.
Hoy, nadie discute ya los avances registrados por la psicología en la comprensión de los problemas humanos. André Amar, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París nos recuerda que psicología significa al pie de la letra ciencia del alma y la noción del alma ha sido esencial en la corriente del pensamiento occidental y hasta fines del siglo XVIII, para ordenar el estudio de las pasiones y de las facultades intelectuales del hombre ("Desarrollo y evolución de la psicología", en La Psicología Moderna, Ediciones Mensajero, 1978, pp.204-205). Ahora bien, las teorías más reconocidas de la personalidad, las cuales han sido catalogadas como herramientas conceptuales útiles para la comprensión de la conducta y el desarrollo personal, son resultado del genio de los siguientes hombres de ciencia: S. Freud y el psicoanálisis; C. Jung y la psicología analítica; A. Adler y la psicología individual; W. Reich y la psicología del cuerpo; F.S. Perls y la terapia gestaltista; W. James y la psicología de la conciencia; B.F. Skinner y el conductismo radical; C. Rogers y la terapia centrada en el cliente; A. Maslow y la psicología de la autoactualización. (J. Fadiman and R. Frager.1976. Personality and Personal Growth, Harper and Row). Además, desde fines de la década de 1970 ha sido reconocida universalmente la obra de V. E. Frankl, fundador de la logoterapia, o como diversos expertos la denominan, la tercera escuela vienesa de psicoterapia, ya que las dos primeras, corresponden a Freud y a Adler.
Hace algunos años, leí con gran interés "La inteligencia emocional" de Daniel Goleman (J. Vergara Ed., 2000), libro que, a decir de sus editores, revoluciona el concepto de inteligencia: "Es la inteligencia emocional la que nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, incrementar nuestra capacidad de empatía y nuestras habilidades sociales, y aumentar nuestras posibilidades de desarrollo social". Goleman establece que en cierto sentido, tenemos dos cerebros: emocional y pensante; dos mentes: la que piensa y la que siente; y dos clases de inteligencia: la racional y la emocional. El antiguo paradigma entre razón y sentimiento era suprimir la emoción y colocar en su lugar la razón. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Ante la pregunta ¿Qué significa utilizar la emoción de manera inteligente?, responde: Las características de la inteligencia emocional se refieren a desarrollar habilidades tales como: ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones, controlar los impulsos, demorar la gratificación, regular el humor, evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía y abrigar esperanzas.
Goleman nos revela que en Estados Unidos-caja de resonancia de tendencias mundiales- los educadores, preocupados desde hace tiempo por los bajos rendimientos de los escolares en matemáticas y lectura, están comenzando a advertir la existencia de una deficiencia diferente y más alarmante: el analfabetismo emocional. Estoy convencido que la obra de este eminente psicólogo, está contribuyendo a superar esa deficiencia. Cierro este artículo con una frase de Goleman que recuerdo con frecuencia: "El arte de las relaciones es, en gran medida, la habilidad de manejar las emociones de los demás".