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Inestable gabinete presidencial

JESÚS CANTÚ

En sus 49 meses de gobierno -cuatro años y un mes- el presidente Felipe Calderón no ha podido completar un año sin hacer cambios en su gabinete (considerando únicamente a los 18 secretarios de Estado y el Procurador General de la República); incluso, en los últimos 16 meses (desde el 7 de septiembre de 2009 a la fecha) ha realizado 9 modificaciones en el mismo.

Con las nuevas designaciones anunciadas el pasado viernes 7 de enero, Calderón sumó 16 cambios en el gabinete (aquí no se consideran las mudanzas que también ha realizado en las dependencias paraestatales, consideradas dentro del gabinete ampliado, como Pemex y el IMSS; la Oficina de la Presidencia o la Secretaría Particular), lo cual da un promedio de una nueva designación cada tres meses; lo que en primera instancia parecería exagerado, sin embargo, al revisar el calendario de renovaciones se percibe que el período más largo fue al inicio de su mandato, cuando pasaron 10 meses entre el 1 de diciembre de 2006 (fecha de su toma de posesión) y septiembre de 2007, cuando Germán Martínez renunció a la Secretaría de la Función Pública para buscar la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN.

Los cambios no únicamente han sido frecuentes, sino que también han sido recurrentes, pues tres secretarías (Economía, Sedesol y Comunicaciones y Transportes) han tenido tres titulares cada una en estos cuatro años; y una (Gobernación), 4. Cuatro dependencias fundamentales para el buen funcionamiento del gobierno, en las que los encargados ni siquiera han podido completar los dos años en sus puestos, salvo el caso de Luis Téllez, en SCT, que llegó a 26 meses.

De las 19 dependencias, 11 han sufrido algún cambio a nivel de titular y únicamente 8 mantienen a los secretarios designados desde el inicio de la administración, de éstas llama la atención particularmente las tres vinculadas al combate al crimen organizado: Secretaría de la Defensa Nacional, Secretaría de Marina y Secretaría de Seguridad Pública, aunque es conocido que en las dos primeras las altas jerarquías del Ejército y la Marina, tienen una importante injerencia en la designación de los titulares.

La titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, acaba de apuntarse un importante éxito al conducir a buen puerto la cumbre sobre el medio ambiente celebrada recientemente en Cancún; el secretario de Salud, José Ángel Córdoba, logró enfrentar adecuadamente la crisis generada por la influenza en 2009 e, incluso, libró aceptablemente el tema de la comida "chatarra" en las escuelas; el titular del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano, aunque permanentemente está en el centro de la polémica, resolvió satisfactoriamente -desde la óptica presidencial- la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y los conflictos con el Sindicato Mexicano de Electricistas. Mientras tanto, la permanencia de los otros dos secretarios (Medio Ambiente y Recursos Naturales y Reforma Agraria) tiene que ver con que prácticamente han pasado inadvertidos.

Pero además hay que señalar que de los 16 cambios únicamente cuatro han sido motivados por el interés de Calderón de reposicionar a sus fichas, el resto ha sido obligado por las circunstancias. Los cuatro realizados por una motivación positiva son el de Germán Martínez, en la Función Pública, que se pensó que sería un buen líder para el panismo; los dos vinculados a la llegada de Agustín Carstens a la Junta de Gobierno del Banco de México, que provocó cambios en Hacienda y Sedesol, ya que se reposicionó a Ernesto Cordero; y, aunque también tenía la intención de atender la inoperancia de Gobernación, la llegada de Juan Camilo Mouriño, en enero de 2008 a dicha dependencia.

En esta ocasión, Calderón nuevamente se vio obligado a mover sus piezas en un nuevo intento por encontrar conformar un gabinete funcional. El cambio en SCT tiene que ver con la polémica licitación 21; el caso de Mexicana; la ineficacia administrativa para ejercer plenamente el presupuesto del 2010; y, eventualmente, hasta la presión que se pueda haber empezado a ejercer por parte del duopolio televisivo a partir de que se filtró la información que se preparaba la licitación de otras dos cadenas de televisión comerciales. Así Juan Molinar Horcasitas, como su antecesor Luis Téllez, también acusó los efectos de los embates de los monopolios que controla el sector de las telecomunicaciones. En el caso de Sener, la ex titular Georgina Kessel no pudo llevar a buen puerto la llamada reforma energética, que finalmente quedó en una reforma de Pemex y, lo peor, ni siquiera pudo iniciar la construcción de la refinería en Hidalgo.

El origen de sus sucesores, ambos provenientes de subsecretarías de Hacienda, muestra la prioridad de Calderón (mucho más que su mensaje durante los relevos): tener mejores administradores en el último tercio de su mandato. Ya no quiere impulsar nuevos proyectos, ya no quiere cambios trascendentes en ninguna de las dos áreas, únicamente tener operadores que puedan ejercer adecuadamente los recursos públicos que se les canalicen y no se metan en problemas.

Así la dinámica de los cambios en el gabinete, particularmente la aceleración después de las elecciones intermedias de 2009, muestra que las únicas apuestas de Calderón en estos momentos son: un ejercicio oportuno y eficaz del gasto público, para tratar de impulsar -con todas las limitaciones que genera el entorno internacional y las deficiencias estructurales internas- la recuperación de la economía nacional; y el combate a los grupos de la delincuencia organizada, aunque él se empeñe en hablar de combate a la inseguridad.

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