"¿Cómo te atreves a negar que fuiste a ese motel con una cuzca? -le reclama la esposa de Libidio a su túrpido marido (la palabra "túrpido" no existe, pero se oye muy adecuada al caso)-. ¡Descarado! ¡Te puedo traer diez personas que te vieron entrar ahí!". "¿Y eso qué? -responde el inverecundo sujeto con tono sardónico y sarcástico-. Yo te puedo traer mil que no me vieron"... Hubo un juego de basquetbol entre los animales grandes de la selva y los pequeños. Terminó el primer tiempo con marcador de 76-0 en favor de los grandotes. Los principales anotadores fueron el búfalo, el rinoceronte, el hipopótamo y el elefante. En el segundo tiempo los animales pequeños hicieron 78 puntos, y ganaron el juego. Todas las anotaciones las hizo el ciempiés, quien además realizó una labor defensiva extraordinaria. "¡Qué bárbaro! -le dicen sus compañeros al final-. ¿Por qué no llegaste desde el primer tiempo?". Contesta el ciempiés: "Sí llegué. Estaba en el vestidor poniéndome los tenis"... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le comenta al padre Arsilio: "Jamás voy a una iglesia. Ahí van puros indejos". Con tono paternal le responde el anciano sacerdote: "No dejes que eso te desanime, hijo. Siempre hay sitio para uno más"... Viene ahora una pequeña anacedota (Nota: seguramente nuestro amable colaborador quiso decir "anécdota"), seguida de una profunda reflexión. Don Abundio tiene una vaca muy rejega que no se deja ordeñar. Apenas el viejo le pone las manos en las ubres el díscolo animal empieza a dar coletazos y a patear. "¡Desgraciada! -le dice don Abundio con enojo-. ¡Si no te gusta que te agarren las tetas métete de monja!"... Por estos días las vacas se han puesto muy de moda por una frase de López Obrador, quien dijo que en la elección del Estado de México "la mafia del poder" habría hecho ganar hasta a una vaca. Yo relaciono este vacuno tema con las declaraciones de Elba Esther Gordillo, quien dio a conocer los arreglos que tuvo con Calderón para darle su apoyo y el de sus obedientes tropas en la elección presidencial. Hay quienes aseguran que gracias a ese apoyo el actual Presidente pudo llegar a donde está, pues a la maestra se habría debido el estrechísimo margen de ventaja con que el panista llegó a la Presidencia. Cuando se habla de este convenio, arreglo o transacción todas las críticas caen sobre la profesora, y desde luego se justifican. No hay que olvidar, empero, aquel conocidísimo refrán según el cual tanto peca el que mata la vaca como el que le tiene la pata. Se necesitan dos para bailar el tango. Y para hacer negociaciones como ésta también se necesitan dos. Desde luego la política es el arte del do ut des, te doy para que me des; de modo que cosas como ésta son muy entendibles. Nadie, entonces -ningún político y ningún partido-, cante aquello de "soy virgencita, riego las flores"... Un mexicano se las arregló para saltar la cerca que divide a México y los Estados Unidos. Apenas se había internado un par de kilómetros en territorio americano cuando un ranger de la Migra lo descubrió y acudió corriendo a detenerlo. Nuestro paisano emprendió una veloz carrera de regreso. Y ahí va el de la Migra, a todo correr tras él. Corría el indocumentado, y más corría el ranger. Le iba pisando los talones; extendía la mano ya para agarrarlo, cuando el mexicano brincó la cerca y cayó de este lado. Desde la seguridad que le daba estar ya en suelo mexicano se vuelve y grita a todo pulmón: "¡Viva Santa Anna!''. "Oh -se sorprende el ranger-. ¿Por qué gritar tú 'Viva Santa Anna', si vendió la mitad de México?''. Responde el indocumentado: "Porque si hubiera vendido un metro más me habrías agarrado, gringo jijo de la retostada''... Don Quinicio era dueño de un feroz bulldog que se lanzaba contra la gente aun sin provocación, por lo cual su amo lo tenía siempre atado con una correa. En cierta ocasión el perrazo se soltó, y mordió a un vecino a quien su mala ventura hizo pasar por ahí en el momento justo en que el salvaje can se libró de su atadura. Don Quinicio, después de reducir al animal, se disculpó profusamente con la víctima. "¡Perdone usted, vecino! -le dijo muy apenado-. Sucede que mi perro tiene demasiados bríos. Mañana mismo lo llevaré a que lo castren''. "Llévelo mejor a que le saquen los dientes -sugiere mohíno el lacerado-. Lo que le gusta al desgraciado es morder, no fornicar''... FIN.