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Dos equipos

Voz de palco

EDUARDO SEPÚLVEDA

Existe frustración, enojo, desesperación en la afición del Santos al ver que su equipo no funciona. La derrota en el Azteca estaría presupuestada al inicio del torneo, pero al mismo tiempo ya no se pueden dejar ir tantos puntos.

Qué diferencia de este equipo al que hace unos meses disputó, en ese mismo escenario, una final del futbol mexicano, instancia a donde el Albiverde se ha hecho habitual. ¿Qué cambió del 29 de mayo a la fecha? 

Son prácticamente los mismos jugadores, puede que hasta haya más ahora. Menos lesionados, menos ausencias, más seleccionados. Diego Valdés lo hace bien con Chile, mientras que en la liga se hace expulsar de una manera tan… innecesaria. “Mudo” Aguirre venía hecho un ‘crack’ de los Juego Olímpicos, con un promedio de gol por minuto que el propio Messi envidiaría; hoy, apenas se alcanza a ver una que otra vez en el campo… sin peligro alguno. 

El problema en este torneo es y ha sido la chata ofensiva. No se podía seguir dependiendo del portero para ir recolectando “empatitos” o triunfos “con las uñas”; se requiere de gente eficaz arriba, digamos un Furch, por mencionar a alguien. Pero este Santos le apuesta siempre al negocio, a veces le sale y a veces no.

Hoy, el riesgo es quedar fuera de liguilla, incluso desde su fase de “reclasificación”. Almada lo sabe, ya lo tiene en su discurso; desea estar, pero está consciente de lo que puede llegar a pasar.

¿Qué hace un grupo de estudiantes de ingeniería viendo un partido a media semana en el salón de clases? ¿Qué hace un nutrido grupo de personas, usuarios (en su mayoría) de la red social Twitter, en un salón para eventos viendo un partido de futbol a media semana?

Es la pasión alrededor de unos colores lo que los une, ese deseo de ganar, de gritar un gol. Les pido que no griten en su ‘alma matter’; es una casa de estudios, pero resulta imposible contener esa pasión (más si es contra el América). Entre esos animosos jóvenes que no faltaron a su compromiso con el estudio, aun en tan importante jornada, se esconde en el fondo un rival, que sonríe maliciosamente al vuelo del águila. 

No queda duda que cuando once tipos uniformados saltan al campo, no solo juegan con el balón; lo hacen con las emociones de sus fieles seguidores que incluso en las malas, siempre están ahí, esperanzados. Al final, para ellos la vida sigue. Cambian de aula; no fueron a la escuela a ver un partido de futbol. Saben que en sus manos y sus mentes está el futuro que quieren escribir. Mientras los verdaderos jugadores regresan sumidos en sus propias excusas y sueldos millonarios.

El juego se extiende hasta el diamante, aún en una época invernal. El equipo de prospectos que presentó Algodoneros para este proyecto de Liga Mexicana va bien, con solo una derrota a cuestas (al momento) y sendas victorias ante equipos de la misma zona: Monterrey y Saltillo. Esta noche, a partir de las 7:00, la novena guinda vuelve a casa para recibir al acero coahuilense.

La idea de la Liga Invernal ha servido también para devolverle vida al Revolución, que había quedado callado tras intensa temporada de verano. En sus tribunas, habitan otro tipo de pobladores. Ellos van a divertirse, sin importar rival ni pizarra; a darse el beso ante la cámara; a bailar con cerveza sobre la cabeza. Van por el lonche, el Pollo o por mero desestrés. Al fin y al cabo, a eso también se le llama pasión.

Estos eran dos equipos, uno bueno y uno malo. El bueno se hizo malo y el malo, contendiente. El bueno cae bien y el malo causa enojo, frustración.

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