
Aniversario luctuoso. El año pasado se cumplieron 70 años de la enigmática muerte del escritor Antonie de Saint-Exupéry.
El Principito, uno de los libros más leídos por niños, jóvenes y adultos en todo el mundo, con traducciones a más de 250 idiomas, es desde este 2015 una obra de dominio público.
Cada 1 de enero, la Fundación Open Knowledge da a conocer en su sitio publicdomainreview.org los nuevos títulos de libros, autores, obras de arte, artistas, canciones y compositores que pasan a ser de dominio público.
En casi todos los países de Europa y en Estados Unidos, una obra se vuelve de dominio público 70 años después de la muerte de su autor, sin embargo en México es a los 100 años.
Este 2015, junto a las obras de Antoine de Saint-Exupéry (quien falleció en 1944) han pasado a formar parte del dominio público, entre otras, las pinturas de Wassily Kandinsky y Edvard Munch y las partituras de Glenn Miller (también fallecidos en 1944), así como los libros del británico Ian Flemming, autor de las novelas de James Bond (en Inglaterra pasan a dominio público a los 50 años de la muerte del autor).
El dominio público persigue que las personas puedan beneficiarse de los contenidos de una obra; ha sido impulsado por organizaciones internacionales como la UNESCO y por distintos países, México entre ellos, que se suman a este a partir de tratados como el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, sin que por ello se perjudique el derecho de autor. Al contrario.
¿HASTA DÓNDE LLEGA EL DOMINIO PÚBLICO?
Pero aunque la frase "dominio público" por sí sola sugiere que cualquier persona puede tomar esa obra, usarla para producir e incluso vender nuevas ediciones -siempre y cuando nunca se vulneren los derechos morales, como dar crédito a su autor- el ejercicio de este derecho se ve limitado, entre otras cosas, por las marcas registradas.
Es marca registrada, por ejemplo, el personaje de James Bond, también Mickey Mouse.
No es de extrañar que ambas lo sean, tomando en cuenta lo que representan en cuanto a venta de películas, 'dvds', revistas, ropa y toda clase de parafernalia.
Pero sí resulta más sorprendente que el pequeño príncipe, el zorro e incluso la rosa de la obra de Saint-Exupéry hayan pasado a ser marcas registradas.
Cuando se prepara el estreno este año de un nuevo filme sobre la historia del escritor y aviador francés, y ante la inminente entrada de la obra a la categoría de dominio público, desde 2014 los sobrinos del escritor (copropietarios de los derechos) tramitaron como marca registrada también las ilustraciones del libro.
Esto impide que entonces se pueda disponer de esos materiales.
No es posible tampoco tomar el nombre "El Principito", puesto que esto es parte de la traducción (el original era Le Petit Prince). El nombre "El Principito", protegido, es traducción de Bonifacio del Carril.
SIN MARCAS, SIN DERECHOS
Alberto Bremermann, abogado por la UNAM, con maestría en Propiedad Intelectual y Art Law en la Benjamin N. Cardozo School of Law de Nueva York, explica que lo que se busca con el dominio público es un mayor beneficio, colectivo, de los conocimientos y contenidos que guarda una obra de arte.
"El dominio público nos beneficia a todos. Es extensión del conocimiento, es la posibilidad de utilizar material, sin ningún tipo de problema, para crear algo nuevo".
Sin embargo, dado que en México son 100 años, de acuerdo con la Ley Federal del Derecho de Autor (de 1996) tardará mucho que un gran número de obras sean públicas. Además, los ciudadanos no disponen de una base de datos sobre todas las obras que se vuelven patrimoniales.
Bremermann comenta que "toma mucho tiempo investigar y puede pasar que si se hace una mala búsqueda se infrinjan los derechos de una persona, o puede que se piense que los derechos tienen dueño cuando no es así. México carece de un lugar que, con claridad, tenga qué ha entrado o qué no al dominio público. El problema es que puede tomar demasiado tiempo y recursos. En Indautor (Instituto Nacional del Derecho de Autor) se puede solicitar que se rastreen si son libres los derechos de una obra, pagas y te dicen; pero, ojo: sólo para obras que están registradas ante el Instituto."
LOS VERDADEROS BENEFICIARIOS
Una duda frecuente es si el dominio público que, por ejemplo en México, es de 100 años, abarca todas las obras o sólo las de hechas en México. La abogada Norma Rojas, titular del Órgano Interno de Control en el Fondo de Cultura Económica, aclara que aunque ni la ley ni el tratado de Berna dicen nada al respecto, se mantiene la protección durante 100 años "porque lo que hace siempre una ley es proteger los derechos. Allá (en Europa o Estados Unidos) un libro como "El Principito" perdió los derechos, pero acá aún los tiene. La razón es que todas las leyes tienen lo que se llama el bien jurídico tutelado y en este caso son el autor y su obra".
Aunque en principio la idea es que por un mayor número de años haya más protección al autor y a los dueños de los derechos, esto no siempre es así. El abogado Alberto Bremermann explica: "Lo que hoy pasa es que no necesariamente el más beneficiado es el autor mismo sino las industrias. En música, por ejemplo, se benefician las disqueras y otras industrias; algo llega al artista o al compositor, pero aún pasa por otro filtro que es el de las sociedades de gestión colectiva. En este largo proceso el mayor beneficiado es una industria; el desarrollador original recibe un beneficio muy pequeño. Cuando no hay obras de dominio público, la producción de nuevas obras se ve disminuida porque hay que pagar costos por derechos que son imposibles. Como no hay dominio público, todo tiene un titular de derechos de autor, hay que pagar a ese titular todo".
ALBERTO BREMERMANN
Sin derechos
Más autores de dominio público en Europa:
⇒ Wassily Kandinsky (pintor).
⇒ Edvard Munch (pintor).
⇒ Glenn Miller (compositor).
⇒ Ian Flemming (escritor).