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Los Agachados

GILBERTO SERNA

Este Rafael Acosta conocido con el sobrenombre de Juanito, a secas, es como la burrita aquimichú de la canción que da tres pasos pa' delante y otros tantos para atrás. Acepta primero su papel de marioneta para figurar como candidato a delegado del D.F. en Iztapalapa entendiéndose que de ganar le cedería su lugar a otra persona, mediante el procedimiento de pedir licencia, para después definitivamente no presentarse a ocupar al puesto. Eso juró levantando el brazo derecho ante partidarios como se lo pidió Andrés Manuel, indicando estaba enterado de que quien en realidad ganaría sería Clara Brugada. Tres pasos adelante. Luego que siempre sí tomaría posesión como delegado. Tres pasos para atrás. Después que, no olvidando el compromiso adquirido, solicitaba la licencia para separarse del cargo. Otros tres pasos adelante. Lo siguiente es que contra todo pronóstico una vez cumplido el plazo del permiso se dispuso a asumir la jefatura delegacional, como al efecto hizo, aun teniendo que introducirse en horas nocturnas por el hueco de una ventana. Otros tres pasos para atrás.

No necesito decirle que la burra aparece en la película Los Tres Huastecos, 1948, personificada por el cantante Pedro Infante que hace el papel de tres hermanos idénticos que se crían en las Huastecas, tamaulipeca, veracruzana y potosina. Juan de Dios es cura, Víctor militar y Lorenzo un tahúr empedernido. Blanca Estela Pavón, es la que va en el pescante del carro tirado por la burra. En una de las escenas, la letra de la canción, dirigida a la burra dice: "no se ponga tan arisca que se puede tropezar/ y no se haga tantos moños/ por que puede resultar / que esos moños sean adornos/ de una gorra militar". Lo que parece fue escrita para el tal Juanito, que cada vez más se balancea en su silla de delegado, estando a punto de caer. La voz del cantante se escucha con claridad Arre, arre mi burrita/ ya no me hagas enojar/ que ya pronto llegaremos/ y te voy a dar tu 'mais'. Los malquerientes de AMLO, que han venido aconsejando al tal Juanito, pretenderán ahora que un tercero en discordia ocupe el cargo, menos alguna otra gente de Andrés Manuel. Salvo que Marcelo Ebrard, al que también le late su corazoncito, se faje los pantalones.

La cosa es que se trata de asuntos políticos y las fuerzas están mal equilibradas, por lo que no sería de extrañar que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal se viera empujada a un lado y un juicio de amparo le permitiera al epónimo de Iztapalapa permanecer algún tiempo al frente de la delegación mientras, dirigido hábilmente por sus actuales asesores, demuestre que sí puede con el paquete. Lo que serviría de argumento a quienes quieren que se quede aunque no pierda su traza de hominicaco, que puede ser manipulado por quienes manejan los grandes negocios de la política. Aunque bien visto en cada político, justo es reconocerlo, hay un Juanito. Están listos a obedecer la voz del amo convirtiéndose en monigotes, todo por una nómina, sin que se atrevan a rezongar cuanto les mandan obedeciendo con mansedumbre, repitiéndose la consabida frase: con usted hasta la ignominia. Así resulta que los nuevos tiempos son los viejos tiempos. Nada ha cambiado.

Esto me trae a la memoria la historieta de Los Agachados, de Eduardo del Río Rius, revista de finales de los años sesenta que resalta la vida de los desheredados, tratada con sentido del humor, giros ingeniosos del lenguaje y personajes entrañables, escrita de manera informal, ilustradas con sus propias caricaturas. Utilizando un lenguaje sencillón y coloquial. Relatando la vida cotidiana de México no exenta de pasajes y personajes políticos que siendo del ayer resultan vigentes en los días que corren. Rius coloca a sus personajes en el pueblo de San Chente del Baúl usando a un indio irreverente para ridiculizar y denunciar los excesos, la hipocresía y la corrupción del sistema político mexicano, con una maestría que entretiene y orienta. En efecto, Rius un caricaturista siempre ocurrente y sumamente simpático, usó la caricatura y el humor para educar, politizar y despertar conciencias. En fin, volviendo a Juanito, cabe señalar que es una lástima no haya aparecido en los años en que Rius narraba acontecimientos chuscos en sus historietas, referidos a cómo se puede ser un títere cuando se tiene el seso hueco, que en este caso lo calificaría como presumido, hinchado y vano. De una u otra manera, todos los mexicanos somos de fábula. Nos hemos vuelto genuflexos, cual más, cual menos sin atrevernos a levantar la cabeza para exigir lo que es justo.

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