(Primera parte)
"Al minero, que desde la entraña de la tierra ilumina con su esfuerzo el destino de México".
Provengo de un pueblo minero, Nueva Rosita, Coahuila, mi primera población ubicada en el Centro de la Región Carbonífera, de donde salí hace casi 49 años, fundada en los primeros años del siglo y milenio pasado con el nombre de Rosita.
Sin embargo, al agotarse los cinco tiros que se habían abierto y como el carbón de Koque, principal riqueza de toda la región, ya se encontraba muy retirado de la población, optó la empresa minera Asarco por abrir un nuevo tiro, el número 6, a pocos kilómetros de la población original, optando por cambiarle de nombre a Nueva Rosita, donde en sus buenos tiempos se llegó a registrar una población de trabajadores que sobrepasaba los cinco mil empleados.
Hace 83 años, después de muchas luchas obrero patronales desatadas en diferentes partes del país, se elabora la escritura constitutiva para quedar legalmente integrado el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, hecho registrado en Pachuca, Hidalgo, ciudad donde quedó integrada la Sección No. 1 y en Real del Monte la Sección No. 2, pertenecientes a los obreros que trabajaban en la Cía. Minera Real de Monte de Pachuca. Años después, se escoge este día para celebrar en el ámbito nacional el Día del Minero.
Historia del sindicalismo. Aún cuando en la Edad Media ya existían determinadas formas de organizaciones de trabajadores como los registradas en Francia, los sindicatos propiamente dichos se empezaron a integrar hasta los inicios del siglo XVIII, siendo Inglaterra, Francia, Alemania y España los pioneros de estas agrupaciones.
En México, la historia del sindicalismo se inicia precisamente por un numeroso grupo minero el 1 de junio de 1906 en Cananea, Sonora, cuando un conglomerado de trabajadores de la Cananea Consolidated, Coper, Co., se amotinaron a la salida de la mina y prorrumpieron gritando: "Cinco pesos diarios y ocho horas de trabajo". ¡Viva México! Estas fueron las primeras manifestaciones de enérgica protesta contra los abusos de una empresa minera extranjera.
A las diez horas de ese trágico 1 de junio de 1906, en las oficinas de la comisaría, los representantes de más de dos mil trabajadores, encabezadas por Esteban Baca Calderón y Manuel M. Dieguez, entre otros, se presentaron ante el apoderado de la empresa, Lic. Pedro D. Robles, para presentar el pliego petitorio y la queja de sus compañeros: "Estaban inconformes con la preponderancia y la diferencia de los salarios que los extranjeros gozaban, con las largas jornadas de 10 y 12 horas y con los salarios de tres pesos diarios, siendo que a los extranjeros se les pagaban siete dólares por jornada".