Cuando somos niños nuestra única preocupación, es reír, correr, relacionarnos con otros niños y estar al amparo de nuestros papás, quienes por lo general hacen lo posible por darnos bienestar, cada quien a su modo y algunos con más limitantes que otros, pero casi siempre procurando dar el máximo en bien de los hijos.
Los niños no tienen muy claro el sentido del tiempo, por eso muchas veces se les pudiera pasar la hora de alguna comida por estar jugando o pasándola muy bien con otros niños.
Al igual se les hace muy retirada en tiempo una navidad de otra, pues en esta época, donde tienen la esperanza de recibir regalos, sienten pues que es muy largo el tiempo que transcurre, entre una navidad y la otra.
Después viene la adolescencia donde todo lo que ocurre en ella se hace muy incierto, demandante, desafiante, nuevo, alegre y en ratos hasta la vivencia de momentos dolorosos. Piensa uno en crecer y tener quince años o más para "poder" ser autónomo y poder tomar nuestras propias decisiones y "cosas como esas", pues nos empezamos a creer que ya lo sabemos todo.
Poco tiempo después y sin querer llegan los dieciocho años, y así abruptamente la mayoría de edad, donde ya somos de repente de un día para otro responsables de nuestros actos... y a caray, como pesa esto.
Después llegan los veinte años y aunque se es aún muy joven, se empieza a sentir el peso de la edad y entra uno en una competencia en la cual nunca escogimos estar, pero sin querer la vida y su vorágine nos sitúan, nos guste o no.
Pensamos que iremos a hacer, vamos a "estudiar" alguna carrera, buscaremos un trabajo o ambas cosas, fulanito ya tiene carro, tiene novia, le va bien en los estudios, etc.
Luego se acercan los treinta y sin pensar se pasan, y ahora si la vida cambia... ¿Lograré hacer algo de mi vida?... ¿Estarán mis papás conmigo?... ¿Por cuánto tiempo más?.... Muchos de los que eran mis amigos dejaron de serlo y casi siempre es por algo relacionado, por un negocio fallido, o algún trabajo arrebatado, al compartir algún sueño o plan con aquel que sentíamos cercano y de fiar.
A los cuarenta años, ya nos dimos perfectamente cuenta si encajamos o no en esta sociedad que nos exige ser exitosos, conocidos y con un estatus sólido.
Aquí es donde… Si aquí probamos que todo es relativo, no necesariamente al más aplicado, al más popular o a quien tenía una posición de ventaja económica es a quien le va mejor.
La vida es incierta, azarosa, demandante, exigente y no perdona grandes errores o fallas en el juicio al tomar cada persona decisiones para su futuro.
Aquí los padres no siempre y no en todos los casos podrán aunque todavía estén y aun proponiéndoselo, mejorar el rumbo en la vida de sus hijos.
Luego en esta lucha diaria llegan los cincuenta, recuerdo cuando los cumplí, una doctora que me revisó por ese entonces, me dijo de los cincuenta para arriba ya valió.
No pienso que necesariamente en esos casos sea así, pero es cuando la salud, la fuerza y la juventud nos empiezan a abandonar, y es entonces, cuando empezaremos a ver el resultado de todo lo vivido y sembrado en el tiempo recorrido.
Es cuando debemos de mantener un ritmo que para cada quien será diferente, pero deberá ser constante pues nuestra salud (aparte del factor suerte) deberemos de cuidarla como lo que es "el bien más preciado"
Resumiendo un día eres niño, de repente creciste y ahora eres un adulto, al que se le acumula constantemente la edad y no tienes ni un minuto para resolver un contratiempo, cuando ya se te acumularon uno o dos más y estos a veces se suman a otros que ya teníamos , sobrepasando nuestra capacidad para resolverlos o simplemente estos pudieran no tener solución, entonces con serenidad, solo deberemos de darles cada quien únicamente su justo valor y no estar solo una y otra vez dándole vueltas en la mente martirizándonos sin sentido, aquí es cuando deberemos de tomar la decisión de dejarle las cosas al tiempo y seguir adelante.
Por desgracia "El ritmo de la vida" es muy exigente y cambiante, y el único poder para enfrentarlo es el ánimo, pues cuando este falta junto con la salud, "estaremos a la deriva en un mar tormentoso"
La lección es pues no esperar nada nunca de nada ni de nadie, tomar la vida a diario como un premio, llorar poco, y solo con el fin de desahogarnos, no como costumbre ante la más mínima adversidad. Reír lo más que se pueda, pero sobre todo, tratar de tener paciencia y prudencia.
Todo lo anterior por supuesto, que no es nada fácil. ¿Pero quien dijo que la vida fuera fácil, y justa?
Por eso para cada persona, la historia es diferente, y deberemos pues vivir nuestra realidad y no los sueños aspiraciones y logros de otros, porque para cada quien es diferente." El ritmo de la vida".
Y ahora para terminar una gota de filosofía: "UNA VEZ DIJO UN SABIO QUE PARA SER FUERTE NO ES NECESARIO LEVANTAR MUCHO PESO. CON LEVANTAR EL TUYO CADA VEZ QUE CAIGAS, ES SUFICIENTE".