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PERFIL DE LA IDENTIDAD LAGUNERA

ALBERTO GONZÁLEZ DOMENE

Los rasgos personales y sociales que caracterizan al hombre de La Laguna son únicos en su conjunto y forman un solo perfil de personalidad, individual y social, que le diferencia de otras idiosincrasias en el contexto nacional e internacional.

Este perfil es único, igual que la Región indivisible que le dio origen, conformada, en su geografía e historia, por las cuencas de sus dos ríos y por haber sido poblada por hombres valerosos y esforzados que forjaron una identidad propia.

Este perfil "señero e indiviso", fue originado en Santa María de las Parras y conserva la herencia brava de gallardos aborígenes y valientes pioneros que, allegados de todos los confines de la tierra, crearon un emporio de riqueza agropecuaria formando su propia identidad, a base de fe, esfuerzo y trabajo, luchando contra la adversidad.

Este perfil de características específicamente laguneras, fue definido, después de treinta años de observación constante, por José Ignacio Mijares, el 25 de enero de 1826, cuando la Comarca Lagunera comenzaba a integrarse económica y socialmente. Entonces, mostró el carácter du sus gentes, definido con catorce adjetivos, y sus sinónimos, aparecidos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Castellana, en su Quinta Edición de 1817.

Con ellos, Don José Ignacio sentenció: el Hombre del país de La Laguna es activo (eficaz), enérgico (decidido), intelectual (inteligente), especulativo (arriesgado), profundo (analítico), emprendedor (creativo), austero (templado), fiel (franco y confiable), social (amable), noble (de corazón), generoso (espléndido), recto (justo y firme), valiente (arrojado) y religioso (cumplido).

Observamos, que este perfil corresponde al comportamiento general de la etnia colonizadora del Norte de México, formada por férreos hombres vascos españoles, que no se arredraron ante el peligro y el obstáculo hasta colonizar y evangelizar a nuestros nativos aborígenes, imponiéndose a su hostilidad de indomables tribus nómadas que habitaron la aridez del desierto; mezclaron su sangre con la de indios tlaxcaltecas, a fin de pacificarlos y crear con ellos un verdadero oasis de viñedos, una sola idiosincrasia, un indómito carácter y un espíritu solidario que contagió a quienes se allegaron, guiados por el señuelo del oro blanco, para conquistar la bonanza y el progreso en el desierto.

Así se forjó el carácter propio de nuestra Comarca con un modo propio de ser, de pensar y de actuar.

El carácter indómito primitivo del aborigen, complementado por el observado por José Ignacio Mijares, produjo un perfil lagunero *enérgico, templado, valiente, arrojado, noble y severo.

Bien lo complementó el poeta Salvador Vizcaíno Hernández cuando afirmó que el hombre lagunero siguió siendo abierto, sincero y generoso.

No podemos concebir a una sociedad sin su pasado, ni un perfil social sin considerar su origen, desarrollo y expansión.

A partir del Siglo XIX y hasta fines del XX, este carácter evolucionó experimentando algunas modificaciones, aunque no sustanciales, debido a las distintas corrientes de campesinos allegados de otras regiones del país, y, desde luego, por la influencia y mezcla de distintas culturas y razas antípodas, como la china y la alemana, la norteamericana y la árabe, que vinieron de países extranjeros a convivir entre nosotros aportando su ciencia, su intelecto, su talento empresarial, su alegría y su optimismo, lo que, sin duda modificó el perfil del lagunero.

Hoy corresponde a los investigadores e historiadores aportar su diagnóstico sobre estos cambios para definir con mayor exactitud el perfil del hombre lagunero.

Alguno podrá aportar que la manera actual de ser, bronca y mitotera, obedezca a la herencia de la necesidad que tenían nuestros aborígenes de desahogar violentamente su frustración, cuando, danzando alrededor del fuego, caían exhaustos y embriagados al término de frenéticos "mitotes"; o habrá quien razone que la manera de ser derrochadora, alegre, confiada y fiestera, se originó en pleno siglo XX, debido al gozo y satisfacción provocado por grandes ganancias obtenidas en el auge especulativo algodonero, aquel esplendor que multiplicó cantinas, bares y fiestas como la de "Covadonga".

Otros pensarán que nuestro actual perfil sectario proviene del individualismo originado por el reparto de tierras, que convirtió al agricultor en propietario feudal, y no faltará quien diagnostique que esta manera egoísta de ser desaparece tornándose solidaria ante las grandes desgracias comunitarias, como la acontecida en 1968, con la irrefrenable acometida del Río Nazas.

Habrá quien explique la actitud sensible y sentimental del lagunero en las andanzas por el campo desértico, cuando el filoso cardo de la cactácea, clavado en la carne, dejaba la espina dentro de la herida, y con quejido lastimero, semejante al del canto "cardenche", fue entonado por generaciones de campesinos desahogando su soledad y abandono, o ¡qué sé yo!, por el dolor y la impotencia de haber perdido una fortuna ganada en un año al siguiente, por diferentes calamidades agropecuarias.

Y habrá quien señale que el viejo perfil religioso se originó en la herencia dejada por evangelizadores franciscanos y jesuitas, quienes, en medio de inenarrables penurias, padecieron heroicamente mil calamidades inculcando la fe cristiana a los nativos, mientras los conquistadores perseguían la bonanza y la fortuna enseñando otra forma de vida comunitaria.

O quien, finalmente, contraste esta idea asegurando que el perfil lagunero, más que religioso, es escandaloso, y fue heredado de los excesos de hombres sencillos y llanos que, sin tener nada, lo tuvieron todo de la noche a la mañana.

Lo cierto es que nuestro carácter sobrio, austero y templado se forjó al golpe de la afrenta producida por la adversidad sufrida por nuestros ancestros que se vieron obligados a caminar erguidos, dignos, de frente, invencibles, con la fe en alto, superando el dolor, la soledad y el tedio.

Los extranjeros arribados de todos los confines del planeta mezclaron su sangre con la de muchos laguneros consolidando una sola idiosincrasia, raíz que conserva la entraña del hombre del desierto como prodigio de labranza y triunfo sobre la hostilidad del medio geográfico.

Corresponde ahora a los investigadores consensuar y definir el perfil actual del lagunero para que la comunidad local lo identifique y sea consciente de sus grandes valores y defectos, para agradecer los primeros y erradicar los segundos.

El historiador Domingo Deras Torres ha manifestado su deseo de coordinar esta investigación, por lo que suplicamos a los interesados en el tema dirigirse, en aportaciones y comentarios, a su correo electrónico:([email protected].)

El triunfo económico, agropecuario, comercial e industrial de La Laguna fue resultado de una odisea de trabajo individual y colectivo realizado a golpe de esfuerzo, en cíclicos períodos de milagrosa resurrección, y forjada por varias influencias de personas y culturas antípodas que se asentaron en La Laguna para formar una nueva identidad de vida.

/"El lagunero es siempre igual, tan gentil, tan jovial, si le va bien, si le va mal, cara al Sol y al vendaval…"/

Las Investigaciones subsecuentes ampliarán nuestro perfil dejando explicadas sus posibles causas. Hoy, combativo y jovial, el lagunero conservando su herencia y remontando los obstáculos que se le presentan.

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