Los adagios por lo general son muy sabios. Hay uno que me viene a la mente cuando apenas empiezo a pensar en el desarrollo de este texto: "hasta lo que no comes te hace daño". Esto viene a cuento porque cada vez son más los rumores y las propias declaraciones del gran bailarín popular, expresidente nacional de PRI, exgobernador, exalcalde, profesor Humberto Moreira Valdés, de que probablemente contienda el próximo año en las elecciones para renovar alcaldías, por la presidencia municipal de Saltillo, cargo que ocupó cuando era gobernador del Estado, Enrique Martínez y Martínez.
Humberto ha reaparecido en los medios, luego de un estudiado desvanecimiento de los mismos. La oportunidad que escogió para ello fue el bautizo de su hija la semana pasada. El templo para realizarlo no pudo ser más mediático: la mismísima catedral de Saltillo; y el oficiante, nada menos que el Arzobispo Primado de México, Norberto Rivera. ¿ Así o más llamativa la ceremonia?
En el evento se presentó una manifestación contra el propio profesor, de personas que le exigen que se aclare las desapariciones de personas ocurridas durante el sexenio pasado y que se atribuyen a la delincuencia organizada.
Sin intentar minimizar en lo absoluto el justo reclamo de los manifestantes en el evento festivo del profe, la atención se centró una vez más en las declaraciones que a la prensa vertió, quien este año bañaba en las aguas bautismales a su hija.
Con la socarronería que le caracteriza, Moreira cuando habló con la prensa con desfachatez declaró que actualmente se dedica a la venta de mermeladas que él produce, y que además le va de maravilla, además de manera alternativa, está considerando buscar la candidatura de su partido para poder convertirse nuevamente en alcalde de la capital del estado, puesto que las encuestas lo posicionan a él en el primer lugar de las preferencias para la renovación de ese puesto de elección popular.
No he podido en realidad constatar con toda certeza si los dichos del profesor de que encabeza los sondeos de opinión sean como él los dice, pero suponiendo que así fuera, la idea de que por cuatro años convivan los hermanos en la gubernatura y en la alcaldía de Saltillo suena a dislate o la materialización del cinismo puro y de los alcances que puedan tener en la familia Moreira para detentar todo el poder posible.
Casi bizarro suena que primero Humberto se abra paso en el camino político hasta alcanzar con su esfuerzo (y todo lo que se pueda pensar) la primera magistratura de Coahuila. Y a su sombra, y luego a la luz plena, su hermano Rubén trabajando para conseguir todo el botín político que se proponían los carnales, hasta que ciertamente logran la sucesión filial y Rubén se queda en el puesto de su hermano menor.
Estoy seguro que Humberto fue un buen alcalde, y si no, inobjetablemente fue muy popular. Tan popular que el entonces gobernador Martínez no pudo evitar que el profe se hiciera primero de la nominación de su partido. El posicionamiento y amarres que había logrado Humberto hicieron imposible que alguien pudiera impedirle el acceso al Palacio Rosa de Saltillo, sede oficial de poder ejecutivo estatal.
Con esto resalto que si algo sabe hacer bien el profe, es el manejo del populacho y el control electoral, máxime cuando desfalca a un estado y hereda una deuda de más de 36 mil millones de pesos, así era imposible contenerlo.
Pero de ahí a nuevamente regresar a la escena pública de esa forma, es difícil imaginarlo, aunque es claro que Humberto Moreira no tiene límites. No me puedo imaginar al expresidente nacional del PRI recibiendo órdenes del hermano a quien él le dio el puesto, pero eso sería cosa de familia.
Hay un elemento en la escena política que los Moreira no han vivido desde su esplendor político, que es el de tener un jefe. Con el regreso del PRI a Los Pinos, los gobernadores priistas entrarán a la prueba del ácido y se verá si continuarán siendo virreyes estatales o si se someterán al rigor presidencial, como siempre lo hicieron mientras gobernaron por setenta años.
Es cierto que si Humberto se convierte en alcalde de Saltillo a nosotros los laguneros no nos debe influir, parecería que hasta lo que no comemos nos hace daño, pero no se puede olvidar que el gobierno de Moreira nos condenó a todos los habitantes de Coahuila a vivir por más de 20 años pagando intereses del dispendio y tropelías, que aunque no reconozca, durante su gobierno se cometieron.
A ver si eso de ser alcalde no fue sólo un amague de Humberto.