Es pertinente reconocer que, de todas las dimensiones involucradas en el PEA (Proceso de Enseñanza-Aprendizaje), las relativas a las actitudes y los valores, son las más complejas y difíciles de abordar por parte de los profesores; es decir, que los conocimientos por ser declarativos, teóricos e inamovibles, pueden ser enseñados con relativa facilidad. Los procedimientos (habilidades y destrezas) por ser preestablecidos, son también de fácil enseñanza; pero las actitudes, esas sí que nos ocasionan verdaderos problemas al momento de tratar de "educar" dichos comportamientos.
Para poder abordar las actitudes dentro de cualquier proceso educativo, es necesario primeramente hacer un deslinde conceptual que nos permita diferenciarlas de otros conceptos relativos, tales como valores, hábitos, aptitudes, conductas, etcétera. Las actitudes son formas habituales de pensar, sentir y comportarse, por lo que se convierten en el sistema por el cual el hombre ordena y determina su relación y su conducta con el medio ambiente y con sus semejantes.
Se ha comprobado que las actitudes son "disposiciones permanentes que nos permiten reaccionar, motivarnos, experimentar y actuar ante la realidad, por lo que se consideran las grandes elaboraciones del hombre para sustentar y dar sentido a su vida" (Cfr. José A. Alcántara, España, 1992). Si las actitudes le dan sentido a la vida, entonces podemos asegurar que conforman el sentido unitario y particular en la actividad de cualquier persona y se convierten en las formas que tenemos de reaccionar ante los valores.
Aquí tenemos otra precisión conceptual: no son lo mismo las actitudes que los valores; estos últimos son más universales y están presentes desde los inicios de la humanidad, como el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud, etcétera. Pero ¿qué se entiende por valor?, este concepto abarca contenidos y significados diferentes: se entiende por valor lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería su humanidad.
El valor se refiere a la excelencia o a la perfección. Por ejemplo: se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar. "Todo valor supone la existencia de una persona que lo posee y de un sujeto que lo aprecia o lo descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores no tienen existencia real sino son adheridos a las personas que los sostienen. Antes son meras posibilidades" (Prieto Figueroa, México, 1984).
Volviendo a las actitudes, pueden ser consideradas predisposiciones estables a valorar, que nos permiten actuar en consecuencia. Para comprenderlas mejor, es importante señalar algunas de sus características: son adquiridas, son el resultado de la historia de cada individuo (su marco de referencia), son perdurables, difíciles de mover y de cambiar por lo que se consideran una estructura consistente, son flexibles y por lo tanto susceptibles de cambiar; las actitudes pueden crecer y arraigarse más íntimamente en cada persona, como también pueden deteriorarse y hasta perderse.
Otra puntualización importante es la referida a la conducta: las actitudes son raíz de la conducta, pero no la conducta misma, ya que sólo son las precursoras que determinan nuestro comportamiento; resultan ser nuestras tendencias al actuar. Son los hábitos que se ordenan al acto humano.
Las actitudes conllevan procesos afectivos y volitivos (relativos a la voluntad), por lo que tienen una notable carga emocional y motivacional, ya que los valores que pretenden nuestras actitudes se alcanzan al poner en juego nuestros deseos, sensaciones, sentimientos, emociones y voluntades (todos ellos actos y hábitos humanos).
Son transferibles y se pueden actualizar de modos muy diversos; con una actitud podemos responder a múltiples y diferenciadas operaciones. La formación de actitudes es la única manera de preparar y capacitar a los jóvenes para enfrentar la vida, una vida cada vez más compleja y mutable, con incesantes y diferentes retos y con exigencias a veces incomprensibles.
Les platico una experiencia laboral que me tocó vivir en una de las maquiladoras más grandes de la región, en la que contratan a los jóvenes mediante un pequeño examen y donde son observados a través de un cristal de espejo: si el joven demuestra actitudes deseables, es contratado; indistintamente del resultado obtenido en el examen. El gerente de recursos humanos nos dijo: "los conocimientos y la capacitación se los damos en unos días, las actitudes y sus valores nunca".
En el ámbito educativo, la actitud es un proceso cognitivo y por lo tanto su raíz es cognitiva también. Es decir, las actitudes se aprenden y por lo tanto tienen como principio la razón. Es aquí donde surge su componente pedagógico: que las actitudes se enseñan (componente didáctico) y pueden, a mediano plazo, educarse.
Es por ello que formar actitudes se convierte en la más alta meta de todo proceso educativo y es el resorte que impulsa la motivación para aprender todo lo demás; sin actitudes adecuadas es prácticamente imposible lograr el éxito escolar. En la siguiente entrega, cómo educar las actitudes.
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