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Analfabetismo en México, un rezago centenario

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Analfabetismo en México, un rezago centenario

AGENCIAS

En el Día Internacional de la Alfabetización, y ante la dimensión del problema del analfabetismo en México, expertos afirman que el país tiene una deuda social con hombres y mujeres que no saben leer ni escribir, así como con los analfabetas funcionales (son 32 millones), que por rezago social no han terminado su educación primaria o secundaria.

Estos últimos representan 38.5% de la población mayor de 15 años en el país. "En términos absolutos o relativos la cifra es enorme", denuncian.

En el primer censo de población realizado en México, en 1895, había 6 millones de analfabetos. "En 118 años no hemos logrado abatir la cifra. Hoy más de 5.1 millones de mexicanos que no saben leer ni escribir", refieren José Narro Robles y David Moctezuma Navarro, en la investigación titulada Alfabetismo en México: Una deuda social.

El economista David Moctezuma asegura que si no se alcanza por lo menos el tercer grado de primaria las personas olvidan lo aprendido, incluso leer y escribir.

Existen, según datos censales, más de 550 jóvenes entre 15 y 29 años que no saben leer ni escribir en la era de la información y la comunicación.

Existen también los llamados analfabetas funcionales, que son aquellas personas que aprenden a leer y escribir, pero con el tiempo olvidan esa práctica. Eso ocurre por ejemplo con las personas que sólo estudian hasta el segundo grado de primaria.

Por ello, a los 5.4 millones de personas que no saben leer ni escribir habría que agregar los casi 3.4 millones (también mayores de 15 años) que sólo cursaron los dos primeros años de la instrucción primaria. Se trata, entonces, de 8.8 millones de mexicanos que, en realidad, son analfabetos.

"La cifra es enorme por donde se le vea", comenta el también investigador titular en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM.

A su decir, son grandes los esfuerzos que hay que hacer para abatir el analfabetismo y no se vale que en oficinas públicas se minimice el problema porque dicen afecta más a los viejos, las mujeres o los indígenas. Todos los ciudadanos requieren el mismo trato y la misma consideración, especialmente los que tienen condiciones de mayor vulnerabilidad", denuncia el académico.

Esto último sin dejar a un lado que las condiciones de pobreza en que viven hoy 55.3 millones de mexicanos -12 millones de ellos en pobreza extrema- "necesariamente influyen en la reproducción del analfabetismo", dice.

 LAURA NUNCA FUE A LA ESCUELA Laura tiene 33 años, cinco hijos, y nunca aprendió a leer ni a escribir. Sólo sabe poner su nombre completo, pero no el de sus hijos de 13, 11, 10, nueve y seis años de edad. Además de aprender a escribir el nombre de sus hijos, le gustaría saber escribir la palabra "bordar". Ella lo hace todo el tiempo, ese es su oficio, lo hace como si escribiera historias atravesando la tela con hilos.

La bordadora confiesa: "Me da mucha vergüenza cuando en la escuela de mis hijos me piden que escriba sus nombres en un papel y no logro hacerlo. En nuestra comunidad todos saben que no sé leer ni escribir, pero en la escuela de mis hijos no quiero que nadie lo sepa".

De hecho, Laura no asiste a las reuniones de padres de familia con tal de ocultar que es analfabeta. Se mueve por la ciudad mirando los signos de las cosas, pero no se aleja del perímetro cercano a su casa. Su entorno parecería limitado.

Pertenece a la comunidad otomí; llegó hace 10 años a la ciudad de México y por las tardes permanece con sus hijos mientras ellos hacen sus tareas escolares, pero no logra resolverles ningún problema escolar, y lo lamenta.

"Si alguno de ellos tiene una duda, tienen que ir con los vecinos para que les ayuden a resolverlas", comenta con una mala dicción y articulación verbal, que un día le explicaron fue justamente por no haber aprendido a leer y escribir a tiempo.

Su esposo tampoco sabe leer ni escribir. Se dedica a la albañilería.

Ella explica que como indígenas han carecido de oportunidades educativas, y esto va de la mano con las carencias económicas: "Más que estudiar tuvimos que trabajar desde pequeños para llevar alimento a casa".

Con la esperanza de un futuro más promisorio para sus hijos, Laura ha insistido en que estudien, pero los dos mayores ya desertaron. No estudian ni trabajan.

 OTRA GENERACIÓN QUE DESERTA Dos de sus hijos, los mayores, estudiaron hasta quinto de primaria y abandonaron la escuela.

El primero porque ya no quiere hacerlo y el segundo porque lo atropellaron y tiene una discapacidad motriz, "con la que no puede caminar hacia la escuela", (ésta queda a una cuadra de su casa).

Laura creció en la localidad de Santiago Mexquititlán y tuvo nueve hermanos. Tres hombres y cinco mujeres: "A los hombres les tocó estudiar hasta que aprendieron a leer, estudiaron hasta cuarto de primaria y lo mismo mis hermanas, las tres más pequeñas, pero a nosotras dos, las más grandes, nos tocó ayudar a mi mamá a criar a mis hermanos".

Al respecto Moctezuma Navarro, premio Ricardo Torres Gaytán por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, sostiene que desde la perspectiva urbana el analfabetismo por género persiste en México, toda vez que en el total de analfabetos en el área urbana, las mujeres pasaron de representar 60.5% en 1980 a 61.1% en 2010. Este hecho podría explicarse por una posible migración de mujeres del campo a la ciudad, debido a las crisis recurrentes y a las pobres condiciones económicas.

Tal fue el caso de Isabel, quien con 11 años viajó sola al Distrito Federal para procurar trabajo. Vivíamos en Santiago Mexquititlán, pero "me mandaron a trabajar a la Ciudad de México para completar para mis uniformes, y se supone que iba a regresar a mi casa, pero ya no regresé.

Nosotros fuimos 11 hermanos. Yo me metí a lavar trastes en una cocina. Ya no junté lo que tenía que juntar para los uniformes de la escuela secundaria; debía cooperar no sólo para mi uniforme sino para cada uno de mis hermanos menores, no lo logré, y mis papás me dijeron que ya mejor me quedara en la ciudad trabajando.

Otra de mis hermanas, de 17 años, ya trabajaba en la ciudad y nos quedamos juntas a vivir. "Y ya de ahí... se me olvidó la escuela, y nadie me dijo que volviera a estudiar. Luego me embaracé de mi primer hijo".

A ese primogénito ya se han sumado otros cuatro hijos, de 12, nueve, cinco y dos años. Actualmente Isabel asiste a Ririki Intervención Social, organización de la sociedad civil que desarrolla programas y proyectos para las garantías y los derechos de niñas, niños adolescentes y sus familias. Isabel ahora sabe lo que es control natal y conoce también el término de derecho a la educación.

Comenta que ha buscado más trabajo para solventar los gastos de su familia, pero el ser analfabeta la ha limitado en esta búsqueda.

Tiene 34 años, estudió hasta los primeros años de primaria pero carece de un certificado escolar "y sin ese papel, y por mis bajos niveles escolares, sólo consigo trabajos mal pagados", dice.

Asegura que hubiera querido tener más oportunidades de continuar con la escuela, "porque a mis hijos que van a la secundaria no los puedo ayudar con sus tareas".

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Escrito en: Analfabetismo

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