Uno de los seis gobernadores electos en los comicios del domingo 5 de julio tiene apenas 36 años de edad (tendrá 37, en octubre próximo, cuando asuma el poder) y, al menos, 10 alcaldes o jefes delegacionales electos tienen entre 25 y 35 años de edad, esto podría reflejar una profunda transformación política o simplemente una estrategia mercadotécnica para responder a la conformación del padrón electoral, donde el 42% de los ciudadanos y ciudadanas registradas tiene menos de 34 años.
En la edición del lunes 6 de julio, el periódico El Norte, destacó que el próximo gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, tiene apenas 36 años, y que otros 10 candidatos ganadores a alcaldes y jefes de Gobierno menos de 35. Del análisis de este grupo se desprende que el PRI postuló al mayor número de candidatos jóvenes, pues incluyó al candidato a gobernador y a 6 de los 10 alcaldes; mientras el PAN y el PRD postularon a dos cada uno. Entre los candidatos se encuentra uno de los cachorros de la Revolución, Alfredo del Mazo, hijo del exgobernador del Estado de México, exsecretario de Estado durante el Gobierno de Miguel de la Madrid y exprecandidato priista a la Presidencia de la República.
Y, aunque seguramente la lista de los jóvenes es mucho mayor, la elaborada por el diario regiomontano, muestra que la presencia de un gobernador o un candidato a gobernador joven sí puede influir en la presencia de jóvenes en el resto de las candidaturas, pues en Nuevo León, donde el candidato ganador tiene 36 años, hay tres menores de 35; y, en el Estado de México, donde el actual gobernador cumple este mes 43, pero llegó a la gubernatura de 39, hay otros dos.
Sin embargo, más allá de estas primeras reflexiones lo más importante es identificar las razones y consecuencias del cambio generacional. En cuanto a las razones, resulta fundamental tratar de identificar si éstas son únicamente cosméticas e instrumentales, es decir, proyectar las imágenes y el lenguaje de los jóvenes para tratar de captar más votos de ese segmento poblacional, que hoy es mayoritario entre los votantes potenciales; o bien, además responde a una exigencia social, es decir, también atiende las demandas y reclamos de una juventud inconforme y descontenta con el México que les ha tocado vivir y para corregirlo les abren las puertas de los partidos políticos, para convertirlos en actores de la transformación.
Las consecuencias de alguna manera van de la mano con las razones, aunque en algunas de las ocasiones a pesar de que el origen no sea el ideal, el resultado puede ser positivo, es decir, aunque hayan sido postulados por razones cosméticas y mercadotécnicas una vez que llegan al poder, realmente transforman su ejercicio, incorporan nuevas prácticas y muestran su compromiso con la construcción de una nueva institucionalidad. Pero en lo general, aquellos que llegaron por las primeras razones, simplemente perpetuarán prácticas y vicios; y quienes llegaron por las segundas, encabezarán la tan anhelada transición a la democracia.
Aunque es más difícil de identificar, también es importante conocer cuáles son las motivaciones en los mismos candidatos, es decir, si lo que los mueve es el afán de poder y/o de lucro o una verdadera vocación de servicio público. Los primeros se convertirán simplemente en funcionarios públicos que vivirán del presupuesto y se servirán del puesto; los segundos, serán auténticos servidores públicos preocupados por el bienestar de la comunidad.
Así tan o más importante que la edad son sus competencias, es decir, el que cuenten con los conocimientos, las habilidades, los valores y las actitudes para poder encauzar positivamente su energía y compromiso con la construcción de la democracia. Por lo mismo, también es importante cómo llegaron a esas posiciones, pues ese hecho en sí mismo empieza a definir su perfil; habrá diferencias entre quienes llegaron producto de las viejas y viciadas prácticas políticas mexicanas, del "dedazo" (hoy extendido a todas las fuerzas políticas con sus diferentes matices y denominaciones), la complicidad y el influyentismo y los que lo hicieron a través de procesos democráticos, incluyentes, abiertos, transparentes y donde contó su propuesta, esfuerzo, energía, competencias y, desde luego, carisma.
Más allá del relevo generacional, que en México no ha significado nada, lo importante es que los jóvenes tengan un compromiso con la construcción de un México más justo y más democrático, lo cual implica empezar por su propia casa, es decir, llegar a través de procedimientos democráticos y, por lo mismo, rebelarse contra los procedimientos de toma de decisiones cupulares, excluyentes y oscuros, incluso cuando éstas les beneficien directamente y, desde luego, movidos por el afán de servicio y no de poder y/o lucro.
El cambio generacional en sí mismo no garantiza nada; lo que lo garantizaría sería la emergencia de una nueva generación con una cultura política democrática, que se traduzca precisamente en la construcción de las instituciones que permitan gobernar a través de procedimientos y procesos incluyentes, abiertos, transparentes y auditables. Transitar del ejercicio autoritario del poder, que hoy todavía prevalece en prácticamente todas las instancias de Gobierno, a un ejercicio democrático, que contemple el diseño e implantación de un sistema de reglas de juego, claras y aceptadas por todos, que permitan a todos los individuos adultos participar, en forma igualitaria, en la discusión y la toma de decisiones de los asuntos que les afectan.