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Adiós a Armando Garza SaldÍvar

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Con sorpresa, consternación y un fuerte sentimiento de autorreproche, me enteré el domingo pasado del fallecimiento de Armando Garza Saldívar. Tuve la fortuna de conocerlo y la grata oportunidad de tratarlo, al menos durante un par de años, recién que llegó al plantel Laguna de la Universidad Iberoamericana, hacia mediados de la década de los ochenta.

Por su gran calidad humana, clara vocación docente, facilidad para hacer amigos y alto sentido de responsabilidad con sus alumnos, recuerdo que Armando pronto se convirtió en uno de los profesores más estimados, favoritos y populares en la comunidad estudiantil de esa universidad.

Estudió Filosofía y entiendo que obtuvo una maestría en esta alta rama del saber por excelencia. Sin embargo, para Armando, dictar cátedra como lo hacía, no requería mostrar -y menos aún presumir- títulos y diplomas. En él, eran absolutamente innecesarias este tipo de credenciales, aunque las tenía.

Con llamado para la docencia, exponía con autoridad. Como sólo lo puede hacer quien tiene extensas lecturas, orden y claridad de pensamiento, amén de capacidad para reflexionar las cosas con profundidad. Vaya, como sólo lo puede hacer un filósofo de formación y vocación, por ser el especialista en la búsqueda de la verdad por sus últimas causas. Rasgos sin duda del perfil de Armando Garza.

En sus primeros años en la Ibero Laguna, Armando impartía -desconozco si lo siguió haciendo- una materia de las llamadas áreas de integración denominada "El Hombre y su muerte". No precisamente de Tanatología, hoy -explicablemente por otras razones- tan en boga. No, no era ésta la esencia de ese breve pero interesantísimo curso. Consistía en abordar desde todas las ópticas filosóficas y religiosas, con su correspondiente repaso histórico, el tema central de la vida humana, que es su muerte. Era entonces un curso con tanta demanda, que se hacía necesario esperar turno para poder inscribirse en él. El tema en sí es interesante; y eran soberbias por lo magnífico, cada una de sus exposiciones.

Por mis actividades ocupacionales y casi permanente ausencia de la región, perdí toda comunicación con él durante el último cuarto de siglo. Reincorporado a la Comarca casi ya de fijo desde hace poco más de un año, en los últimos meses tuve el propósito de buscarlo para conversar. Era sencillamente una delicia platicar con él. Hoy lamento no haberlo hecho.

Siempre me desconcertó, dada su calidad intelectual, no ver publicados textos suyos. Supongo que no era ágrafo. Además de un merecido homenaje, que ojalá sea pronto, es necesario solicitar a su familia ver qué dejó escrito, ordenar el material que se encuentre y publicarlo si está de acuerdo. Será otra forma de tributarle reconocimiento y que permanezca siempre su recuerdo entre nosotros.

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