La devaluación de casi un 20 por ciento del peso mexicano con respecto al dólar ha provocado muchos dolores de cabeza al sector público y al privado, pero a diferencia de otros ajustes drásticos se está tomando con demasiada tranquilidad y pasividad.
Es cierto que este movimiento obedece más al fortalecimiento del dólar y de la economía norteamericana y no tanto a la debilidad de la mexicana.
Nuestro país mantiene un crecimiento raquítico, un estancamiento en la inversión productiva y un golpe en sus finanzas por la caída del precio del petróleo, pero las reservas en dólares son muy altas --cerca de 200 mil millones de dólares-- al tiempo que el desempleo y otras variables económicas están razonablemente estables.
El dólar se apreció contra prácticamente todas las monedas del mundo por la sencilla razón que sus empresas van a la alza, su desempleo a la baja y su economía registra un crecimiento consistente que indica que la dramática crisis financiera de 2008 ha sido totalmente superada.
Esto presagia un próximo aumento en las tasas de interés en la banca norteamericana lo que provocará flujos de capitales hacia Estados Unidos para fortalecer sus finanzas, su planta productiva, el empleo y por supuesto su moneda.
De manera inusitada el euro cotiza casi a la par del dólar -tal como sucedió al nacer en el año 2000-y a diferencia del 1.38 dólares que costaba en los primeros meses de 2014. También el yen japonés se ha devaluado más del 20 por ciento mientras que otras monedas latinoamericanas andan por la calle de la amargura.
El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, afirmó que el peso ha sido una de las monedas menos afectadas en el vendaval mundial y que por tratarse de un fenómeno global no es un tema de preocupación.
En realidad sí debiera preocuparle a Videgaray por los efectos que seguramente acarreará, pero además porque esta devaluación representa una brillante oportunidad para que la economía mexicana tome ventaja en varios sentidos.
Son muchísimos los sectores que se benefician con una devaluación del peso, entre ellos el turismo, la agricultura de exportación, la industria maquiladora y regiones como la fronteriza que registran grandes flujos de dólares día tras día.
La inversión extranjera es otro rubro que podría detonar si Videgaray y sus huestes se ponen las pilas como lo han hecho otros países visionarios como China, Estados Unidos y Canadá, estos dos últimos socios comerciales de México.
Salvo un repunte significativo en el 2013, debido a la venta del Grupo Modelo, México registró en los años recientes un promedio de 20 a 30 mil millones de dólares en inversión extranjera.
Pero el gigante China recibió en el mismo año inversión extranjera directa por más de 347 mil millones de dólares mientras que en Estados Unidos este rubro ascendió a los 294 mil millones de dólares.
Videgaray insiste en mantener la despiadada Reforma Fiscal de 2014, pero en ningún momento habla de crear estímulos fiscales para inversiones nacionales e internacionales. ¿Por qué no aprovechar la coyuntura de un peso barato para atraer capitales, fomentar la creación de empresas y de los empleos que urgen al país?
Los incentivos para la industria maquiladora funcionaron durante años y promovieron el desarrollo en varias regiones, lamentablemente muchos de esos negocios emigraron a otras latitudes porque los estímulos desaparecieron.
Siempre se ha dicho que cuando Estados Unidos sufre un resfriado en México nos da pulmonía, pues bien ahora que el vecino del norte se recupera hay que sentar las bases para que nuestro país aproveche el momento y recupere el tiempo perdido.
Las reformas estructurales ya están hechas, ahora falta que el gobierno mexicano, en alianza con el sector privado, promueva con creatividad y audacia la inversión nacional y la extranjera. No dejemos pasar otros veinte años de crecimiento económico raquítico.
APUNTE FINAL
Vaya que le ha llovido al presidente Enrique Peña Nieto y a su gobierno por llevar 200 invitados a su gira por Inglaterra en donde su la primera dama Angélica Rivera y sus hijas lucieron flamantes vestidos de varios miles de dólares que seguramente fueron pagados por nuestros impuestos. Hasta cuando, pues.
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