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El procurador que no vendió su Ferrari

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Al paso que vamos, queridos lectores, las arcas van a quedar vacías. Más todavía, la deuda crece alegremente, y pensar que todavía le queda un año al susodicho en Los Pinos. Ya lo dice el clásico: "A dónde vamos a parar". De manera sobrada, el sexenio da para una voluminosa crónica de la corrupción, y sin embargo, no pasa nada. ¿No pasa nada? Cierto, hay voces críticas y ciudadanos indignados, pero están lejos de las mayorías. Más bien, lo que domina es la amplísima tolerancia social hacia la corrupción. En esos márgenes, la clase política se mueve a sus anchas. Al mismo tiempo tenemos, no uno, sino varios Granma.

Lo que hemos visto en los últimos días, forma parte de la principal narrativa del sexenio, que bien puede resumirse en una palabra: corrupción.

Hace unos días, en la primera plana del New York Times, el periódico volvió a exhibir al mandatario mexicano. Leamos la crónica: "El presidente Enrique Peña Nieto estaba sentado ante los empresarios más importantes de México y sonrió. La élite empresarial mexicana ha invertido cantidades récord de dinero en el país y ha apoyado la promesa que hizo el mandatario de un renacimiento económico. Así han generado un espacio de oportunidad en el entorno lleno de escándalos que atormenta al presidente. Sin embargo, Peña Nieto necesitaba algo más de los principales líderes empresariales del país, quizá sus aliados más importantes. Necesitaba lealtad. De acuerdo con cinco personas que narraron la reunión privada que se realizó el 11 de mayo en Los Pinos, el presidente se dirigió a Claudio X. González Laporte, un empresario respetado en México. Tu hijo, le dijo el presidente, debería dejar de ser tan crítico con el gobierno… La sociedad civil no debe pasar tanto tiempo hablando de corrupción".

De acuerdo con la lógica sexenal, "lo bueno cuenta y cuenta mucho", el gran legado del gobierno de Peña Nieto es la corrupción con mayúsculas. Tanto así, que hasta podemos pensar que la dictadura, palabra que los millennials no entenderán, era menos corrupta que los gobiernos posteriores al año 2000.

La corrupción en México, es una práctica común, bien extendida y altamente rentable, que por momentos, parece casi un derecho entre los gobernantes. A pocos días haber tomado posesión, un alcalde del Norte de México afirma sin tapujos ante uno de sus directores: "Nos vamos hacer millonarios". Sobre ese mismo personaje, un taxista me dijo hace varios meses: "Si antes traía relojes de 130 mil pesos, ahora como gobernador va a traer de un millón". Aunque la corrupción gubernamental no es la única, sí es la más amplia e impune, no importa el partido, aunque siempre hay diferencias y matices. Por ejemplo, a lado del Partido Verde Ecologista de México, que de ecologista no tiene nada, el PRI y el PAN parecen honestos.

El diseño moderno de las democracias tiene los poderes divididos a fin de hacer pesos y contrapesos. Vigilar al vigilante según la referencia antigua. Sin embargo, los poderes divididos en México, como el Congreso y la Auditoría Superior de la Federación, o el poder judicial, se comportan como un solo poder contra los ciudadanos. En la práctica, se protegen unos a otros, por lo mismo, en vez de vigilantes, son cómplices de un sistema de gobierno diseñado por y para la corrupción. Ahí está el caso de Raúl Cervantes, el procurador que no vendió su Ferrari, y ahora aspira al súper poder de la fiscalía anticorrupción. Como verán, esa novísima institución nace intencionalmente muerta. Y sin embargo, no pasa nada. Dicen que en la política no hay casualidades, de esa manera, en 2014, tras su primer viaje a China como presidente, nos enteramos de la casa blanca. A partir de ahí, el cleptómano, sólo reafirmó la cleptocracia. Nuevamente, otro viaje a China es la ocasión para enterarnos de una red de corrupción que "ordeña" los recursos públicos por varios miles de millones de pesos. El dinero para combatir la pobreza no llega. Universidades públicas que se prestan para el atraco millonario. Empresas fantasmas. Y sin embargo, no pasa nada. De esto y mucho más da cuenta la investigación de Animal Político, "La estafa maestra". Vuelvo al principio, ¡todavía le queda un año! No cabe duda que los mexicanos somos un pueblo muy aguantador.

Nos vemos en Twitter, @uncuadros

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