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Costumbres laguneras extintas

SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

Un artículo periodístico local, fechado el 8 de marzo de 1926, constituye un claro ejemplo de la falta de respeto con la que algunos torreonenses de la época, pues suponemos que el redactor lo era, miraban la cultura de los pobladores rurales de la región.

Los comentarios surgieron a raíz del ensayo que, en el Tajo del Coyote, algunos hombres realizaban para representar la tradicional “Morisma” zacatecana.

El artículo, que ocupaba la sexta columna de la página principal del diario, y continuaba en la cuarta de la página seis, decía en su encabezado “Preparativos de la Morisma.

Ayer, en el Tajo del Coyote, numerosos hombres del pueblo estaban ensayando. Pésima costumbre. La tal morisma, las danzas y los coloquios deben desaparecer de Torreón”.

De entrada, con el solo título de la nota, sabemos de antemano cual será el tenor del contenido. Como contexto del panorama nacional y regional, mencionaremos que en 1926, comenzaban las tensiones entre la jerarquía de la Iglesia Católica Mexicana y el gobierno nacional, las cuales desembocarían en “La Cristiada”. El artículo periodístico no aparece firmado.

Como era de esperarse, el artículo arremete contra las manifestaciones externas del culto católico. Lo interesante, además de la crítica que dirige a la cultura religiosa popular del campo lagunero, es que da testimonio de estas costumbres en 1926.

Por su marcada tendencia jacobina, por su falta de respeto a la existencia de las culturas “alternas” (en este caso, la cultura popular rural), bien vale la pena reproducir parte del texto:

“El día de ayer tuvimos oportunidad de presenciar una de esas cosas que en verdad nosotros creíamos que ya habían sido olvidadas por las gentes de nuestras clases humildes, quienes año tras año, al acercarse alguna festividad religiosa, organizan “danzas”, “morismas”, “coloquios”, “pastorelas” y quién sabe cuántas otras cosas más de culto externo. Decimos de culto externo, porque en las “danzas”, “coloquios” y “pastorelas”, se colocan imágenes de santos, cruces y otras reliquias religiosas”.

“Por lo que respecta a las típicas ‘danzas’, los individuos que toman parte en ellas se ponen indumentarias estrafalarias y pintorescas, no faltando la “malinche” y el “viejo”, que bailan al compás de un violín desvencijado que desgrana notas chillantes, y que sólo son comprendidas por los “danzantes” que cuando bailan [van] haciendo contorsiones y muecas grotescas y ridículas, al igual que los que acostumbran aun los pueblos salvajes de Australia y del África incivilizada”.

El texto es muy largo para transcribirlo íntegramente en este espacio. Pero el autor, entre muchas otras cosas, menciona, al llegar al puente del tajo “El Coyote”, a “medio centenar de individuos y muchachos, que enarbolando banderas de todos colores y portando sendos palos, pretendían marcar el paso militar obedeciendo las notas de cornetas y tambores. Intrigados por esto, preguntamos de qué se trataba, habiéndonos dicho que eran los ensayos de “la morisma” que año tras año se celebra en honor de San Juan Bautista”.

Este dato es de suyo muy interesante, ya que denota la gran presencia zacatecana en la cultura regional lagunera (baste saber que la popular “reliquia” lagunera de asado de puerco y siete sopas, es de origen zacatecano). También

muestra los vestigios de una cultura colonial que celebraba el triunfo de españoles contra moros, y del “cristianismo” contra los “infieles”.

Con el paso de los siglos, estas representaciones se fueron tiñendo con los colores de los uniformes franceses y de los soldados invasores, reales o imaginarios.

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