De puntillas para alcanzar la altura del mostrador, una chiquilla pide al abarrotero: Dice mi mamá que si tiene huevos le mande cinco pesos. El abarrotero saca cinco pesos del cajón y los entrega a la chiquilla refunfuñando: dile a tu mamá que ésas no son formas de pedir dinero. Ese es un chiste muy viejo, pero me recuerda aquello de: Blanquillos, niña, blanquillos; que me decía el abarrotero de la esquina cuando le preguntaba: Don Evodio, ¿tiene huevos? Blanquillos o huevos, he ahí el dilema.
"Lo único que vengo a exigir al señor diputado es que cumpla con sus obligaciones, tengo como demostrarle que tiene un hijo conmigo" gritó la mujer que la semana pasada irrumpió sorpresivamente en la Cámara de Diputados ofreciendo al presunto responsable de la paternidad de su hijo, una canasta con huevos. "Le vengo a entregar esto para que sea hombre" dijo la indiciada.
Cabe aclarar que la seño en cuestión -perredista ella y con una carrera política bien sustentada- no es ninguna jovencita inexperta. La costumbre es que los primates no estén enterados de que para vivir en sociedad sin meterse en problemas, es necesario controlar los instintos. Somos producto de una cultura en la que muy pocos machos se hacen responsables de los desafueros de su libido.
La paternidad irresponsable, esa que escurre el bulto, se tapa los ojos o huye cobardemente, es cosa de todos los días. El padre ausente, la mentira, el ocultamiento, la casa chica; son temas muy frecuentados hasta en la literatura. Mario Vargas Llosa comienza El pez en el agua, con el día sorprendente en que a los diez años, conoció a su padre. La invención de la Soledad de Paul Auster, es la evocación de un padre al que el autor descifra por sus pertenencias, y Pedro Páramo, obra superior de nuestra narrativa, trata de la necesidad de encontrar a un padre inexistente. El tema del señor del que deriva nuestro nombre; es tan inagotable, como las historias de jóvenes engañadas que ante la irresponsabilidad de los machos, derivan en valientes y dignas madres solteras.
Lo que es excepcional, es la maternidad irresponsable. Tanto hemos gritado para defender la libertad de decidir sobre nuestro propio cuerpo; que finalmente se nos concedió. Hoy el uso del condón es casi obligatorio y contamos con eficientes métodos anticonceptivos como para que si una mujer, adulta y no analfabeta, decide libremente embarazarse sin contar con la voluntad de la pareja (engendrar un hijo ha de ser voluntad de dos) es porque tiene la clara intención de asumir la total responsabilidad de la criatura.
Después del retozo, viene el mocoso; y eso lo saben hoy hasta nuestras aventajadas niñas de primaria; por lo que es difícil que lo ignorara la seño que interrumpió la sesión de la Cámara para entregar públicamente huevos a un señor que por lo visto tiene blanquillos.
La histerieta -sic- de la mujer y el cinismo del pobre diablo, es materia vulgar; y si la he traído a esta columna es porque creo que ha llegado el momento de que las mujeres -que hoy contamos con todos los medios para retozar sin consecuencias- dejemos de exigir responsabilidades a quienes, en su condición de primates, seguirán mintiendo en todas las formas posibles para seducir a quien se deje; pero como decía mi abuela: "en alguien tiene que caber la prudencia".
Ya va siendo tiempo de que nos demos por enteradas de que hoy, ni a los primates, tan brutos ellos, se les puede atrapar con el viejo cuento de un embarazo "inesperado" Además ¿qué niño necesita un padre con blanquillos?