El presidente tiene dos problemas. Primero, saber qué paso, cosa que con un poco de tiempo y una buena investigación no será difícil; en menos de una semana tendrá un informe preciso de por qué se cayó el helicóptero donde viajaba Blake Mora. Otra cosa es cómo lo den a conocer y de qué nos vamos a enterar los mexicanos, pero él, lo va a saber.
El segundo y más grave es que le crean. Cómo puede el presidente de la república convencer, sea cual sea el resultado de las investigaciones, a unos ciudadanos que dispuestos siempre a creer lo más escandaloso. Dos de cada tres mexicanos tienen la certeza de que el avión donde viajaba el secretario Mouriño fue derribado por el narco, a pesar de que no hay evidencia alguna de que así haya sido. Lo que circuló entre la gente cercana a la Presidencia fue que el accidente de Mouriño fue en realidad un problema de falta del pericia del piloto... Mouriño.
La credibilidad es el elemento más volátil de la política. Es tan sencillo y tan complicado como preguntar a quién se le cree y a quién no, pero tan complejo como que hay mentiras creíbles y realidades absolutamente increíbles. Por algo dicen los novelistas que la ventaja que tiene la realidad sobre la literatura es que lo que pasa en la vida no tiene que perecer real, mientras que la ficción tiene que hacer un gran esfuerzo de verosimilitud. En la política sucede algo parecido; no importa que sea real o no, como es producto de un discurso lo que se acaba imponiendo es la creencia.
Tres funcionarios de alto nivel vinculados al tema de seguridad muertos en accidentes aéreos en seis años (Ramón Martín Huerta, Secretario de Seguridad Pública, septiembre de 2005; Juan Camilo Mouriño, noviembre de 2008 y Francisco Blake Mora ayer) es algo difícil de explicar. Y es difícil de explicar porque no tiene explicación.
Son eventos distintos, en circunstancias distintas, pero la tendencia será siempre a relacionarlos porque tienen características comunes: los tres eran secretarios y los tres murieron en incidentes aéreos. Lo que los une no los explica, pero los relaciona. Lo cierto es que ocho de cada diez mexicanos no van a creer que sean eventos independientes y la opinión pública se encargará de hacer las hipótesis más descabelladas y las más convincentes serán, como siempre, las más exageradas. Así somos; así procesamos estos temas.
La última pregunta es quién capitalizará políticamente la tragedia: la víctima, en este caso el Presidente Calderón y su política de seguridad, o la oposición, concretamente el PRI y sus planteamiento de cambio de estrategia.
En México somos muy dados a solidarizarnos con las víctimas. Basta revisar los altares de la Patria, cuyos nichos están ocupados más por las víctimas de la historia que por los verdaderos constructores de la nación. Lo más probable es que será el presidente quien más raja sacará del lamentable incidente, por su calidad de víctima, aunque nadie le vaya a creer, sea cual sea, la versión oficial.
La realidad se encarga de la crueldad, pero es la opinión pública la que hace esa cosntrucción social llamada tragedia.