Empiezo con una pregunta comprometedora: ¿cree que existe el diablo?
En semanas anteriores, mi "maestro de paciencia", el arquitecto Gregorio Muñoz, me obsequió un libro: "Satán, una biografía", escrito por Yehuda Berg, un rabino radicado en Los Ángeles, California, educado en Israel, fundador del Centro de la Kabbalah y escritor; "enemigo de las religiones", como él mismo se define.
El rabino Yehuda escribe que el origen de la palabra satán es judío, de Hasatán, nombre que daban los antiguos israelitas al mal, el opositor, a las acciones perversas de cada quien, más que llamarse así el personaje en cuestión.
Curiosamente, en nuestra Biblia, cuando nos refiere al demonio, caso de la expulsión del mismo del cuerpo de un poseso y que Jesús le permite entrar a los cerdos, el príncipe de las tinieblas le contesta a la pregunta de ¿cómo te llamas?, diciéndole: "nos llamamos multitud". El enojo de los habitantes de Gad estaba justificado en el plano material, pues otro escritor refiere que se despeñaron alrededor de 2,000 cerdos, patrimonio de los habitantes del lugar.
Ese "chamuco", apelativo impuesto por nuestros antecesores, también le han llamado "luz bella" y cuenta la historia que se refiere al lugar preferencial que tenía en el cielo, como el arcángel de alta investidura que era; la bella luz, refiriéndose a la hermosura del ángel malvado.
Yehuda no está de acuerdo y refiere el origen del nombre a "Luxllucis", luz y "Ferre" traer, "el que trae la luz". Usted elija.
Otra referencia leída, describe la costumbre de los antiguos judíos, quienes tenían la tradición de "contar sus pecados" a un cabrito, el que luego era abandonado en el campo para que fuera devorado por los animales salvajes. ¿Qué cómodo, verdad?
Los cristianos reconocemos al demonio, chamuco, diablo, satán, satanás o Hasatán - como usted quiera llamarle- como una entidad que promueve el mal, el lado oscuro que hay en cada uno de nosotros y a eso se refiere el libro, donde el autor nos habla en su nombre y le hace decirnos: "yo soy tu amigo, el camino a la salvación, cuando pongo las tentaciones para que las venzas y seas así más perfecto", sujeto de salvación.
Otros niegan se trate de una entidad y le dan caracterización psicológica; la tendencia que tenemos al mal, aunque estemos hechos -filosóficamente- para hacer el bien.
Se trata de ejercer nuestra libertad; el libre albedrío del que fuimos dotados por la propia naturaleza o por Dios, según crea. El filósofo Llano Cifuentes, afirmaba que la libertad deja únicamente la oportunidad de hacer el bien, ya que actuar mal corresponde al libertinaje.
Lo cierto es que los humanos de la actualidad hemos abandonado el equilibrio existente entre el humanismo, la ciencia y la técnica; ahora sabemos más por los descubrimientos -la palabra invento es sólo una declaración de vanidad- de la ciencia, aplicados a la técnica y estamos olvidando nuestra esencia humana, descrita por los filósofos antiguos: buscar el bien, la verdad, la justicia... el amor.
En esa medida, debemos avanzar la superación como animales racionales que dicen somos: hacer el bien y evitar el mal; comprender que la felicidad está en darse y no sólo dar; amar al prójimo con actos y no sólo por definición; educar con amor maduro y no el permisivo que de fondo busca el perdón. ¿Lo estamos haciendo?
Otros pensadores argumentan que el demonio, tuvo la gran ocurrencia de inventar el dinero y con ello despertar en nosotros sentimientos negativos, como la ambición, la avaricia, el deseo insano de poseer y amasar fortunas para administrar poder, aún por encima del bien común, olvidando la esencia de la vida del humano: saber, de conocer; y sabor, de saborear.
Don Pedro Valdés, patriarca de la Colonia Española, en alguna ocasión, pidiendo apoyo para causas filantrópicas, fue maltratado por un hombre rico. Al preguntarle sobre lo acontecido, con serenidad contestó: "no es importante, hay ricos y riquillos; los primeros saben para qué es el dinero y los segundos creen que es de ellos". ¿Cuántos humanos han perdido la oportunidad de trascender por causa del apego irracional al dinero?
El deseo de poseer ha rebasado al propósito de ser; el ansia de tener, para consumir, ha escondido el fin de alcanzar la felicidad verdadera, otro truco de satanás, según Yehuda.
Luego, Hasatán nos ha enseña que la ostentación de bienes y posiciones sociales son signos evidentes de éxito, haciéndonos olvidar que "no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita".
Le propongo un experimento: revise la basura producida en su casa durante un día y sorpréndase de las cosas innecesarias que consumimos.
Le invito a reflexionar sobre el tema, recordándole que "el diablo sabe a quién se le aparece" ¿Usted cree en el chamuco?