Hasta hace unos pocos años, la palabra sexagenario tenía un sentido de minusvalía; se trataba de los viejos, enfermos, olvidadizos y desempleados, quienes representaban hasta una carga para los familiares.
Hoy, el calificativo no se ajusta a la edad cronológica y es evidente que muchos sexagenarios nos mantenemos en buenas condiciones físicas, independientes y productivos.
La palabra jubilación, popularmente es aplicaba como sinónimo de viejo enfermo o dependiente de familiares menores, por lo tanto, condenado a la renunciación de muchas de las alegrías y placeres lícitos que da la vida; pero eso ha cambiado en el siglo XXI.
Debo aclarar que lo escrito a continuación se refiere, desafortunadamente, a minorías de los sexagenarios en México; aquellos que han podido sortear los avatares de la vida y contar con el apoyo y/o los recursos necesarios para hacerlo. ¿Qué triste, verdad?
El mundo está envejeciendo y en México sucede igual; pronto, los mayores de sesenta años seremos hasta un 30 % de la población, quienes requerimos trato diferente y servicios públicos acordes con nuestra edad.
La mala noticia es que no estamos preparados, ni haciendo lo suficiente para prevenir esa necesidad, porque es tema del futuro, que no le importa a los politiqueros que viven su "aquí y ahora".
Con nuestra presencia -inclúyame por favor- estamos provocando cambios en las disposiciones de organización social, laboral y familiar; los resultados siguen la ley del péndulo y del tradicionalismo estamos corriendo al de la liberalidad.
Considere que los ahora llamados adultos mayores tenemos particularidades físicas diferentes a las presentadas por los viejos de antes; la tecnología médica nos ha revitalizado y quienes debiéramos estar muertos, andamos por la vida derrochando salud más que aceptable.
Le presento algunos ejemplos a dialogar, de eventos de la vida común, que empezamos a observar:
En el plano familiar, los viejos siguen ejerciendo efectivamente su autoridad y cada vez vemos menos viudas atendiendo a sus hijos pequeños. El lado negativo lo representan las conductas irresponsables, desobligadas, esas que siempre han existido y ahora se prolongan en algunos casos, con esos viejos egoístas, sobrevivientes, haciendo sufrir y dañando a los menores.
En el plano social, los adultos mayores ocupamos espacios que antes quedaban libres por la muerte o incapacidad. Ahora requerimos de mejores servicios públicos, acorde a nuestras necesidades y gustos, haciendo necesaria la inversión comunitaria extraordinaria para atendernos.
El mejor ejemplo son las actividades que se organizan los fines de semana en parques y jardines de las ciudades, caso de encuentros, bailes y concursos, ocupando espacios que pierden los jóvenes, como las canchas deportivas que ahora están techadas por moda política.
En ese mismo plano aparece la necesidad de legislar para ordenar la convivencia de los ciudadanos; las vías y reglamentos de circulación, accesos peatonales, transportes públicos y otras disposiciones requieren de adaptación para el servicio del adulto mayor.
Como aún somos minoría y nuestros votos son pocos, los administradores públicos dejan nuestras necesidades para que los atiendan quienes posteriormente lleguen al poder. Si acaso ven en nosotros posibilidades de imagen y ante la pobreza vivida, entregan bonos miserables a cambio de votos ; así, los más necesitados "rinden la plaza".
En el campo laboral, la presencia de adultos mayores en buenas condiciones físicas e intelectuales, ha creado un cuello de botella en el escalonamiento de ascenso a mejores puestos; ahora, los sesentones y de más años, siguen ocupando direcciones en empresas o direcciones en dependencias oficiales; los menores deben esperar y sujetarse a los deseos de jubilación de los mayores. Algunos mueren "sin soltar el hueso".
En la mayoría de los casos, la presencia de esos mayores es importante para la organización social, familiar o laboral; de hecho, su experiencia y conocimiento permiten tomar decisiones más mesuradas y consecuentemente menos arriesgadas para la empresa; su presencia de respeto, da orden en la vida familiar y la convivencia social, sin dejar de mencionar la fuerza moral, de amor y ánimo que reparten; sin embargo, el "atore" existe.
El algunos países altamente desarrollados, caso de Japón y algunos de los llamados fríos, la presencia de los ancianos representa una fuerte inversión para su aplicación en pensiones y servicios de asistencia; en México, en pocos años estaremos en esa situación y esa es una de las razones -además de la crisis económica- por las que el gobierno federal y sus dependencias médico-asistenciales estén buscando soluciones.
Sé que estoy tratando un tema que puede parecer insensible y hasta cruel, pero es real y habrá que atender el fenómeno en tiempo, antes de que sea un problema grave.
En tanto, si usted vive el caso -como adulto o joven- disfrute del afecto, la experiencia y el amor que puede entregarle el viejo, que en este tiempo no es poca cosa. ¿Le parece difícil la realidad?