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Cambio de uso de suelo en los matorrales

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Si usted se da una vuelta por los alrededores de la Comarca Lagunera, encontrará que la vegetación que predomina es la de los matorrales. Plantas con hojas diminutas, cubiertas con una capa de resina para evitar la pérdida de agua, plantas suculentas que han aprovechado el agua de lluvia para hincharse con ella hasta más no poder, arbustos y pequeños árboles con raíces buscadoras de humedad, son sólo una muestra de lo que usted y yo podríamos observar más allá de la ciudad y sus cultivos. Estamos rodeados de arbustos, cactus, agaves, yucas y nopaleras, plantas adaptadas al desierto, capaces de enfrentar con éxito la más severa de las sequías, y sin embargo, nos pasan desapercibidas.

Recuerdo que en una ocasión, después de haber sufrido las inclemencias de una helada negra, el color verde intenso de los laureles y los ficus se apagó, se volvieron pardos y se tuvieron que llevar al tiradero. Las ciudades se volvieron un peladero, y el único verde que veíamos era el de algunas paredes deslavadas y decoloradas por la lluvia y el sol, era una tragedia. Algunas personas sintieron temor, se cuestionaban si la desaparición de la mayoría de los árboles de jardines y plazas, y de muchos cultivos también, nos iba a afectar por la disminución de oxigeno que consecuentemente ocurriría en nuestra atmósfera. Se pensaba erróneamente, que este servicio ambiental de proveernos de oxígeno o de una buena calidad del aire, provenía de la vegetación que plantamos o sembramos, pues no, los matorrales estaban ahí después de la helada, trabajando en su alimentación y de paso, proveyéndonos del vital elemento.

Quizá este desdén o desconocimiento, se manifiesta cuando de manera insustentable se desmontan ilegalmente los matorrales. Al igual que en los bosques y selvas, el establecimiento de cultivos en las tierras de matorral, incluye la remoción total de la vegetación. Muchas veces, el agua de riego se termina y lo que queda son suelos desnudos expuestos al sol, viento y lluvias, ocasionando su erosión. Muchas políticas públicas han impulsado el desmonte y degradación de los matorrales, sólo recordemos aquel lema político: "que sólo los caminos queden sin sembrar" o "convirtamos el desierto en un vergel". Nada más alejado de la sustentabilidad, los desiertos mexicanos son ricos en biodiversidad, mucha de la cual es endémica, esto es, que sólo se puede encontrar en nuestros desiertos.

Cuando el matorral está sano, evita que el suelo se pierda, cuando no es así, nos damos cuenta muy pronto. Recordemos la tolvanera de hace unos días, esa impresionante columna de tierra que avanzaba rápidamente cubriendo las ciudades, sólo es una muestra de la degradación y deterioro de los matorrales en la periferia de la Comarca.

A diferencia de los bosques y selvas, en los matorrales áridos y semiáridos no se sabe con certeza el ritmo con el que son transformados a otros usos del suelo. Esto se debe a que su principal uso es la ganadería extensiva, la cual transforma lentamente a los matorrales, no obstante, de acuerdo con expertos de la UNAM, este nivel de degradación no es despreciable ya que los matorrales modificados o alterados ocupan 41 mil kilómetros cuadrados, una extensión similar a la de Yucatán o Quintana Roo.

Los matorrales desérticos son ecosistemas muy frágiles y vulnerables. Los científicos señalan que los ritmos ecológicos de los desiertos son de los más lentos del mundo, lo que significa "que los efectos de las actividades humanas tarden mucho tiempo en desaparecer del ecosistema y que se vayan acumulando a través del tiempo". Ocasionando lo que conocemos como desertificación, proceso que se caracteriza por una profunda alteración y degradación de su vegetación y suelo. Esto desencadena cambios en las condiciones ambientales como la temperatura por ejemplo que se torna más alta y genera mayor resequedad en el ambiente, en estos casos, la vegetación original desaparece y se establecen nuevas especies de plantas y animales aún más áridas.

Desde siempre el hombre transformó los ecosistemas provocando su desertificación, un ejemplo de esto son los eriazos libaneses, antes espléndidos bosques de cedro, aunque, es probable también que la tendencia natural del lugar haya conducido a esa extrema modificación. Por eso, la definición más aceptada de "desertificación incluye la degradación y deterioro ambiental de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como resultado de diferentes factores, incluyendo las variaciones climáticas y las actividades humanas", (Conferencia de las Naciones Unidas para el Combate a la Desertificación). La degradación implica tanto a la cubierta vegetal como a los suelos que la soportan.

En nuestra región, los tractores y maquinaria pesada no descansan, siguen desmontando matorrales para abrir nuevas tierras al cultivo, en una región que no puede más con la ya de por sí excesiva huella hídrica de las actividades agropecuarias, ¿serán legales estos desmontes?, ¿se concedió el cambio de uso del suelo en un lugar donde hay vocación para la agricultura intensiva?

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