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Mal y deidades: Unas notas

ARNOLDO KRAUS

Muchas preguntas actuales remedan cuestiones viejas. Epicuro de Samos fue un filósofo griego que vivió entre 341 a.C. y 270 antes de nuestra era. Desde entonces han transcurrido 23 siglos. Epicuro escribió sobre el hedonismo, el atomismo, el placer (epicureísmo significa, "Refinado egoísmo que busca el placer exento de todo dolor") y fue el primer exponente sobre el problema del Mal.

En la actualidad no hay día sin Mal; sin Mal como fenómeno producido por el ser humano, no por la Naturaleza, y tema meritorio de intrincadas y en ocasiones imposibles explicaciones: decapitaciones, violaciones de niñas, niños muertos por inanición, seres humanos quemados vivos, cientos de miles de muertos en luchas fratricidas, genocidios, etcétera.

Para los creyentes que cuestionan algunas normas, el problema fundamental radica en la incompatibilidad de dos atributos de Dios: el de la omnipotencia y el de la bondad. Los estudiantes de Teodicea -Teología fundada en los principios de la razón- deben discernir acerca de las posturas de Dios frente al Mal. De acuerdo a Epicuro el problema es el siguiente: Al hablar del Mal, Dios, 1) Quiere eliminarlo pero no puede. 2) Es capaz, pero no desea hacerlo. 3) Puede y desea hacerlo. 4) No es capaz ni desea hacerlo.

Esos cuatro dilemas encierran todos los vínculos posibles entre los designios y el poder de Dios frente a la realidad del Mal. La respuesta a las cuestiones, siguiendo a Epicuro y a quienes han cavilado sobre el tema son: 1) Dios no es omnipotente. 2) No es bondadoso, es malévolo. 3) Si puede y lo hace, entonces, ¿de dónde surge el Mal, por qué persiste y por qué Dios no lo elimina? 4) Si no es capaz de eliminarlo entonces no es ni omnipotente ni moralmente perfecto ni bondadoso.

La paradoja -idea opuesta a la opinión común de las personas- planteada por Epicuro es genial: Ofrece, sin maniqueísmo, una versión íntegra del problema del Mal frente a los poderes de Dios. Sus planteamientos son actuales, no se han gastado con el paso del tiempo. Ante el triste y siniestro panorama contemporáneo, aunque sea imposible encontrar la respuesta adecuada, merecen repensarse.

No es Dios ni son sus feligreses los responsables del desorden y las miserias actuales. Son, en cambio, los discursos y las acciones de algunos de sus representantes los culpables de perpetuar el Poder insano, la pobreza extrema, la desigualdad, la falta de oportunidades. Poder, en el contexto actual, suma políticos y ministros religiosos, dualidad siniestra y presente por doquier. Basta ver Leviatán, la película dirigida por Andrey Zyagintsev. El filme, ubicado en Rusia -pudo haberse filmado en México- demuestra el daño que produce la connivencia política y económica entre un alcalde corrupto y un ministro ortodoxo convencido de ser portador de la verdad, de la verdad de Dios, y de la mentira mutada en verdad, sotto voce, de ser cómplice de las porquerías del Poder.

Regreso al planteamiento de Epicuro. El filósofo debió agregar un apartado sobre el origen de Dios; quizás no lo hizo a sabiendas de que es inútil confrontar esa diatriba. ¿Dios creó al hombre o el ser humano creó a Dios? La respuesta divide a la población en creyentes y no creyentes. Los primeros deberían analizar la paradoja de Epicuro y decantarse por una respuesta; el brete no admite ambigüedades: sólo es posible escoger uno de los cuatro incisos. Los no creyentes pueden lidiar con el problema si son amantes de inquietudes intelectuales o de paradojas difíciles de responder; si se sienten comprometidos con el mundo y con sus congéneres, la paradoja puede utilizarse para explicar el error humano de atribuirle a Dios la responsabilidad sobre la salud del ser humano y la vigencia del Mal.

Entender que Dios no es culpable de nuestra insalubridad incitaría al ser humano a buscar a los responsables del incontenible sufrimiento de la mayoría de los habitantes de la Tierra, por ejemplo, atribuirlo al binomio de políticos y ministros religiosos.

Epicuro es vigente. Inclinarse por alguna respuesta es personal. Aunque Epicuro no eximió a Dios como responsable del Mal, vale la pena hacerlo: basta reconocer la suma de la tóxica dupla políticos-ministros religiosos.

Notas insomnes. George Orwell: "Si la libertad quiere decir algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír".

(Médico)

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